sábado, 14 de septiembre de 2024

El reto de forjar el carácter y alcanzar nuestro potencial

La mentalidad cortoplacista muchas veces nos lleva a ver el mundo con visión de túnel, a perdernos de la dinámica del entorno y por tanto de sus oportunidades. El avance o progreso de las personas no se mide en tiempos cortos, sino en trayectorias que permitan ver la evolución de un reto o de un propósito. Si mantenemos constantemente nuestra vista en los resultados inmediatos, estaremos viviendo y sufriendo cuando no logramos aquello que queremos (Grant, 2023).

Los planes en la vida toman tiempo, dedicación y foco. Es importante mantener la vista en lo que queremos lograr e ir corrigiendo el rumbo a lo largo de las rutas invisibles que hay disponibles para alcanzar nuestras metas, nuestros sueños. Cuando un barco zarpa y avanza en la mitad del mar perdiendo de vista la orilla ha empezado a abrazar un sueño y a pactar con el incierto. Es momento de la determinación y la valentía para asumir el reto que implica alcanzar una nueva orilla.

En medio de la travesía y de la carta de navegación inicial comienzan a aparecer los ajustes a mano alzada, las posibilidades que se pueden lograr y las evaluaciones de las alternativas en medio de altamar. Con cada día de navegación se consigue mayor experiencia, se reconocen nuevos escenarios y sobremanera se advierten nuevas oportunidades y nuevos desafíos. Los experimentos diarios en medio de la ruta, establecen apuestas que reconocen “aquello que no ha salido como se esperaba” como un nuevo insumo para alimentar el cúmulo de aprendizajes del capitán de la embarcación.

Mantenerse en ruta de aquello que queremos alcanzar, es un viaje de pasión por un resultado, de abrirse a la crítica constructiva, a escuchar voces contrarias y retar lo que hemos aprendido durante el viaje. La ruta siempre trae eventos que nos sorprenden, situaciones que nos llevan a pensar distinto y sobremanera a descubrir maneras alternativas para continuar avanzando hacia nuestro propósito. Algunas veces es importante mirar hacia atrás para afinar lo que viene hacia adelante, disfrutar el camino y abrirse a la aventura de ser uno mismo frente al desafío incierto del mar y sus misterios.

Recuerda que en medio de la ruta, hay momentos que hay que tomar un descanso, para recomponer las fuerzas y reconfigurar la estrategia. Tomar distancia de lo que hemos aprendido es necesario para continuar descubriendo el camino, es mantenernos fuera de la zona cómoda, indagando sobre aquello que es necesario aprender para avanzar y lograr algunos archipiélagos de certezas. Ten mucho cuidado pues en el mar de los inciertos y la noche del océano pueden aparecer cantos de sirenas para distraerte y alejarte de tu propósito, nada más atractivo que dejarse llevar por voces que resuenan y posiblemente nos engañan.

Es tu carácter forjado en la esencia de tus retos, el andamiaje que construimos con nuestra red de contactos y la dinámica de los sistemas que cooperan y colaboran alrededor de nuestros propósitos (Grant, 2023), establecen el marco de trabajo donde es posible superarnos a nosotros mismos e inspirar a otros para lograr sus sueños. Por tanto, no pierdas de vista el camino, ajusta tus estrategias, mejora tus herramientas y aprende todo lo que puedas, pues así podrás encontrarte a ti mismo y ayudar a otros a hacer que las cosas pasen.

El Editor

Referencias

Grant, A. (2023). Hidden potential. The science of achieving greater things. New York, NY. USA: Viking.


domingo, 1 de septiembre de 2024

Aprender, desaprender y reaprender: pedagogía y ciclo virtuoso de la vida

La vida es un reto permanente de aprender, desaprender y reaprender, un ciclo virtuoso que todo el tiempo nos mantiene en una postura vigilante para reconocer y anticipar los cambios, para estar adelante en la curva y así proyectarnos en medio de los retos que nos propone la dinámica actual. Este ejercicio demanda una apertura y disposición individual para salir de la zona conocida y avanzar en medio de nuevas estructuras y condiciones del entorno, lo que exige el desarrollo de habilidades cognitivas, afectivas y socioculturales que nos transformen y nos lancen a nuevos estados de madurez personal y profesional.

