Revisando recientemente el libro del Profesor Gary Hamel, “Lo que importa ahora”, afirma en uno de sus capítulos: “El éxito, corrompe”, una frase que por demás es provocadora, pero llena de reflexiones que ponen de manifiesto, la inercia en la cual las organizaciones entran, cuando se resignan a mantenerse con lo ya obtenido y se aferran a los logros del pasado.
Comenta el académico, “… la abundancia vuelve intelectualmente perezosos a los ejecutivos …”, otra frase que nos advierte sobre la capacidad de cuestionarnos, de pensar en el margen de las hojas; una expresión que compromete la conquista de los nuevos retos del entorno, una apuesta peligrosa que implica una posición pasiva y anquilosada que oscurece el potencial de la persona y lo lanza por el abismo de la vida sin propósito.
Cuando el éxito se convierte en la barrera intelectual y personal para levantar los ojos y ver nuevas cumbres, es necesario adelantar una cirugía de alta precisión que permita movilizar el fuego interior, reavivar el espíritu de aventura y motivar la curiosidad de lo desconocido, como prerrequisito de la exigencia de avanzar y retomar la senda de aquellos que siempre tienen una excusa para seguir “ardiendo”.
Acostumbrarse al éxito, es negarnos la posibilidad de continuar aprendiendo, de continuar descubriendo formas diferentes de hacer la cosas. La comodidad del éxito, nubla la perspectiva de la innovación y reduce la potencialidad de las ideas. Cuando superamos esta tranquilidad del logro, la creatividad reactiva nuestros sentidos, renueva nuestra voz interior y nos lanza a ver el mundo, no desde lo conocido, sino desde lo inexplorado y lleno de condiciones inesperadas.
Las personas exitosas siempre están en movimiento, pues saben que su condición responde a la forma como ellas entienden, estudian y modifican su entorno. Para ellos, la abundancia y logros son efectos colaterales de su actuar, que les permiten mantener un nivel de vida adecuado y una forma de consolidar sus propios sueños.
El hombre exitoso, no se envanece, no se olvida de sí mismo, más bien cuida de su balance personal y profesional, para mantener una actitud mental inspirada y llena de energía.
Cuando el éxito llegue a tu puerta, sabrás que has conseguido materializar el reconocimiento personal y social de aquello que inicialmente fue una “posibilidad” y que hoy lo has transformado en una “realidad”. Con el éxito vienen las “justas” recompensas al trabajo bien hecho, pero de igual forma las responsabilidades y exigencias para mantenerse y renovar tu propio reto personal; esto es, emprender nuevamente el viaje y hacer que las cosas pasen.
Nunca pienses que has alcanzado suficiente, que llegaste a la meta de tu vida, pues créeme que te sorprenderás de las cosas que el universo te tiene reservadas para que las conquistes y las transformes. Así pues, mantén tu vista en aquello que no se ve y aprende el secreto de los místicos, concentrarte en lo útil, necesario y conveniente, en otras palabras: “saber qué es lo que no hay que hacer”.
El Editor.