miércoles, 30 de diciembre de 2020

Milagro de la "humanidad"

Reflexiones al terminar el año son frecuentes. Son momentos donde resuenan los logros al igual que los retos que no se superaron completamente. Este año particularmente ha sido inusual en todo lo que ha ocurrido, y quizá por ello, no deja de ser interesante y relevante para todas las personas, organizaciones y naciones. Haber vivido estos 366 días de este año bisiesto habla de la condición particular de los seres humanos de ser “humanos”, de ser “humus”, de ser tierra donde puede o no surgir el milagro de la “humanidad”.

Si bien las cábalas sobre los años bisiestos nunca son esperanzadoras, este se llevó todos los premios. Un año que puso a prueba todo lo que sabíamos, conocemos y exploramos en la ciencia médica. Un año que nos sacó de la zona cómoda del bienestar y libertad que tanto reclamamos. Un año que nos recordó la mayor bendición que podemos tener que es la salud. Un año que nos mostró lo frágiles y débiles que somos frente a las enfermedades. Un año que nos ilustró como los poderes globales y las tensiones políticas terminan con la confianza y supremacía de naciones.

Este año que termina es la prueba real de lo que somos como “raza humana”, donde todas nuestras limitaciones y egoísmos salieron a flote: mezquindad, sectarismo, segregación, invisibilización, ira, envidia, avaricia y soberbia, y al mismo tiempo, los sentimientos y virtudes más nobles y loables como son la solidaridad, la generosidad, la humidad, la inclusión, la fe, la esperanza, la nobleza y la consideración. Como se puede ver esta “raza” llena de contradicciones en sí misma, presente al orbe la esencia de lo que significa ser “humano” un manojo de complejidades interiores, que se adornan y matizan con un ramillete de “decisiones, virtudes y propósitos”.

Este año bisiesto es el signo que nos confirma como caminantes, que en la bella frase de Machado se traduce: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Reconocer que somos caminantes que descubren cada día el camino y lo definen con sus propias decisiones, nos confirma como seres ecosistémicos, que estamos envueltos en relaciones con nuestro entorno (algunas conocidas y otras no tanto), con lo cual toda acción que materializamos, tarde o temprano tendrá un efecto real en todo el entorno.

Nadie tiene comprado o conoce el futuro, y por tanto, se hace necesario retomar las prácticas que se han acuñado en la literatura tanto para “proponer futuros alternos”, como para “imaginar futuros posibles”. En este sentido, la invitación es para “visualizar diferentes futuros” que nos permitan ver nuevas oportunidades con el fin de “crear aquello que queremos” y sobremanera, abrirnos a las posibilidades más que a las probabilidades.

Que los próximos 365 días, inicio de una nueva década (para algunos, pues para otros ya inició) sean un reto permanente para crecer en estatura humana y espiritual, como fundamentos básicos para reconocernos como “humanos” y ver al otro como “verdadero otro”, y desde allí, poder concretar todos los sueños e ilusiones que vamos a realizar para dar testimonio de nuestra capacidad de transformación y renovación como especie humana, a pesar de nuestras grandes sombras y nuestras pocas, y a veces, olvidadas virtudes.

El Editor.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Cualidad de nacidos

Cuando se revisa la etimología de la palabra “navidad”, se encuentra que viene del latin “Nativitas”, y esta expresión se compone de dos elementos “nato” que se traduce como “nacer” y “tivus” que indica “cualidad”, lo que en últimas podríamos decantar como “cualidad de nacido”. La navidad nos habla de nuestra “cualidad de nacidos” y particularmente en estos momentos cuando se hace necesario “re-nacer”, refrendar nuestra “cualidad de nacidos” luego de este escenario de incertidumbre y fragilidad humana.

La natividad es la expresión de la vulnerabilidad, de la inestabilidad y de la debilidad humana. Ese camino de esperanza que se recorre orientado por una luz que nos viene de lo alto y por la fe que ilumina y enciende el corazón. El reconocer nuestra “cualidad de nacidos” es recordar el “si” de nuestros padres, la gracia de la maternidad de una mamá y al amor responsable y generoso de un papá. Esta “cualidad de nacidos” nos debe recordar que somos seres necesitados, y al mismo tiempo, habilitados para apoyar a otros, una doble exigencia que debemos aceptar y concretar en todo lo que hacemos.

Esta natividad es diferente. Es una donde los abrazos se extrañan, las reuniones se echan de menos, el compartir se vuelve una necesidad más allá de las manifestaciones de cariño y afecto que nos permite la tecnología. La vida sin contacto que nos impone la realidad actual, es la ocasión perfecta para valorar aquello que no vemos, aquello que sentimos y aquello que transmite una mirada, una palabra, una sonrisa, un “te quiero”, un “gracias”.

Es volver al origen de nuestra “cualidad de nacidos” donde nos reencontramos con nosotros mismos, con aquello que la prepotente humanidad nos ha desplazado, que es la humildad y la experiencia de fragilidad, que nos permite vernos tal cual como somos, como ese niño en el portal, que siendo “el dueño del Universo”, se hace el ser más vulnerable, dependiente y necesitado para mostrarnos que el mundo no es de los que son importantes para la sociedad, inflexibles en sus determinaciones y desafiantes en sus apuestas, sino de los que a pesar de las inestabilidades e inciertos, siempre encuentran un lugar para “nacer”.

Natividad es darnos la oportunidad de volver a nacer. Esto es, por un lado, revisar en retrospectiva todo aquello que veníamos haciendo, cómo lo estábamos haciendo y que impactos estábamos causando, por otro analizar en perspectiva lo que ocurre en la actualidad, los retos que se nos plantea y la acciones que vamos a tomar para transformar el momento, y finalmente en prospectiva, para ver las alternativas y posibilidades que podemos plantear, los ejercicios y prototipos que podemos desarrollar, y sobremanera la forma en que vamos a decidir para hacer que las cosas pasen.