Aprender depende del contexto y se desarrolla en la construcción de relaciones con otros. Es una aventura que implica salir de nosotros mismos y encontrarnos con las reflexiones y posturas de los otros, para establecer nuevos linderos de análisis que nos lleven a situaciones y escenarios antes desconocidos, o muchas veces, a repensar aquello que ya conocemos. Esta interacción natural de los seres humanos, modela tanto los comportamientos como los conocimientos que desarrollamos, como un proceso que habilita un diálogo entre pares, que invita construir un sentido particular para las cosas, una lectura distinta y retadora del entorno donde se interactúa.

Alcanzar la conciencia del ciclo virtuoso referido previamente implica apertura a la escucha sin hostilidades, sin imposiciones sobre el otro, dispuestos a dejarnos interrogar en aquello que sabemos y sobremanera, abrirnos a la sorpresa y novedad que implica explorar nuevas opciones y oportunidades (Moncada & Cardona, 2023). Es una postura para construir un equilibrio dinámico, que a lo largo de un diálogo abierto y sincero entre iguales, revela novedosos significados de la realidad, establece indicaciones sobre aspectos invisibles hasta el momento y elabora distinciones que sugieren aspectos inéditos del contexto. Esto es,  situar presupuestos epistemológicos que nos acerquen al desarrollo de nuevas formas de hacer, pensar y transformar nuestra propia realidad.

Aprender, desaprender y reaprender más que un ciclo y una receta para aplicar en la vida, debe ser una pedagogía permanente que posibilite compartir experiencias, conocimientos y valores que privilegien la aventura de la construcción de nuevos saberes y el desarrollo de habilidades cognitivas que nos lleven a la esencia misma del conocer: el saber preguntar (Moncada & Cardona, 2023). Preguntar es al tiempo un arte y una ciencia. Un arte, pues surge en diferentes momentos de la vida cotidiana, de la lectura de textos, observaciones del entorno, de experiencias intensas o momentos de ocio. Y una ciencia, pues muchas veces está intencionada y situada en un ámbito específico de análisis, que lleva luego a una metodología para lograr ofrecer respuestas parciales.

Aprender, desaprender y reaprender es en últimas, una manera como los humanos inventamos el mundo en que vivimos, donde es posible procesar y elaborar nuevos conocimientos y saberes desde la lectura particular del mundo que hacemos cada uno de nosotros. No se trata de un proceso sofisticado o restringido para los científicos o estudiosos, sino de una condición natural del hombre que situado en sus intereses particulares y retos personales, decide qué, cómo, cuándo y dónde descubrir aquello que es relevante para transformar su vida, sin perjuicio que eventos inciertos o inesperados lo sorprendan, y lo lleven a un nivel superior de conciencia y por tanto, de transformación personal, profesional y espiritual

El Editor


Referencia

Moncada, J. S. & Cardona, F. J. (2023). Los futuros del aprendizaje. Innovación y prácticas educativas para configurar el futuro de la humanidad. Bogotá, Colombia. Cooperativa Editorial Magisterio.

domingo, 18 de agosto de 2024

Liderazgo: el desarrollo pleno de nuestra vocación

El ejercicio de liderazgo no es una condición exclusiva de un cargo o de una posición particular a nivel organizacional o de proceso, es una condición personal indelegable que permite al ser humano hacerse dueño de su propio proceso de transformación y evolución. En este sentido, hablar de liderar, es hablar de la manera misma como demostramos que hemos evolucionado y avanzado hacia el fin último que tenemos en la vida: el desarrollo pleno de nuestra vocación.

El liderazgo inicia con un propósito, con una intención. La movilización de los esfuerzos está situada más allá de objetivos específicos que se alcanzan y se dejan atrás, está ubicada en una misión, en aquello que transciende la esfera de lo pasajero y efímero, y se establece en el espacio de lo que permanece y trasciende en el tiempo. La misión define en sí mismo la esencia por la cual la persona persiste, insiste y nunca desiste, esa motivación superior que lo hace a diario pensar por qué ha venido al mundo.

