domingo, 10 de febrero de 2013

Sencillez



En general tres palabras rondan las exigencias de la gerencia desde siempre: sencillo, efectivo y rentable. Sin embargo, podemos advertir que dichas palabras las podemos condensar en nuestras vidas como sencillo y profundo, expresiones de aquellas cosas que sin propietarios ni analogías son capaces de incrementar nuestra agudeza mental y provocar la concentración, para producir en el ser humano una experiencia sensorial que recrea imágenes y visiones que transforman su  hacer.

Las cosas que son sencillas son esquivas, requieren una búsqueda de lo elemental, que generalmente se pierde y escapa en medio de los afanes y múltiples vistas del mundo. Lo básico es la fuente del entendimiento, la puerta para descubrir la esencia de las cosas; lo complejo es una elaboración humana, basada en nuestra experiencia, la cual se hará más procesada y oscura en la medida que nuestros sentimientos se aniden y se enfrenten a sí mismos.

Ser sencillo es tener la agilidad, la potencia y el sentido de trascendencia, pues la sencillez es no se amarra a los intereses agregados de las cosas, destruye las interpretaciones aumentadas de la realidad y alcanzan plenitud en el ejercicio de la curiosidad interior. La sencillez es una virtud que encuentra en el hombre una forma para incrementar su visibilidad y el puente que valida sus pasos en el mundo, hacia las praderas que no tienen fin.

Conseguir la sencillez en la vida no es un ejercicio por hacer “el menor esfuerzo”, sino de concretar nuestra vista de las cosas para extraer y potenciar lo mejor de ellas. Esto es, recibir el contagio de la gracia y desarrollar nuestro instinto natural para alcanzar los bienes superiores, esos que están siempre a nuestro alcance y nos permiten comprobar que somos imagen y semejanza de un ser superior que vive en medio de nosotros.

El poder de lo sencillo radica en la conexión directa que existe entre el mundo y su realidad, en la forma cómo podemos advertir patrones y condiciones inesperadas del entorno y, en el deseo personal por desprendernos de nuestros modelos mentales, para provocar las sensaciones y emociones, que catapulten nuestra imaginación fuera de la ilusión del mundo elaborado y sometido por el lujo y el confort.

Encontrarse con la sencillez exige tomar la decisión de volver tangibles nuestras propuestas, de jugarse sus propios ahorros de confianza para que una idea se transforme en una realidad. El argumento de la sencillez es liberarnos de los filtros personales, de los prejuicios sociales y rasgar el velo de nuestra propia historia, para escribir una nueva forma de hacer las cosas y alcanzar un renovado lindero de fe donde ningún otro ser humano ha llegado antes.

Luchar por la sencillez, por aquello que es funcional, útil y estético, es encontrar la llave para simplificar nuestra vida, ese “grial” que libera al hombre de los excesos, que somete sus instintos más voraces y reanima su esperanza y virtud, para caminar por la vida provocando sensaciones inesperadas, que causen interés renovado en las verdades incómodas de la cruz.

El Editor.

1 comentario:

  1. El Santo Papa, al referirse al momento histórico por el que pasamos,explica como el relativismo se apodera del pensamiento humano, para ello, acudimos a la estrategia de confundir, logrando que las cosas no se vean sencillas, asi se nos facilita mostrar nuestras ideas, como si fueran una verdad, pudiendo no serlo.

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