Nuestra formación desde que
iniciamos la vida académica, está fundada en la pedagogía del éxito. Una
pedagogía donde el error, como anota De la Torre “no posee un valor educativo
por sí mismo. (…) se considera un aspecto defectuoso, inadaptado y que debemos
eliminar”. Mientras en la pedagogía del éxito, se habla de satisfacción de
objetivos y logro de metas, en la pedagogía del error, se habla de diagnósticos
e intervenciones en el proceso.
En esta realidad, al ser educados
en la pedagogía del éxito, si bien nos ocupamos en alcanzar los objetivos
planteados, equivocarnos significa perder el rumbo y recibir el señalamiento de
otros, el cual afecta nuestra autoestima y genera inseguridad al individuo para
seguir intentando para alcanzar sus resultados. El éxito se convierte en un
verdugo de la persona, en su adicción y en la única fórmula que lo hace
sentirse bien consigo mismo y recibir el reconocimiento de otros.
Nada más equivocado que pretender
que durante el proceso de aprendizaje las personas no se equivoquen. En este proceso
el error es un indicador que le permite al maestro establecer los puntos de
refuerzo particular del educando, así como el ajuste de estrategias y aptitudes
permanentes que le darán seguridad y confianza (De la Torre, 2004, p.8). En
este sentido, los errores se convierten en la manera de crear nuevas
distinciones antes ignoradas tanto por educador como por educando, para
repensar el proceso de aprendizaje.
Siguiendo a De la Torre (2004) “el
error nos permite adentrarnos en los mecanismos cognitivos, (…)”, es un síntoma
que debe saber aprovechar el educador para hallar la causa raíz del reto que
tiene el educando. Entender el error como una experiencia para descubrir y
continuar explorando; para avanzar con foco en la búsqueda del entendimiento,
es una forma de potenciar el talento del educando que fortalece su capacidad de
observación y perseverancia para comprender y apropiar un nuevo campo de
conocimiento, y no sólo conocer y memorizar para aprobar exámenes.
La pedagogía del éxito procura
una individualización de la enseñanza, mientras que la pedagogía del error
trata de atender las diferencias individuales y características sociales,
menciona De la Torre (2004). Esto supone que en el ejercicio del error, se
detectan con mayor facilidad los elementos del aprendizaje, que se ocupan de
revelar la forma como el educando encuentra sentido a lo que hace y no
solamente se concentre en el indicador fallido de un resultado.
La pedagogía del error procura un
aprendizaje autónomo del educando, una búsqueda en profundidad de lo que
ocurre, una excusa para sorprenderse en el ejercicio de aprehender de su
realidad y no sólo en la sola ejercitación y aplicación de fórmulas
preestablecidas. En el error el educando se enfrenta su propio potencial y
renuncia a la comodidad de lo conocido y explorado, y se aventura a descubrir y
avanzar en medio de lo desconocido e inexplorado.
Al ser el error parte
consustancial del proceso de aprendizaje y propio al progreso de la ciencia, es
preciso dudar permanentemente de nuestras certezas para que al confrontar
nuestra realidad, podamos quebrar los lentes de la cotidianidad y reescribir el
mundo con la novedad de nuestras lecciones aprendidas.
Referencia
De la Torre, S. (2004) Aprender de los errores. El tratamiento
didáctico de los errores como estrategias innovadoras. Buenos Aires: Ed.
Magisterio del Río de la Plata
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