Un segundo momento es la adaptación. Afirma Wheatley (2024, p.10) “En cada circunstancia, la meta es la misma, pero la aproximación varía, revelando un firme compromiso al propósito, pero abierto a distintas táctica”. Adaptarse implica nunca perder de vista el propósito y habilitar distintas vistas que permitan caminar hacia aquello que se quiere transitando por diferentes aproximaciones. Esto es, una postura flexible y de aprendizaje que capitaliza cada movimiento para lograr aquello que se persigue. La adaptación es la estrategia que descubre en el entorno nuevas palancas para movilizar el logro de la misión.

Un tercer momento son las tensiones. Esos instantes donde se contraponen las polaridades de posturas distintas que generan direcciones y enfoques alternos que pueden generar situaciones incómodas que no deben distraernos del propósito. El reto es manteniendo el propósito en el centro de la reflexión “discernir cuándo favorecer una u otra dirección, reconociendo que ambas son necesarias a lo largo del tiempo” (Wheatley, 2024, p.11) para llevar a cabo aquello que se quiere lograr. Las tensiones y diferentes vistas deben ampliar nuestro pensamiento, abrir nuestra mente a nuevas posibilidades, para enriquecer el plan trazado desde el inicio y actualizar los retos que se tienen para llevar a cabo la misión.

Un cuarto momento es el discernimiento. Es el compromiso activo y reflexivo de cada persona para mantener la “unidad de mente y corazón” (Wheatley, 2024) y así, concretar las actividades frente al propósito que nos moviliza. Es el ejercicio de la espiritualidad y fortaleza interior que mueve la esencia de la vocación individual para ser “audaces, valientes, innovadores, creativos, apasionados y llenos de un sentido de urgencia” (Wheatley, 2024, p.12) y hacer que las cosas pasen. Esto es, estar abierto y confiar en la dinámica del contexto, descubrir los patrones emergentes de los eventos, “atreverse a confiar en Dios y a confiar en que el Espíritu Santo revela el camino” (Wheatley, 2024, p.12)  y dejarnos encontrar por aquello sagrado que todo el tiempo nos busca. 

El mundo tarde o temprano nos ubicará en medio de incertidumbres y complejidades que nos exigirán adaptación o cambio, lo que necesariamente llevará a interrogar lo que hemos aprendido y abrirnos a explorar nuevas lecturas del entorno, y transformar nuestras maneras de ser más arraigadas, para darle paso al nuevo viaje que se nos propone para aprovechar la sabiduría que hemos alcanzado, a nivel individual y colectivo, y experimentar las gracias y oportunidades que ofrece el compromiso activo que moviliza y guía al ser humano: su propia vocación!

El Editor

Referencia

Wheatley, M. (2024) ¿Qué hace un líder ignaciano? Reflexiones en las prácticas y sabiduría jesuita. Jesuit Higher Education: A Journal. 13(1). DOI: https://doi.org/10.53309/2164-7666.1481

 

domingo, 4 de agosto de 2024

La nueva “anormalidad”: el reto de la creatividad, la analítica y el propósito

Hoy por hoy ya no se habla del “nuevo normal”, sino del “nuevo anormal” o “no normal”. Lo conocíamos como “normal” quedó en el pasado, en lo conocido y de lo cual sólo podemos aprender y reforzar para asegurar aquello que sabemos cómo funciona. En la actualidad con la rápida evolución del mundo, mediada por los avances tecnológicos y la ola de la inteligencia artificial, los “anormales” y los “no normales” son la pauta natural donde debemos situar nuestras reflexiones y posturas.

Para enfrentar esta nueva realidad los consultores de Mckinsey hablan de usar un trinomio particular que se compone de elementos como la creatividad, la analítica y el propósito (Cvetanovski et al., 2021). La creatividad, siguiendo las definiciones de Ackoff (1997, p.117), como “la habilidad para identificar restricciones autoimpuestas, removerlas y explorar las consecuencias de la remoción”, como una puerta para ver alternativas no previstas y explorar situaciones no conocidas, se configura como un primer fundamente para “ver” aquello que no encaja en nuestros modelos y así abrir las posibilidades, más allá de las probabilidades.

La analítica como las prácticas y estrategias basadas en datos para tomar decisiones informadas. Es un ejercicio que permite no sólo retar lo que conocemos y sabemos de la realidad, sino explorar y plantear posibilidades que habiliten oportunidades antes inexploradas y de esta forma avanzar en el reto de construir un escenario distinto para experimentar y probar en contexto desconocidos. Desde la analítica, el desafío es enfrentarnos a tres trampas propias de los humanos: el sesgo de confirmación, el exceso de confianza y el sobre ajuste (MacGarvie & McElheran, 2018).

