Navidad, es tiempo de
abandonar, de renuncias, de renovación, de transformación, de advertir en un
portal sencillo, humilde y olvidado, la verdad que el mundo moderno no quiere oír,
las palabras que quiebran la inercia del corazón duro y acomodado, la espina
que traspasa la vida ligera y sin profundidad del hombre actual, ese mensaje
subversivo e incómodo que critica el fuero del hombre exitoso del mundo.
Navidad es la expresión de la
vida, que cual vitral de iglesia, revela el interior del hombre que ha
encontrado la forma de liberarse de sí, para encontrarse con la luz. Es el
tiempo de la espera de la revelación y la comunión, la confirmación de nuestra
relación especial de sujeción, que se somete a todos los vituperios y maltratos
del mundo material, para renacer allí donde no existe la polilla, ni el
comején, el sitio destinado para todos los que han hecho de lo invisible, una
realidad visible.
Navidad, no es un momento en
el año en el que nos acercamos a celebrar un acontecimiento, sino la forma de
mantener la llama encendida, como las vírgenes que velan por la llegada del
esposo. Es la actitud vigilante del corazón que anhela abrazarse con el “infante
divino”, con la gracia santificante, para encontrar allí, nuevas y renovadas
razones para hacer de su vida el “vino de las bodas” que se guarda todo el
tiempo para el final.
Navidad, palabra que evoca el
surgimiento, el nacimiento, el anuncio de un evento que cambiará el rumbo de la
historia, la expresión que destruye nuestra tibieza y pereza interior, para
incorporarlo en el gimnasio espiritual de la fe, que se alimenta de nuestras
plegarias y aventuras, para que como, Melchor, Gaspar y Baltazar, podamos entregar
lo mejor de nuestra vida como ofrenda generosa que rinda el ciento por uno.
Navidad, fuente de
contradicción, de conflicto y de combate, signo de éxodo, confianza y virtud,
una declaración abierta del cielo que sale a nuestro encuentro para invitarnos
a ver un milagro de la esperanza y el amor, una estrella que guía la búsqueda
del hombre perdido en su verdad. Vivir la navidad, es desterrar nuestro
pesimismo y creer que aún en medio de la oscuridad, siempre existe luz al final
de camino.
Navidad, es natividad, es germinar
a una nueva vida, a un nuevo sueño, a una nueva realidad. Si no podemos
transfigurarnos y dejar las máscaras propias de nuestra vida actual, poco será
lo que se podrá celebrar, pues los regalos, los abrazos y las felicitaciones,
serán desabridas y estarán marcadas por el vacío que consume a aquel que
queriendo amar no puede.
Navidad en últimas es la
puerta estrecha que han anunciado todos los profetas, la ruta pedregosa que no
todos encuentran, el camino en verdad para la vida, la gruta de los
desposeídos, el refugio de los desterrados. Navidad es la forma como cada uno
desde su inteligencia espiritual es capaz de transformar el mundo,
transformando su propio ser.
El Editor
Navidad es una época para alimentar el alma, para renovar y purificar las manchas y sinsabores que se han acumulado en el transcurso del año. Una época de re encuentro espiritual de sí mismo y con nuestro creador. Un momento que busca la interiorización de la paz, de la armonía del ser con el Todo Poderoso. Esta época es, como lo anuncia el autor, la forma como cada uno desde su inteligencia espiritual es capaz de transformar el mundo, al hacerlo consigo mismo.
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