sábado, 20 de julio de 2019

Entre la luz y la oscuridad

Dos frases pronunciadas por dos personas de tiempos distintos, crean una vórtice de reflexión que busca comprender la esencia misma de lo que somos como humanos. La primera de Séneca: “Hay una gran diferencia entre un persona que elige no pecar y alguien que no sabe cómo hacerlo” y la otra de un director de investigaciones de la Agencia Nacional de Seguridad Norteamericana (ya fallecido), Richard Proto que afirmaba: “Las teorías de la seguridad provienen de las teorías de la inseguridad”.

Estas dos frases, establecen un marco de reflexión por el complemento que pocas veces utilizamos para descubrir y hacer evidentes nuestras cegueras cognitivas. Pensar por el complemento, es una invitación a caminar por la mente del contrario, como un espacio de diversión y análisis, para descubrir aquellos efectos no documentados que pueden surgir cuando hacemos evidente perspectivas que permanecen en las sombras, por la marcada postura mecanicista en la cual hemos sido formados.

De igual forma afirmaba Dérrida, “el objeto es por su complemento”. Es decir, un objeto no se puede descubrir o analizar en perspectiva, sino es por su cara oculta, por su relación de contraste, que es tan real, como el objeto mismo. Dicen que hemos escuchado muchas veces, el cuento de “caperucita roja y el lobo feroz” siempre en la persona de “caperucita”, pero no necesariamente en la voz del “lobo”. Cuando logramos entender y no negar nuestras propias limitaciones y zonas “oscuras”, podemos avanzar con mayor profundidad en el crecimiento personal y colectivo.

Recorrer las zonas de luz y oscuridad que tenemos como seres humanos, nos permite construir una visión del mundo más enriquecida. Esto es, diseñar y desarrollar propuestas que potencien las capacidades humanas, desde las especificaciones de las propiedades emergentes deseadas; un ejercicio que permite a los individuos reconocerse a así mismos como los facilitadores de sus propias transformaciones, de sus propios cambios, sin juzgarse ni acusarse de aquello que los avergüenza, buscando nuevas oportunidades que lo lleven a nuevas fronteras de conocimiento antes ignoradas.

Cuando contrastamos las zonas de luz y oscuridad que los seres humanos tenemos, hacemos un ejercicio donde revelamos las argucias y movimientos del adversario, para crecer en sabiduría y visión, no para imitarlo en su acción reprochable, sino para comprender mejor “porqué los atacantes adquieren frecuentemente la ventaja” y cómo éstos logran materializar sus acciones con el mínimo de esfuerzo y el máximo de beneficio. Hacer este ejercicio, nos permite no sólo construir barreras para demorar al agente agresor, sino visión sistémica para advertir la relaciones emergentes que podrán afectarte de forma efectiva en el futuro y prepararse para ello.

Cuando tu corazón se debate “entre el mal que no quieres hacer y el bien en el cual has sido creado”, estas en una zona de tensión interna y espiritual, que muchas veces fatiga tu fuerza interior, cuando tratas de superarla. Mira mas bien y estudia tus propias tendencias proclives, sin prevenciones o juzgamientos, para que, abiertos a la gracia sobrenatural, puedas iluminar esos puntos ciegos que persisten en tu mirada trascendente, y así concretar una experiencia generosa y abundante de la vida, para aquellos que se saben seres necesitados de la misericordia divina, y que son un proyecto humano en permanente evolución y construcción.

El Editor.

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