“Prepararse para la vida o
vivir la vida sin preparación”, dos visiones que se contraponen en el ejercicio
de balancear la preparación y foco en lo que hacemos, y manejar la
incertidumbre y lo inesperado para aprender de cada situación.
Cuando se habla de prepararse
para la vida, supone un plan de entrenamiento para contar con herramientas para
pensar, para hacer, para meditar y hacernos más resilientes frente a los
eventos imprevistos, bien sean catalogados positivos o no. Es equiparse de la
fuerza interna y nutrirse de grandes desafíos, para atravesar nuestros propios
temores y volver realidad lo que hemos soñado.
La preparación para la vida
exige prepararse frente a uno mismo y encontrar aquello que mantiene la llama
encendida, el fuego del talento, la vocación del servicio, la creatividad del
pensamiento, esa fuente de saber que no se puede transmitir en una clase
magistral, sino que es un reto tan personal, que requiere, parafraseando a Cornella
y Batlle: “(…) que lo descubras tú, para
poderlo aprender; que lo pienses tú, para poderlo recordar (…)” y
agregaría, “que lo hagas tú, para poderlo enseñar”.
Prepararse para la vida, en
términos de los académicos mencionados, es entender que “(…) La vida te proporciona unos ingredientes, te
va dando unos cuantos, y tú has de saber cocinar con ellos, combinarlos y
responder. (…)”, una metáfora que nos lanza fuera de nuestra comodidad,
pues nos reta a construir y desarrollar con lo que vamos obteniendo para seguir
elevando nuestro entendimiento de la realidad y caminar en una espiral
ascendente, que crucifique nuestro ego y libere nuestro potencial para servir.
Aceptar el reto de vivir, es
aceptar que somos diferentes. Sobre este particular Cornella anota: “Disfrutar de lo que tú tienes de especial,
no significa que esto te lleve a la soberbia de distanciarte del otro, sino
sacar provecho de lo que te hace único, para que ese otro también se pueda
beneficiar. (…)”, otras palabras, aceptar que eres irrepetible,
privilegiado y lleno de dones especiales, te debe llevar a encontrarte con el
otro para lograr cosas superiores y elevarte sobre tu propio yo, para ser parte
del equipo arquitectónico de la Creación.
Si bien podemos estar
entrenados para superar muchos momentos inesperados, otros vendrán para
sorprendernos y dejarnos lecciones que deben enriquecer nuestros propios
aprendizajes. Negarnos a aceptar esta condición, es retrasar la mano generosa
de nuestro DIOS (cualquiera sea la idea que tengas de Él), para forjar el carácter
que requerimos y superar nuestras secuelas egoístas y autosuficientes, aquellas
donde no hay espacio para descubrir “para qué me sucede” y sino el insensato y
malsano “porqué me sucede”.
Prepararse para la vida, debe
incrementar la riqueza de tu mundo interior, más que buscar prótesis para
obtener fama y reconocimiento exterior. En otras palabras, es la exigencia de
construirte a ti mismo en la presencia del Maestro, en el silencio elocuente de
tu oración. Prepararse para la vida y dejarse sorprender por ella, supone
atreverse, es decir, no ser esclavo de las circunstancias y tomar las decisiones
requeridas que te permitan al final del camino, ponerle la firma a ese cuadro
único de tu vida, cuyo valor es infinito, pues has vivido como un original y
nunca como una copia.
El Editor
Referencia
CORNELLA, A. y BATLE, R. (2013)
Ganarse la libertad. Aprender a ser libre.
Ed. Plataforma Editorial.
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