domingo, 20 de octubre de 2013

La esperanza no defrauda

Dice el Papa Francisco: “Pero la esperanza es algo más, no es optimismo. (…) La esperanza no defrauda, ¿por qué? Porque es un regalo que nos ha dado el Espíritu Santo. (…)” una frase que abre la oportunidad para jamás rendirse ni dejarse vencer por las circunstancias.
 
Esperanza, viene de “esperar”, del latin sperare, una palabra que tiene la fuerza y poder para mantenerse en pie y lograr lo que tanto quiere. Esperar per se no es lo que nos lleva a creer que somos capaces de lograr lo que nos proponemos, sino materializar con hechos y acciones esa “espera”, que lo que se traduce en un estado permanente de evolución personal para superar nuestra inercia y movilizarnos para alcanzar el nuevo nivel que se requiere para mostrar de qué estás hecho.
 
Esperanza es lo que se nos pide ante las situaciones límite, ante los momentos críticos, una virtud que se contrapone con las creencias del mundo material, que desea logros inmediatos y victorias fugaces. Esperar contra toda esperanza, es lo que debemos mantener durante nuestra vida, pues cuando sabemos que tenemos la capacidad de sobreponernos a cualquier situación, estamos abiertos para que las gracias y la bendiciones lleguen desde cualquier punto y hora, y en el momento que más lo necesitamos.
 
Esperanza es una de las virtudes teologales, una virtud cardinal que sujeta al hombre con su destino, con su ser y con su Creador, una fuerza que nutre la fe y el amor para avanzar por “cañadas oscuras”, pues en su interior brilla la luz que ha recibido desde el inicio del mundo y que jamás se apaga, pues el “espíritu divino” es la fuente misma de esa verdad. Nunca desfallecer es la consigna de aquellos cuya esperanza es firme y real, nunca dejar de creer es de los grandes espíritus vencedores, de los que han visto el futuro y se hacen parte de él.
 
Cuando todo se oscurece, cuando todo parece perdido, cuando la barca está que se hunde, la esperanza es la que se mantiene aún las circunstancias, es la que anima los espíritus combatientes incluso en las horas de zozobra. Esperar siempre lo mejor, esperar que podemos lograr nuestros sueños, es el sello de los individuos que su esencia está fundida en el madero de la cruz, una fibra sensible que ha vencido su propio querer para ser vida para todos.
 
Esperar, sin recibir recompensa, sin recibir un reconocimiento, es la prueba real de que tu virtud está fundida en el crisol de la fe, en el fuego de la verdad, que sólo vibra en aquellos que se enfrentan al mundo y sus opacidades, al mundo y sus destellos, pues saben que detrás de ellos, no hay oportunidades ni logros, sólo desolación y tristeza.
 
Cultivar la esperanza en la vida, es abrirle las puertas a una existencia llena de logros, de posibilidades, de grandes y bellas sorpresas, pues aquellos que creen que es posible que las cosas pasen, sólo estarán llenos de motivos para buscar nuevos retos y horizontes que ensanchen lo que eres y lo que estas llamado a ser: sal de la tierra y luz del mundo.
 
El Editor

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