El sesgo de confirmación es “poner nuestra atención en aquello que está alineado con nuestras creencias previas, e ignorar otros hechos y patrones en los datos” (MacGarvie & McElheran, 2018, p.156), lo que genera puntos ciegos y posturas basadas en aquello que sabemos lo que imposibilita “ver” aquello que ocurre en la realidad. Confrontar los datos que tenemos hoy, lo que sabemos sobre eso que vamos a decidir, implica probar y validar los datos disponibles para hacernos una idea mejor fundada de los hallazgos y reflexiones que nos proponen los datos.

El exceso de confianza cuando “tendemos a asumir que la precisión de nuestros juicios o la probabilidad de un suceso de cara nuestros objetivos es más favorable de lo que sugieren los datos” (MacGarvie & McElheran, 2018, p.159). La literatura llama a esta trampa “la madre de todos los sesgos”. Si bien es cierto que debemos ser optimistas en concreción de los proyectos, la interpretación de los datos debe obedecer a un método, motivación, confrontación y análisis que permita asegurar y confrontar lo que expresan los datos. Esto se hace necesario para que las decisiones que se tomen no respondan a temas que han ocurrido en el pasado, sino que se revelen conocimientos novedosos del presente que superen aquello que “intuitivamente” creemos que va a pasar.

El sobre ajuste “se produce cuando el modelo estadístico describe ruido aleatorio, en lugar de la relación subyacente que necesitamos captar” (MacGarvie & McElheran, 2018, p.161). Este reto implica discernir en medio de los datos las relaciones que resultan relevantes para analizar frente a las inquietudes planteadas antes de entrar a profundizar en otros detalles que éstos puedan sugerir. Por tanto, la experiencia y el criterio del analista están en juego. Recuerde que: “los datos nunca pueden “hablar por sí solos" y dependen de intérpretes humanos para darles sentido” (MacGarvie & McElheran, 2018, p.162).

Finalmente el propósito, como la finalidad con que emprendemos una acción, ya sea un trabajo, una investigación, una rutina nueva o la vida misma, ese sentido que se le da a una intención particular para transformar una realidad en otra. Cuando se combina el propósito a la creatividad y a la analítica se advierten nuevas oportunidades que van a resonar más profundamente en la dinámica de la vida. Permite establecer nuevos horizontes de renovación que nos sacan de la zona cómoda para experimentar curiosidad, vulnerabilidad y sorpresa, como fundamentos necesarios para enfrentar los “nuevos anormales” de la dinámica de la existencia.

Cuando todos estos elementos (creatividad, analítica y propósito) se funden en la experiencia espiritual de cada ser humano (cualquiera sea tu creencia o visión trascendente) se construye una dinámica interior que saca lo mejor de cada uno de nosotros, pues podemos ver “quiénes somos”, “qué queremos”, “hacia dónde vamos” y “qué estamos dispuestos a hacer” para hacer la diferencia y hacernos otros distintos. Es situar la “anormalidad” como la fuente natural de la dinámica del mundo para ver y revelar lo que es invisible a nuestros ojos.

El editor.

Referencias

Cvetanovski, I., Jojart, O., Gregg, B., Hazan, E. & Perrey, J. (2021). The growth triple play: Creativity, analytics, and purpose. Mckinsey Growth, Marketing & Sales. https://www.mckinsey.com/capabilities/growth-marketing-and-sales/our-insights/the-growth-triple-play-creativity-analytics-and-purpose 

Ackoff, R. (1997). Cápsulas de Ackoff. Administración en pequeñas dosis. México, DF.: Editorial Limusa, S.A de CV.

MacGarvie, M. & McElheran, K. (2018). Pitfalls of data-driven decisions. En Harvard (2018). HBR guide to data analytics. Basics for managers. Boston, MA. USA: Harvard Business Review Press. 155-164


domingo, 21 de julio de 2024

El error humano: el reto de una conciencia sistémica

Afirma Tenner (1997): “Cuando un sistema de seguridad fomenta la toma de riesgos hasta el punto de contribuir a provocar accidentes, se trata de un efecto de venganza. Aunque los propietarios del Titanic nunca afirmaron que su barco fuera insumergible, el exceso de confianza de la tripulación y los pasajeros en su avanzada construcción resultó fatídico”. 

