Se dice con
frecuencia que las comparaciones son odiosas y sí que lo son. Las comparaciones
están inmersas en el mundo para establecer patrones, calificaciones o
valoraciones, que generalmente otros quieren hacer respecto de aspectos
particulares de la vida. El que compara generalmente tiene una intencionalidad
de conocer aspectos claves que le permitan, en el fondo, escoger o seleccionar
y por demás, establecer un marco de referencia que algunos acogen y otros
rechazan.
Las comparaciones en
su fundamento empresarial, permiten ver qué tanto avanzan o se rezagan las
cosas, quién va delante y quien va atrás, contexto que establece una competencia
inherente a los participantes, donde cada variable que se compara, configura
una carrera de superación y confrontación para “demostrar” que una persona o
una organización, es mejor que otra. Un juego peligroso de ganadores y
perdedores, vencedores y vencidos, una ruta donde el “ganar” se convierte en
una forma de obtener un reconocimiento generalmente externo.
Esta dinámica en la
que el mundo moderno nos envuelve, nos induce en cada actividad de la vida a
buscar referentes de medición externos y prácticas probadas para ser
reconocidos por el entorno, para hacerse visible a los ojos de aquellos que
generan las reglas y que importantes agremiaciones y organizaciones acogen como
una forma estándar para lograr resultados; un ejercicio donde se le otorga
poder a otros y así someternos a sus condiciones, las cuales definen la manera
como el entorno nos reconoce y nos mira.
" Las comparaciones son trampas creadas por el entorno donde estamos, que pueden ser utilizadas por cualquiera de sus participantes como una forma de redirigir esfuerzos y la atención de las personas y organizaciones, para recibir una medalla, trofeo o reconocimiento y poderlo exhibir en medio de su círculo más relevante como muestra de su capacidad de superar las exigencias de un tercero y así, alcanzar un estatus deseado y de amplia visibilidad en el escenario particular donde se mueve la persona o la organización ".
Si bien las
comparaciones son necesarias para establecer patrones de mejora o fundamentos
para repensar las cosas que hacemos, no deben ser grilletes a los cuales nos
aferramos, como muletas mentales, para establecer nuestro ejercicio de valía y
logro. Cuando lo anterior ocurre, dejamos que las fuerzas exteriores tomen el
control de ejercicio personal y consistente de crecimiento íntimo se congele y
se pierda la referencia interior de las victorias necesarias para superar
nuestros propios temores.
En este sentido, las
comparaciones no pueden estar en el exterior, sino en el interior, un ejercicio
de vencimiento permanente de nuestros propios límites, que sin importar lo que
un tercero pueda decir o establecer como “bueno o excelente”, es la dinámica de
la confrontación interna la que define los nuevos normales que se configuran en
nuestro ser para alcanzar nuestras metas y sueños.
"Cuando dejamos que otros configuren este imaginario de logro, nuestras metas, se cambian por las metas de otros, creando un desbalance emocional que no corresponde con el fundamento mismo de la motivación y reto que te has impuesto".
En consecuencia, las
comparaciones deben seguir las condiciones de un sistema inteligente:
(Martínez, 1987, p.226-227)
- Plasticidad frente al medio que permite su interacción constante con el ambiente y su variedad.
- Crear variedad en el medio donde actúa, así como diferenciar el conjunto de hechos y estados, propiedades y relaciones que la constituyen.
- Escoger los rasgos claves que mejor contribuyan a la reordenación del ambiente y su variedad.
- Desarrollar y extender las condiciones anteriores a otras situaciones en las que pueda ser eficaz en su interacción con el medio y así facilitar su siguiente momento adaptativo.
Lo anterior supone
un reto personal que lleva la interacción individual con sus referentes
internos, a crear entornos inestables que cuestionan las imposiciones
valorativas de los terceros, no como confrontación de estándares, sino como
fundamento de la estabilidad personal y la flexibilidad estructural del
ambiente, que permite el cambio y asegura las reorganizaciones necesarias.
El Editor.
Referencia
Martínez, M. (1987)
Dimensiones adaptativas y proyectivas de los sistemas. En Castillejo, J. L. y
Colom, A. J. (Coords) (1987) Pedagogía
sistémica. Barcelona, España: Ediciones CEAC. 221-233