Si entendemos que el
mundo en que vivimos no es estable por sí mismo, es decir, que constantemente
esta en una dinámica de inestabilidad, es claro que nuestra capacidad para “navegar”
en medio de estas “olas de cambios” debe estar fundada, no en conocimientos
estables debidamente probados y verificados, sino en las diversas posibilidades
de futuros, la producción de innovaciones, la capacidad de absorción de grandes
perturbaciones, en últimas en la flexibilidad de nuestros saberes, para repensar
la realidad, con el fin de responder y anticipar nuevos escenarios no
previstos.
Los conocimientos
aprendidos con el tiempo, son referentes claves que establecen el punto de
partida de nuevas propuestas que evolucionan con el tiempo, para enfrentarse a contextos
no lineales, donde es posible abrirse
a nuevas posibilidades, donde los resultados no se pueden anticipar, sólo
simular y probar, con el fin de advertir algunos patrones de comportamientos y
así imaginar cómo será ese nuevo futuro probable y plausible. Es difícil
abandonar la idea de causalidad cartesiana, aun sabiendo que muchos de los
eventos en el mundo no obedecen a la dinámica mecanicista causa-efecto.
Considerando lo
anterior, la dinámica de las relaciones entre los distintos componentes de la
realidad, generan propiedades emergentes, que caracterizan y definen la manera
como la sociedad se comporta. De acuerdo con Luengo González (2018), “las
emergencias significan un cambio cualitativo, más que un mero incremento
cuantitativo del sistema; esto
es, significan un
cambio radical y no solo marginal”.
Si esto es cierto, las comunidades manifiestan situaciones que se explican
desde la evolución de sus relaciones, y la manera como han decidido
organizarse, para armonizar sus propias contradicciones, su aciertos y
desaciertos, como una forma natural de profundizar en su propia evolución.
Somos parte de un
todo evolutivo, de un sistema complejo, que se opone al reduccionismo causal y a
los determinismos estadísticos o probabilísticos (Luengo, 2018), que busca
explorar relaciones emergentes y efectos de borde no documentados, para
mantener un balance dinámico de restricción y amplificación, de momentos de
desierto y encuentros de oasis, es decir, de la reconciliación y armonía de los
contrarios, donde no es la lógica natural y cartesiana lo que da la razón,
sino la oportunidad de pensar por fuera de los parámetros establecidos, para
crear una realidad distinta y novedosa, fuera de los linderos y marcos configurados
por intereses particulares.
Cuando eres capaz de
crear tus propias historias y darles forma en el contexto de la realidad
vigente, estas siendo protagonista de tus propios logros y abriendo
posibilidades donde otros veían limitaciones. Tu carrera no es lo que otros
quieren que sea, es una búsqueda permanente de sentido, de servicio a los
otros, donde todo tu potencial se hace manifiesto y la vida se convierte en un
diario reconocimiento de tus talentos. No has venido al mundo a ser una
parte de una historia, has sido elegido para ser protagonista y agente de
cambio, un elemento del sistema que reta sus supuestos y lo moviliza hacia
zonas desconocidas donde una nueva realidad se escribe con tus iniciales.
Si el mundo no es
una zona de estabilidad, ni de situaciones repetidas, ni de jerarquías de
conocimiento, sino un escenario de posibilidades y retos, donde sólo aquellos
que están dispuestos a abandonar la zona cómoda son lo que toman ventaja, tenemos
la oportunidad de liberarnos de nuestra propia prisión del lenguaje y de los hábitos
de pensamiento lineales, para intentar nuevas respuestas en la riqueza creativa
y diversa del mundo real.
El Editor
Referencia
Luengo, E. (2018) Las vertientes de la
complejidad. Pensamiento sistémico, ciencias de la complejidad, pensamiento
complejo, paradigma ecológico y enfoques holistas. Guadalajara, México: ITESO.
Recuperado de: https://rei.iteso.mx/handle/11117/5421
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