Otro ejemplo en esta misma línea es el experimento que se hizo en el Reino Unido donde a un grupo de personas se les entregó un auto con frenos ABS y las características de confiabilidad de dichos frenos, y a otro un auto con frenos No ABS, y las implicaciones de estos mecanismos. Luego de un año, se hizo seguimiento sobre el nivel de accidentalidad de ambos equipos, resultando que aquel con frenos ABS había tenía mayor número de accidentes que aquellos que no tenía frenos ABS. El exceso de confianza en el mecanismo o dispositivo los llevó a superar los umbrales de confiabilidad definidos para estos frenos.

Estos dos ejemplos nos hablan del reto del error humano. Bien afirma Edmondson (2023, p.123): “Errar es humano, prevenir los errores básicos es divino”, esto es, volver a las orientaciones y condiciones básicas sobre los aspectos conocidos, aquellas que se pueden aplicar y tener un contexto medianamente confiable para actuar. Lo anterior lo reitera la doctrina de HSEQ (Health, Safety, Environment and Quality que en español significa Salud, Seguridad, Medio Ambiente y Calidad) que procura mantener una conciencia personal y situacional para efectos de ver cómo cada persona puede impactar a otras con su comportamiento y cómo la situación puede desencadenar eventos no previstos en el entorno.

Muchas veces los errores básicos relacionados con la falta de atención, la falta de conocimiento o la falta de práctica resultan en eventos complicados o incluso fatídicos. En ese sentido, el concepto de confiabilidad de las operaciones y la disciplina operativa se vuelven fundamentales para prestar atención al momento presente, repasar y detallar los procedimientos cada vez que se van a ejecutar y mantener un ejercicio de aplicación permanente de los mismos, como fundamento de la toma de decisiones sobre situaciones habituales.

Sólo es observar a los pilotos de los aviones antes de iniciar un vuelo. Toman un manual y repasan uno a uno cada un uno de los instrumentos y condiciones necesarias de evaluación de la aeronave y su entorno para establecer que se tiene el estado requerido para iniciar las operaciones aéreas. Seguir procedimientos y asegurarse que se cumplan puede hacer la diferencia cuando ocurre un incidente. Sin embargo y a pesar de contar con el cumplimiento de lo establecido, la inevitabilidad de la falla puede aparecer, y sólo la capacidad de maniobra, la creatividad y las horas de experiencia pueden ayudar a sortear la situación incierta que se pueda presentar.

Como seres humanos no queremos tener situaciones adversas, que nos saquen de la zona cómoda, que nos obliguen a “pensar distinto” a “explorar nuevas posibilidades”, a “encontrar nuevos talentos”. Como afirma claramente la Dra. Edmondson: “el fallo es un hecho de la vida, fallar no es una cuestión de «si», sino de «cuándo» y «cómo»” (Edmondson, 2023, p.264). Por tanto, sin las fallas que se generen en territorios desconocidos, no se puede avanzar ni innovar; sin una conciencia sistémica del entorno no es viable advertir señales débiles del contexto; sin una disciplina operativa que enfrente los riesgos conocidos, no es viable asegurar la dinámica vigente. 

Por tanto, fallar debe desarrollar en cada ser humano un proceso de discernimiento que lo haga consciente para confrontar sus propios errores, retar los conocimientos previos que tiene sobre aquello que sabe y abrirse a explorar territorios nuevos para desaprender y luego reaprender, conectando aquellos puntos inconexos. 

Es un ejercicio que requiere una dosis de humildad, valentía e incomodidad para dejar atrás lo que lo ha traído hasta este punto, y un impulso individual que combine la curiosidad, la racionalidad, la honestidad, la determinación y la pasión que demanda el lanzarse a conquistar nuevos horizontes que se esconden detrás de las fallas inteligentes: aquellas que se presentan en zonas desconocidos y persiguen un objetivo valioso (Edmondson, 2023).

