Generalmente se escucha y se lee
en las noticias y periódicos, la palabra crisis, para significar una condición
contraria o negativa sobre algo que está ocurriendo en la realidad. Durante los
procesos o fenómenos denominados como “crisis”, las cosas funcionan de manera
diferente a lo normal, las personas aumentan su sensibilidad a las condiciones
del entorno y están más prevenidas con todo lo que pasa en su contexto.
Si esto es cierto, ¿por qué
actuamos de esta forma sólo cuando las condiciones no nos favorecen o son
contrarias a nuestros planes? ¿Será que nos habituamos a lo “normal” y perdemos
nuestra capacidad de asombro de lo ocurre a nuestro alrededor? Estas preguntas
nos ponen en tensión sobre la exigencia permanente de mantenernos vigilantes de
nuestra realidad y anticiparnos frente a situaciones inesperadas, no sólo para
saber actuar, sino para aprovechar las oportunidades que se van a presentar.
La palabra crisis viene del
griego “Krisis” que significa separar o decidir. Es experimentar que algo se
rompe y debemos analizarlo. En este contexto, las crisis nos sacan de nuestra “normalidad”
para que observemos y analicemos aspectos que no hemos advertido. Si esto es
así, debemos anticipar las crisis y romper de manera deliberada el molde de
nuestra realidad para reconstruir y renovar lo que hacemos, pues sólo así es
posible hacer que el futuro sea real.
Las crisis que se anticipan de
manera consciente en la vida, aumentan la capacidad de respuesta tanto de
personas como de organizaciones, para explorar caminos alternativos y novedosos
que permitan repensar sus capacidades como fundamento del nuevo reto que debe
asumir para continuar existiendo, a pesar de las condiciones del entorno. Dejar
de caminar en la ruta de los “quiebres”
frecuentes, es debilitar la forma como el ser humano y las empresas enfrentan
situaciones límite.
Con frecuencia cuando hay crisis,
las organizaciones hablan de optimización, ajuste, de hacer lo mínimo, usando
por lo general una frase contradictoria y confusa como es “Hacer más con menos”.
Este tipo de mensajes, no solamente envía una orientación que desconoce la
realidad, sino que aceleran la incertidumbre propia de los momentos de verdad,
debilitando la confianza de las personas que están al frente de las operaciones
de la empresa.
Las crisis deben ser momentos
propios de las memorias del futuro y no escenarios que se presentan y que hay
que atender. En consecuencia, tanto los seres humanos como las empresas deben
discernir con cierta periodicidad las señales del entorno, para lanzarse a usar
sus agallas así como la razón para encontrar una posición ventajosa, en los “espacios
en blanco” de la realidad, que beneficie tanto a su gente como a la
organización.
Entrenar el discernimiento exige,
como anota Maxwell (2007, p.44) “ver un cuadro parcial, llenar los espacios en
blanco intuitivamente, y hallar el verdadero corazón del problema”, un
razonamiento por el complemento, que descubre lo que oculta la zona oscura de
nuestro paradigma y nos permite crear una vista inédita de lo que conocemos, para avanzar en propuestas que consultan oportunidades inexploradas y elevan capacidades potenciales latentes en las personas y empresas.
Así las cosas, las crisis,
cualquiera sea la situación que se advierta, debemos estar preparados para
actuar cada día, sin importar las circunstancias, nuestros sentimientos o lo
complicado que se pueda poner el juego; busca anticiparte a la zona incómoda con
esfuerzo sincero, dirección inteligente y ejecución sobresaliente, para que la
sabiduría de la incertidumbre te lleve a lograr más de lo esperado.
El Editor
Referencia
Maxwell, J. (2007) Las 21 cualidades indispensables de un líder.
Grupo Nelson: Nashville, USA.
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