domingo, 14 de junio de 2015

La actitud lo es todo

Dicen que la actitud lo es todo en la vida, que no podemos pensar sin tener un referente, modelo o concepto presente, que todo aquel que no avanza en la vida, retrocede; expresiones que nos hablan de una forma de entender nuestro entorno para dar cuenta de los retos que debemos superar y así motivar las transformaciones que se requieren en el mundo.

Según reconocidos teóricos, la actitud es “una predisposición aprendida para responder consistentemente de un modo favorable o desfavorable con respecto a un objeto social dado”, en este sentido podemos afirmar que la actitud es una manifestación que se aprende, que se entrena para procurar cambios en las personas y movilizar esfuerzos que hagan que las cosas pasen.

Tener una actitud adecuada o cambiar la actitud en otros, es un ejercicio no sólo de capacidad de convencimiento, sino de transformación positiva de la evaluación afectiva sobre los resultados con ocasión de una conducta particular. Esto supone, que debe haber un juicio reflexivo de la acción, que esta mediado por lo que se espera de una persona de acuerdo a un referente normativo institucional o de un grupo de personas, relevante para el individuo que la ejecuta.

En consecuencia, la intencionalidad de la acción individual estará orientada por la actitud para responder y actuar de manera adecuada frente a situaciones que son sensibles al contexto en el cual opera. Lo anterior, nos indica que mientras más comprenda su contexto y las realidades circundantes, mejor información tendrá para actuar, basado no solamente en función de su marco normativo, sino en sus creencias o convicciones.

Si bien anotan los académicos que “las actitudes tienen la función de exaltar el concepto que el sujeto tiene de sí mismo”, es la realización misma de sus acciones las que manifiestan sus capacidades para llevar una situación o contexto de una condición inicial a otra totalmente diferentes, generalmente de mayor valor y relevancia tanto para él como para su entorno. En esta línea, las actitudes afirman al individuo sobre sus posibilidades y no sobre sus probabilidades.

Así las cosas, los especialistas concluyen que “las actitudes de un sujeto son marcos o cuadros de referencia que le ahorran tiempo para organizar el conocimiento, tienen consecuencias para la conducta, posibilitan la adaptación al grupo para conseguir con mayor facilidad los objetivos que desea”. Esto es, una actitud define la forma como un individuo es capaz de sortear las inestabilidades de su entorno y cómo se sobrepone a las dificultades para darle sentido a sus metas.

Medir si las actitudes de una persona han cambiado frente a un diagnóstico base, demanda un proceso de autoevaluación, que consultando los resultados de sus acciones, responsabilidades y capacidades intelectuales, es posible determinar el aprendizaje que se ha tenido respecto de sus conductas iniciales, como quiera que siendo un proceso de construcción de significados internos, recaba sobre el contexto de la persona y  su realidad circundante.

Educar la actitud es un reto individual de aprendizaje, que reclama una postura crítica de cada ser humano, para superar sus propias limitaciones y circunstancias personales y dar cuenta de su realización, más allá de logros y reconocimiento profesionales y académicos.

El Editor

Referencia
Escámez, J.,  García, R.,  Pérez, C. y Llopis, A. (2007) El aprendizaje de valores y actitudes. Teoría y práctica. Madrid, España: Editorial Octaedro-OEI.

No hay comentarios:

Publicar un comentario