domingo, 30 de mayo de 2021

Competencia & Posverdad

Estamos en un momento del mundo donde lo cierto parece falso y lo falso cierto. No hay peor mal para una comunidad que la difusión acelerada de una verdad a medias. Estamos en la era de la posverdad. Una era donde no son los hechos y los datos lo que se privilegian, sino las opiniones y los sentimientos, como fundamento de los imaginarios que se crean en la sociedad. 

Cuando se interroga “la opinión” desde una vista distinta a la que fue concebida, no hay espacio para el diálogo y exploración de diferentes vertientes, sino una respuesta cerrada propia de las tribus y los soldados que sólo leen “la verdad” desde aquellos que están alineados con sus propias ideas. Este tipo de comportamientos crean divisiones y desarrollan emociones nocivas que terminan creando grandes brechas de comunicación, donde el encuentro y la colaboración parecen ausentes (Nogués, 2018).

En un mundo como el actual donde el reto permanente es competir, imponerse sobre el otro, lograr vencer al oponente y superarlo de forma amplia y contundente, como lo menciona Dávila y Maturana (2021) en su más reciente publicación “La Revolución Reflexiva”, estamos expuestos a la lógica del conquistar y dominar, donde unos ganan y otros pierden. Esta lectura de la sociedad, no deja espacio para reconocer al otro como “verdadero otro”, para poder establecer puentes de conexión y ver alternativas distintas a la de “mi propia verdad”.

Esta perspectiva que ha marcado la historia de la humanidad nos ha dejado mal ubicados en la prospectiva de nuestro futuro, dejando una honda huella de destrucción e inestabilidad que sigue siendo atravesada por nuestros propios sesgos y no nos permite romper el ciclo vicioso de competir, ganar y triunfar, donde se acrecientan los egos, se insiste en el concepto de superioridad y sobremanera, se socava y elimina la oportunidad de explorar alternativas con otros. Bien dicen los que insisten en esta postura, que la historia la cuentan los ganadores.

Cambiar esta dinámica voraz de acaparar, de logros y posiciones dominantes globales, implica generalmente cambiar la forma como cada uno de nosotros ve el mundo. Es un ejercicio que implica deponer nuestras defensas intelectuales que soportan el modelo y abrir la posibilidad para declarar que no sabemos y abrirnos a aprender “quiénes somos”, “qué queremos” y “cómo avanzamos”. Pasar la página de la competencia, para darnos la oportunidad de escribir una nueva basada en la colaboración y la cooperación es un desafío que no va de palabras y discursos, sino de acciones y obras que hablen de la ruta “con corazón” que queremos emprender (Dávila & Maturana, 2021).

Ver más allá de nuestras zonas particulares de control, y pasar la hoja de “mi realidad”, implica transformar una postura de reflexión lineal y focalizada con visión de túnel, por una circular y de espiral ascendente de exploración y aprendizaje, donde las relaciones conocidas y emergentes tienen cabida, con el fin de habilitar un espacio para descubrir qué hay más allá de nuestros saberes, y así fundar un nuevo discurso que se diseña desde la reconstrucción colectiva de experiencias y oportunidades, donde todos los que participan hacen parte de la vista integrada que se elabora.

Así las cosas, las tendencias que soportan la posverdad, no sólo perderán fuerza, sino que buscarán refugio en alternativas menos efectivas, menos creíbles y más visibles, que las harán aparecer con frecuencia en el radar de las reflexiones colectivas, con el fin de identificarlas y limitar sus impactos, y así crear una estrategia de defensa que demore y disuada a sus promotores en su propósito de confundir, posicionar y manipular aquello que se quiere posicionar como “verdad”.

Referencias

Nogués, G. (2018). Pensar con otros. Una guía de supervivencia en tiempos de posverdad. Buenos Aires, Argentina: ABRE|El Gato y la Caja.

Dávila, X. & Maturana, H. (2021). La revolución reflexiva. Una invitación a crear un futuro de colaboración. Santiago de Chile, Chile: Editorial Planeta Chilena S.A.

domingo, 9 de mayo de 2021

¿Qué es la estabilidad?

Se habla frecuentemente de “estabilidad monetaria”, “estabilidad emocional”, “equilibrio de mente y cuerpo”, de una condición que parece ser ideal para encontrar el punto medio que permita el balance deseado en una temática específica. La estabilidad que se busca en muchos de los temas no es estática, sino dinámica. La estabilidad exige cambios, transformación, algo paradójico cuando lo que se quiere es tener “tranquilidad y seguridad”.

Quien busca “estabilidad laboral” tratando de encontrar un lugar donde pueda tener certeza permanente y claridad de lo que tiene que hacer y entregar, terminará deteriorando y marchitando su potencial, su capacidad de aprendizaje y generando una espiral descendente peligrosa que le genera apego, incierto y pérdida de oportunidades en medio de los inciertos e inestabilidades que tendrá a lo largo del ejercicio de su cargo. Quien busca estabilidad laboral muchas veces terminará diciendo que tiene “X años de experiencia” cuando posiblemente lo que ha pasado es que tiene “X años haciendo lo mismo”.

La estabilidad es un ejercicio de comportamiento y reflexión sistémica que inicia con un cambio, con una transformación que se genera por cuenta de un aprendizaje, de una situación que lo ha sacado de la zona cómoda. Un momento en el cual el hombre se sorprende e interroga su saber previo, un contexto distinto que se asoma por cuenta de la suspensión del ejercicio cotidiano de realidad. Cuando esto ocurre, se encuentran nuevas razones para pensar y aprender, se descubren potenciales ocultos y se renueva la caja de herramientas personal.

La estabilidad que se quiere lograr, implica reconocer todo el tiempo los desbalances y retos del entorno, para encontrar puntos pivote de apoyo que actualicen las reflexiones previas y permitan conectar puntos que antes aparecían inconexos. Es una relación circular que se expande cuando existe exceso de certezas y se contrae cuando se llevan al límite los inciertos. En la medida, que podamos encontrar y mantener un ritmo de conexión con la dinámica del ambiente, de igual forma será posible sorprendernos y aprender lo que se requiere para motivar los cambios y alcanzar nuevamente la estabilidad.

La estabilidad implica que debemos cruzar el umbral de lo conocido y caminar en la zona de lo desconocido para identificar puntos relevantes que permitan superar los sesgos humanos naturales, y así definir las nuevas reglas que actualicen la carta de navegación más allá de los límites previstos. La estabilidad es el ejercicio de estirar una liga, sabiendo cuánto apetito de riesgo está dispuesto a tener, para moverse en medio de las adversidades y aprovechar las capacidades que ha podido incorporar y perfeccionar en otros momentos de volatilidad.

Cuando piense en estabilidad, recuerde que se trata de modelar el comportamiento de un ecosistema donde el hombre existe y se moviliza. Una lectura de flujos interminables de aprendizajes, sorpresas y descubrimientos que le permiten encontrarse a sí mismo y con los demás, no como un participante más, sino como un punto referente en una malla interconectada de saberes, retos, intentos, participantes, productos, servicios e intereses que cumplen ciclos acelerados de evolución y renovación, que exige la misma habilidad que se necesita al “manejar una bicicleta”, parafraseando a Albert Einstein: hay que estar en movimiento todo el tiempo para mantener y alcanzar un balance.

El Editor