Natividad es tiempo de recordar que el “nacer” significa abrirse a la novedad, al incierto, a la inestabilidad y los cambios, y al mismo tiempo es momento para creer, para confiar, para esperar, para descubrir y avanzar sobre un territorio que se devela conforme nos damos la oportunidad de recorrerlo. La natividad no es un tiempo de tristeza, ni de ilusiones, ni de promesas vacías, es tiempo de confiar en el abrazo providente de la luz de DIOS (cualquiera sea tu imagen que tengas de Él), en la magia del amor que abriga y calienta el corazón, y sobretodo, esperar todo lo mejor para nuestras vidas: prosperidad, salud, paz, generosidad, armonía y caridad, dones valiosos y exclusivos que abundan en la presencia de la divinidad que es celosa de su más bella creación: Tú.

El Editor 

domingo, 13 de diciembre de 2020

Líderes del futuro

En un mundo de asimetrías, inciertos, amenazas emergentes y competidores inesperados, los fundamentos del liderazgo tradicionales se ponen a prueba y demandan una revisión concreta para transformar la manera como se hace “que las cosan pasen”. La vista tradicional del liderazgo habla de conectar y encontrar aquellos elementos que movilizan a las personas para sintonizarlas con los retos y expectativas de las organizaciones, sin embargo algunos teóricos toman distancia de esta aproximación por considerarla mecanicista y con aroma de “manipulación”.

Revisando una reciente reflexión publicada en Forbes, Snow (2020) afirma que los líderes del futuro deberán desarrollar lo que él llama “cuatro extrañas o raras” habilidades o cualidades que exigen de la persona o equipo que asuma el liderazgo, mantenerse incómodo y atento a las señales del entorno, con el fin de avanzar en medio de las contradicciones, rarezas y anomalías, y así mantener actualizado un mapa sobre un territorio por demás cambiante y lleno de volatilidades.

De acuerdo con Snow (2020) las cuatro habilidades requeridas son:

1. Los líderes del futuro deberán ser “pensadores sistémicos”, es decir comprender que “todo está conectado” y por tanto, sus prioridades y selecciones deberán reflejarlo. En consecuencia, deberá tener la capacidad de hacer distinciones sobre el incierto, organizar las ideas, reconocer relaciones emergentes y establecer distintas perspectivas. De esta manera, no sólo podrá abrir y capitalizar el potencial personal o del equipo, sino habilitarlo para hacer las preguntas correctas y explorar ventanas de aprendizaje.

2. Los líderes del futuro requieren ser “intelectualmente honestos”, esto es, “declarar que no saben”, “que no tienen todas las respuestas”, “que necesitan apoyo de otras personas” y “que la situación ha superado sus saberes previo”. Por tanto, deberá abrirse a la posibilidad de construir de forma conjunta, de retar aquello que ha aprendido, y sobremanera, a exponerse para “sentirse como un aprendiente” y encontrar forma de capitaliza aquello que “no ha salido como se esperaba”. Esto implica experimentar vulnerabilidad y promover la transparencia.

3. Los líderes del futuro requieren cultivar la “humildad intelectual”. Esta característica demanda a) respetar las opiniones de los otros, b) reconocer la riqueza intelectual de otros, c) separar el ego y el intelecto frente al reto que se plantea, d) voluntad para revisar otros puntos de vista y e) arriesgarse a aprender de otros dominios de conocimiento. Cuando se logra concretar esta cualidad se habilita la flexibilidad necesaria para encontrar posibilidades más que probabilidades, para enfrentar las asimetrías del entorno y así, potenciar la creatividad y la innovación tan necesarias para enfrentar la complejidad y el incierto.

4. Los líderes del futuro deberán ser “empáticos y solidarios”, lo anterior significa entender la dinámica y contexto de las personas, su historia de vida y expectativas, como fundamento para ser verdaderamente auténticos y así desarrollar la confianza necesaria para movilizarse ante los retos, apoyarse mutuamente y capitalizar las habilidades y destrezas claves de cada uno de los miembros del equipo. La empatía y la solidaridad son consecuencias de una lectura sistémica de la dinámica de un equipo, donde no sólo están conectados por la relación laboral, sino por la experiencia personal y humana.

Adicionalmente a las cualidades sugeridas por Snow (2020), podemos agregar una más que impulse y transforme la manera de hacer las cosas. Esta cualidad es:

5. Los líderes deberán tener “perspectiva actual y prospectiva del futuro”. Esta habilidad habla del reconocimiento de las tensiones y retos de la dinámica actual del entorno empresarial y sus posibles impactos en las dimensiones políticas, económicas, sociales, tecnológicas, legales y ecológicas, de tal forma que mantenga informado a su equipo, y así mismo, la capacidad de elaborar y simular escenarios prospectivos, que sean elaborados de forma conjunta y alimentados desde las experiencias y retos de cada uno de sus colaboradores, sin perjuicio de la participación de terceros con visiones contrarias o distintas.

Estas cinco cualidades de los líderes del futuro no sólo establecen una invitación permanente para reconocer nuestros propios sesgos y limitaciones, sino una manera de revelar el proceso opaco en el cual construimos la realidad, entendemos las expectativas de los otros y sobremanera, la forma como reconocemos y exploramos la complejidad y la incertidumbre que es propia de una realidad que se reinventa día con día.

El Editor.

Referencia

Snow, S. (2020). Our Leaders Of Tomorrow Are Going To Need These 4 Rare Skills. Forbes. https://www.forbes.com/sites/shanesnow/2020/06/04/our-leaders-of-tomorrow-are-going-to-need-these-4-rare-skills/