El Editor


Referencias

Edmondson, A. (2023). Right kind fo wrong. The science of failing well. New York, USA: Atria Books

Tenner, E. (1997). Why things bite back. Technology and the revenge of unintended consequences. New York, NY. USA: Vintage Books.


domingo, 16 de junio de 2024

Estado de aprendizaje: El modo superviviencia del hombre moderno

Sobrevivir en el entorno actual implica no sólo contar con los conocimientos y habilidades necesarias para movilizarse y avanzar, sino la capacidad de aprender y cuestionar lo que hemos aprendido. Cuando se presenta una situación novedosa para la cual no tenemos respuesta, lo natural es retraerse y protegerse tratando de dar solución al momento que se presenta con estrategias conocidas que por lo general no funcionan. Mientras más tratamos de solucionar el momento inesperado con lo que sabemos, menos podemos avanzar (Brassey et al., 2022).

Estos momentos requieren que bajemos la guardia, declaremos que “no sabemos”, que “queremos aprender” y busquemos un “maestro” u otras perspectivas que nos ayuden a ver por fuera de nuestros propios saberes. En este nuevo espacio, donde las preguntas surgen, las oportunidades para fallar se habilitan y sobremanera las respuestas resultan sorprendentes, es momento para explorar y descubrir nuevas formas de ver el contexto, para modificar nuestros marcos de decisión y avanzar en la renovación de nuestra forma de enfrentar aquellos momentos que nos sacan de la zona cómoda.

La única forma de crear una nueva realidad es moviéndonos en el incierto y cambiando nuestra orientación, sabiendo que el “error” será la norma particular de este nuevo camino, lo que Edmondson (2023) denomina los “buenos errores”, esos que nos abren para ver aquello que encaja en lo que conocemos, que nos transforma y nos hace avanzar, sabiendo que los resultados no sólo nos darán insumos valiosos para reconocer nuevos caminos, sino que no habrán consecuencia dramáticas que lamentar.

Cuando cambiamos la lectura de la amenaza del incierto, por la oportunidad de aquello que se puede descubrir, no sólo se habilitan nuevas opciones para hacer, sino que el aprendizaje se convierte en la norma que impulsa la forma de reconocer el mundo. No dar un paso en aquello que desconocemos es negarnos la posibilidad de encontrar nuevas formas de comprender, es una encerrarnos en el saber previo que nos prepara para un mundo que sencillamente ya no existe. La evolución del mundo es tan acelerada, que si no renovamos nuestra caja de herramientas no podremos trazar rumbos que nos transformen en otros distintos.

Estar en la zona incierta es caminar y explorar un territorio que cambia de forma inesperada, que reta lo aprendido, que exige aprender algo nuevo para trazar una ruta en medio de un mar de incertidumbres, sin conocer de antemano los resultados y sabiendo que las respuestas serán provisionales. Esta zona demanda el ejercicio de adaptabilidad, agilidad y deconstrucción de lo aprendido. Es lanzarse a navegar con una carta de navegación preliminar, que se afina con el paso de las horas y que deja de ver la orilla como un referente de seguridad. Es el momento no de ser temerarios, sino valientes para transformar nuestras creencias, formas de pensar, pensamientos y sentimientos para alcanzar un nuevo nivel de transformación personal (Brassey et al., 2022)

Mantener un estado de aprendizaje es abrazar la incomodidad del incierto como el nuevo marco para reconocer el entorno y desde allí crear nuevos mapas de conocimiento, que son inicialmente desinstalados de aquello conocido, y desde allí, recomponer la lectura de aquello desconocido como una nueva ventana del saber que expande la vista actual y permite conectar los puntos antes inconexos. Esto implica “no esperar a que pasen las cosas”, sino “hacer que las cosas pasen”, un compromiso personal que fundamentalmente nos transforma en personas que antes no existían.

Referencias

Edmondson, A. (2023). Right kind fo wrong. The science of failing well. New York, USA: Atria Books

Brassey, J., De Smet, A. & Kruyt, M. (2022). Deliberated calm. How to learn and lead in a volatile world. New York, NY. USA: Harper Collins Publishers


sábado, 8 de junio de 2024

Tres palabras y tres capacidades

En el mundo actual tres palabras son claves para prosperar y alcanzar aquello que nos hemos propuesto: aprender, desaprender y reaprender, las cuales se enmarcan en tres capacidades específicas como la adaptación, la flexibilidad y la agilidad. Cuando los seres humanos retan sus propios saberes previos establecen una nueva oportunidad para ver aquello que aparentemente no estaba presente y se abren a la incomodidad del “no saber”.

