miércoles, 1 de enero de 2025

Iniciar: zona de investigación y descubrimiento

Iniciar un nuevo periodo de tiempo que en general etiquetamos como “año” (que viene de la raíz latina ann y su variante enn) implica abrir nuevas oportunidades en medio de las tendencias y retos que se abren en el horizonte. Todo lo que hemos aprendido hasta ahora es un insumo fundamental para reconocer patrones en el entorno, y no los saberes y competencias que necesitamos para lo que viene. Es un ejercicio de retarnos para usar lo que aprendemos en el camino y aplicarlo en tiempo real, para descubrir aquello que aún tenemos que analizar y comprender.

Iniciar un año, no es algo normal o natural que pasa en la vida, es la apuesta concreta y real que hacemos para escribir en una hoja en blanco el futuro que queremos crear. Es el desafío de enfrentarnos a un lienzo nuevo para comenzar a delinear pinceladas  de aquello que tenemos en mente. Habrá momentos de mucho avance, otros desérticos y con tensiones, aquellos que nos invitarán a la reflexión y tomar distancia, y esos que nos llevarán por caminos inesperados con resultados no previstos.

Arrancar un periodo de tiempo, cualquiera que este sea, siempre es una oportunidad de volver a la línea de partida (con nuevos aprendizajes), observar diferentes rutas, descubrir diferentes caminos, plantear distintas estrategias, pero sobremanera, emprender un viaje con expectativas y esperanzas novedosas que poco a poco se van concretando o renovando de acuerdo con las condiciones y escenarios que se vayan presentando. Tener un plan rígido no es la respuesta para un mundo dinámico e incierto. El plan, implica planear, aprovechar los diferentes vientos y turbulencias en el aire para construir la mejor experiencia posible, sabiendo que los resultados siempre serán aprendizaje sobre aquello que vamos descubriendo.

El año que inicia es un “parteaguas”, un momento que da cuenta del primer cuarto de siglo del segundo milenio, un punto en la historia para mirar hacia atrás de lo que dejamos y abandonamos que no nos ayuda a seguir avanzando, de aquello que hemos incorporado como humanidad y el reto de hacernos mejores seres humanos en convergencia con los avances tecnológicos y las novedades que se advierten en el mediano y largo plazo. Este momento es para revisarnos y plantearnos las metas que nos llevarán a nuevas fronteras del desarrollo humano y científico en medio de la individualidad, la inseguridad, la inestabilidad, los inciertos e impactos que se otean en el horizonte de este nuevo periodo de la tierra alrededor del sol.

No podemos ser inferiores al reto que implica recorrer un año, conquistar los desafíos y sorpresas que se nos van a proponer para prepararnos para el siguiente nivel de evolución que necesitamos. Nada más natural en el hombre que mudar de “piel”, de liberarse de sus lastres, para ganar velocidad y foco en la búsqueda y logro de sus propios sueños. Un nuevo año es, como dice Machado, “hacer camino al andar”, es plantear una carta de navegación en medio de aquello que aún no conocemos, sortear diferentes zonas climáticas y vientos inesperados, para recalcular y avanzar hacia el destino que nos hemos planteado, e igualmente estar abiertos a resultados no previstos de los cuales podemos aprender y disfrutar.

Que este nuevo escenario de tiempo sea una experiencia de crecimiento personal, profesional y espiritual. Que la luz que hemos recibido, sea la que nos guíe en momentos de oscuridad, nos soporte en situaciones de desierto, nos acompañe en tiempos de sequía y nos renueve en situaciones de contradicción. Que entendamos que el año que empieza es una zona de investigación y descubrimiento donde podemos plantear diferentes hipótesis y planes, pero solo con paso de los horas, días y meses, se irá revelando aquello que debemos aprender, las cosas que debemos renovar y las transformaciones que debemos hacer para hacernos otros distintos y salir al encuentro de nuestro futuro: descubrir nuestra vocación.

El Editor

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