La vida es una serie
de decisiones, escoger una cosa o la otra. Por lo general, se habla de lo que
se termina escogiendo, pero no de lo que se deja. ¿Se ha puesto a pensar en aquello que ha debido dejar para continuar su
camino? Dejar implica un desprendimiento, un liberarse de aquello que nos
hizo bien en un instante, pero que un momento debe mudar para poder avanzar.
Una pregunta que
plantea Maxwell (2015) nos permite ver en perspectiva el sentido de las cosas
que dejamos. La pregunta es: ¿Qué está
dispuesto a dejar para marcar una diferencia?, interrogante que nos sumerge
en el reto interior de conocimiento de sí mismo y de la búsqueda de sentido
trascendente que todo ser humano le ha sido legado desde el inicio de los
tiempos.
Bien anota Maxwell (2015)
que cada decisión “implica un intercambio”, tomar un lugar u otro. Las
decisiones que tomamos nos definen: ¿Qué trabajo voy a escoger, el que me dé
más dinero o el que me dé una mejor experiencia?”, pero aquellas que nos llevan
a los momentos de verdad, a situaciones donde se pone en riesgo la zona de
comodidad, exigen grandes saltos de fe y creer firmemente que en el nuevo lugar
habrá nuevas oportunidades para desatar aquello que fluyen dentro de ti y que
nutre la esencia de lo que eres.
Vivir una vida
aceptable, es una opción que muchos hemos tomado, pero vivir una vida
excelente, demanda estar fuera de la zona cómoda y transformar cada momento de
nuestra existencia en un intercambio permanente de retos y visiones que nos
habiliten para hacer que las cosas pasen. Mientras
más logros y éxito tenemos, las decisiones trascendentes se vuelven más
difíciles de tomar, las transiciones más demoradas y la adopción de nuevos
paradigmas más lenta.
Quedarse en un punto
de la existencia (cómodo y bajo la inercia de lo conocido) por mucho tiempo empobrece
nuestras habilidades, acomoda nuestros sueños y sobre manera perdemos
flexibilidad en el músculo de nuestra energía.
"Pasamos de tener una respiración profunda, que nutre el flujo sanguíneo, para oxigenar nuestros deseos y anhelos, y nos quedamos con una respiración basal, que escasamente se nota y nos basta para mantener la existencia."
Hacer la diferencia
exige cambiar y transformar el momento y lugar donde estas, cambiar la forma de
hacer las cosas, experimentar nuevas fronteras y contactos, abrir nuevas
perspectivas antes inexploradas, forzar un cambio de enfoque y procurar un
crecimiento personal, que sea motivo de conversión de otros, es decir, de cambios
positivos y generosos que remuevan la experiencia propia y habilite
posibilidades en los demás.
En este camino que emprendas
para hacer la diferencia, deberás alimentar tu fe y someter tus propios
temores, ¿cómo? Avanzando en tus metas, asumiendo tus nuevos normales y
posicionando tus referentes de conquista personal, los cuales hacen posible, lo
que para otros parece imposible.
DIOS (cualquiera sea la idea que tengas de él)
será tu guía permanente en este empeño, en el silencio de tu oración, en los
momentos de tribulación y en los de logro, pues estará atento a darte lo que
necesitas, no para coronar tus sueños, sino para marcar la diferencia en ti, que
eres su creación más amada.
El Editor
Referencia
Maxwell, J. (2015) Vivir intencionalmente. Escoja una vida
relevante. New York, USA: Center Street.
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