Aprender es el reto permanente de los humanos. Aquel que dice que terminó de aprender, se marchita y muere. Aprender es tener la capacidad de sorprenderse y explorar aquello que no “encaja” en la mirada tradicional de la ciencia o la lógica. El ejercicio de aprender empieza en advertir aquello que reta lo que sabemos y nos permite contrastar nuestro conocimiento previo para verlo de formas distintas.

Desaprender “no es olvidar lo que ya se sabe, sino reformular lo aprendido y conseguir verlo desde otro punto de vista” (Sánchez, 2023). Este resulta el más importante de los retos, pues la inercia de lo conocido impide que el cerebro quiera salir de su zona cómoda. Es una manera que nuestro procesador trata de ahorrar energía y esfuerzo. Por tanto, desaprender implica deconstruir lo que sabemos, situarlo en el contexto de las novedades y reconectarlo de formas distintas para crear nuevas distinciones y habilitar nuevas oportunidades para conocer y reconocer.

Reaprender es la propiedad emergente que surge del desaprender. Cuando se crean nuevos patrones o puntos de conexión entre los diferentes elementos expuestos de la realidad, se ajusta el conocimiento previo y se incorporan las nuevas propuestas que aparecen del ejercicio de reconectar de formas inesperadas. En este contexto, el reaprender implica apertura para ver conexiones donde no hay y aventurarse a encontrar situaciones que cambien la manera de percibir la realidad.

Cuando el ser humano se embarca en este ciclo ascendente de renovación permanente, habilita y alimenta capacidades claves para avanzar en el logro de sus propios objetivos. La adaptación, la flexibilidad y la agilidad se convierten en los aliados estratégicos que movilizan “el querer” y lo transforman en el “poder”, una triada que cambia los “no se puede” por “exploremos a ver qué pasa”, que mantiene una postura vigilante y motivada para transformar su entorno y así mismo.

La adaptación es el ejercicio de cambio, de ajuste frente a inestabilidades o inciertos del entorno. Es aceptar la incertidumbre como el nuevo normal de la realidad, para pactar con ella y establecer aquellos elementos que permiten trazar nuevos caminos en medio de aquello que no se reconoce con facilidad. Es el ejercicio de desaprender, para buscar alternativas que lo movilicen en medio de lo desconocido para encontrar nuevos archipiélagos de certezas.

La flexibilidad es una capacidad en la que el ser humano es capaz de retar su tolerancia de riesgo. Es reconocer cuál es su límite inferior y su límite superior, para movilizarse y tener capacidad de maniobra cuando las cosas no salen como estaban previstas. La flexibilidad es un ejercicio que demanda conocerse a sí mismo, reconocer el entorno y contar con el conocimiento previo que le permite decidir y actuar. Es apropiarse de lo aprendido y lanzarse a transformar su realidad y lograr victorias tempranas a pesar de los riesgos y retos que se advierten hacia adelante.

La agilidad no es velocidad para actuar, es capacidad para conectar y desconectar los diferentes patrones conocidos del entorno, y establecer nuevas perspectivas para actuar y movilizar esfuerzos. Es el ejercicio de reaprender que demanda una mente abierta al incierto, que se siente cómoda con la inestabilidad y la volatilidad, lo que le permite avanzar en medio de las turbulencias como agente que se mimetiza con los cambios del entorno y sabe cuándo avanzar y cuándo retroceder. La agilidad es capitalizar la sabiduría de aquello que no sale como esperamos, para trazar una ruta totalmente inédita que nos lleva más allá de lo que sabemos.

Las tres palabras y las tres capacidades definen el nuevo equipaje del hombre del siglo XXI, para enfrentar y superar una realidad convulsa, contradictoria y en permanente crisis tanto por los avances como por los conflictos. Así las cosas, no es cómo vas a enfrentar lo que viene hacia adelante, sino cómo te preparas para contar con los conocimientos que requieres para transformar tu presente y crear el futuro que quieres y deseas.

El Editor

Referencia

Sánchez, E. (2023). Cómo desaprender y reaprender: una clave del crecimiento. La mente es maravillosa. https://lamenteesmaravillosa.com/como-desaprender-reaprender/