El siglo XXI nos
exige desarrollar una capacidad para aprender y desaprender rápidamente, como
quiera que la obsolescencia del conocimiento, es una realidad que cada vez más
se hace evidente, no solamente en el contexto educativo, sino en el
empresarial. En este sentido, los profesionales de esta época de cambios
vertiginosos y asimétricos, deben renovar su “caja de herramientas” para
hacerla portable, dinámica y atractiva, con el fin de atender los retos actuales y futuros que
les demanda estar en una realidad impredecible.
En consecuencia,
estos profesionales deben considerar la formación de competencias que le
permitan, no solamente sobrevivir a la avalancha de cambios, sino desarrollar
aquellas que les anticipe una posición estratégica y táctica en el mediano
plazo en su área de conocimiento o mejor aún, tengan la virtud de ver la
realidad a través de diferentes lentes disciplinares, para crear una vista
holística del entorno.
Así las cosas, en
lectura de Jorge Yarce, podríamos decir que, se demanda un cambio de enfoque y
de mentalidad, donde todos aprendemos de todos y cada aprendizaje nos permite
abrir una nueva puerta para ver lo que estaba oculto a nuestra vista. Para
Yarce, la competencia de aprender a aprender supone tres
elementos fundamentales: aprender a
conocer, aprender a crear y aprender a comunicar.
Aprender a conocer, establece el doctor Yarce, “implica la reflexión constante y la
repercusión de ella fuera del sujeto …”. Seguidamente anota: “aprender a conocer es una condición
necesaria que le permite mantenerse actualizado para lograr un nivel estable de
productividad …”. Conocer es una invitación permanente a descubrir su
propio entorno, ver relaciones diferentes o crear nuevas, con el fin de
enriquecer allí donde la persona actúa, para discernir nuevas aproximaciones de
la realidad antes inexploradas.
Aprender a crear, comenta el académico en mención, “es
fomentar la capacidad de observación y atención para hacerse preguntas e
intentar responderlas, primero por sí mismo, y luego ayudado por otros. …”.
En palabras de Ackoff, retirar nuestras restricciones autoimpuestas y explorar
el resultado de haberlas eliminado. En pocas palabras, es una invitación a
cuestionar el statu quo, aquello que se establece como referente o dogma, con
que el fin de hacer una lectura fresca y novedosa, que corra el velo de nuevas
revelaciones y liberen la energía potencial de la inteligencia atrapada en los
límites conocidos.
Aprender a comunicar, en este punto Yarce detalla: “comunicar es el arte de transmitir información,
pensamientos, ideas, sentimientos, creencias, opiniones o datos, de una persona
a otra, a un grupo, o entre dos o más grupos. …”. Es claro que la transmisión
de información no es suficiente, para lograr comunicación. Se requiere crear
una “conexión”, una red de significados compartidos, que vinculan diferentes
realidades, generando confianza, seguridad y participación entre los
interesados. Una experiencia de intereses compartidos que suman en la
diferencia y crean identidad cada vez que se reconocen unos a otros.
Así las cosas, en un
mundo complejo, (Como anota Morin, mencionado por Tobón (2013), pág. 30: complexus
– lo que está tejido en conjunto), se requiere penetrar el tejido inexplorado del
entorno y desarrollar la habilidad para reconocer las interconexiones emergentes
de la realidad, para que renovemos cada vez los lentes del observador y así poder
conocer, crear y comunicar con una nueva racionalidad humana donde prime la
armonía de los contrarios: la certeza y la incertidumbre.
El Editor.
Referencias
YARCE, J. (2014) Liderazgo trascendente. Editorial
Panamericana.
TOBÓN, S. (2013) Formación integral y competencias. Pensamiento complejo, currículo,
didáctica y evaluación. Editorial ECOE.