La palabra líder, revisada
tanto en la perspectiva latina como anglosajona, concluye el profesor Landolfi
es: “(…) actuar de manera tal de tener cierta lucidez para separar y distinguir
las partes constitutivas de algo o de alguien, de tal manera de remover de
ellas las que no son convenientes para su crecimiento y desarrollo, produciendo
por este procedimiento cierta queja o dolor. (…)”, esto es, como un jardinero
que poda aquello que sobra en el árbol que cuida, para que no se detenga y
continúe su desarrollo.
En consecuencia un líder, en
este entendido, anota Landolfi, “es un experto conocedor de la corporeidad del
ser humano, de sus aspectos psíquicos y emocionales, de su estrato mental e
intelectual y, por último, debe ser un experto en espiritualidad.” Nótese, que
el ejercicio de liderazgo implicar conectarse con el mundo y universo de
aquellos que lidera, es entender, en sus liderados, las relaciones internas
entre su potencial y sus sueños, cultivar y motivar sus talentos y enfrentar su
limitaciones, para liberar su capacidad para transformar su entorno y lograr lo
que tanto ha deseado.
Liderar, implica ir desde
dentro hacia fuera, es nutrirse de la generosidad y el mundo de una persona,
entender aquello que revela su capacidad de sacrificio, de amor y
responsabilidad. Es encontrar aquello que le da sentido a la vida del otro y
motiva su trascendencia, es decir, la forma como alcanza su plenitud en el
ejercicio de sus talentos y virtudes. Por tanto, dice el autor del libro “La
esencia del liderazgo” que el liderazgo: “no
es una actividad que ha imponer conductas desde el exterior de las personas
sino que, conociendo en detalle a las mismas, ha de estimularlos a quitar y
cambiar desde dentro de sí, todo lo que le impida desarrollarse como ser humano.”
Así las cosas, un líder debe
cultivar su espiritualidad, su sentido de conexión con la realidad espiritual,
es decir, con sus valores, sus metas y con las responsabilidades que le asisten
para alcanzar su propio potencial. Es un viaje hacia el interior del ser
humano, para arrancar la maleza de la mediocridad, esa enfermedad que nos
induce en la inercia y el confort; una elección que nos niega la posibilidad de
alcanzar un bien superior y nos deja al margen de la excelencia a la que hemos
sido llamados.
Liderar, no es solamente un
ejercicio para cuestionar el status quo, de confianza sin arrogancia, de
mantenernos abiertos para aprender e ir más allá de sí mismo; es una elección
de doble vía, donde líder y liderado, se encuentran siempre uno al servicio del
otro, para ayudarse mutuamente para potenciar sus talentos y virtudes, para
hacer que las cosas pasen, para que la excelencia que yace en esta relación, se
materialice en logros concretos, que nos permitan ser enviados en medio del
mundo y alcanzar nuestra visión personal y de equipo.
Anota el profesor Landolfi, “
(…) El líder genuino se ha de poner al
servicio de dar a sus liderados lo que él tiene, lo que sabe hacer, sus
habilidades y destrezas. (…)” complementaríamos igualmente sus limitaciones
y retos, un ejercicio de donación y exigencia propia, que no busca su propio
beneficio, sino que alcanza su mayor recompensa en el perfeccionamiento del
otro. Una ruta que se ha trazado desde antiguo con el signo indeleble de un
madero, donde confluyen y terminan todas nuestras miserias y se hacen plenas
todas nuestras virtudes; la forma más elevada de liderazgo conocida, esa
vocación de santidad que está asistida por el amor sin límites y el servicio
con y por el otro.
El Editor
Referencias:
LANDOLFI, H. (2008)
Etimología de la palabra líder. Disponible en: http://www.sabiduria.com/liderazgo/etimologia-de-la-palabra-lider/
(Consultado: 9-02-2014)
LANDOLFI, H. (2011) La esencia del liderazgo. Libro
electrónico.
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