En general tres palabras
rondan las exigencias de la gerencia desde siempre: sencillo, efectivo y
rentable. Sin embargo, podemos advertir que dichas palabras las podemos
condensar en nuestras vidas como sencillo y profundo, expresiones de aquellas
cosas que sin propietarios ni analogías son capaces de incrementar nuestra
agudeza mental y provocar la concentración, para producir en el ser humano una
experiencia sensorial que recrea imágenes y visiones que transforman su hacer.
Las cosas que son sencillas
son esquivas, requieren una búsqueda de lo elemental, que generalmente se
pierde y escapa en medio de los afanes y múltiples vistas del mundo. Lo básico
es la fuente del entendimiento, la puerta para descubrir la esencia de las cosas;
lo complejo es una elaboración humana, basada en nuestra experiencia, la cual
se hará más procesada y oscura en la medida que nuestros sentimientos se aniden
y se enfrenten a sí mismos.
Ser sencillo es tener la agilidad,
la potencia y el sentido de trascendencia, pues la sencillez es no se amarra a
los intereses agregados de las cosas, destruye las interpretaciones aumentadas de
la realidad y alcanzan plenitud en el ejercicio de la curiosidad interior. La
sencillez es una virtud que encuentra en el hombre una forma para incrementar
su visibilidad y el puente que valida sus pasos en el mundo, hacia las praderas
que no tienen fin.
Conseguir la sencillez en la
vida no es un ejercicio por hacer “el menor esfuerzo”, sino de concretar
nuestra vista de las cosas para extraer y potenciar lo mejor de ellas. Esto es,
recibir el contagio de la gracia y desarrollar nuestro instinto natural para
alcanzar los bienes superiores, esos que están siempre a nuestro alcance y nos
permiten comprobar que somos imagen y semejanza de un ser superior que vive en medio de
nosotros.
El poder de lo sencillo
radica en la conexión directa que existe entre el mundo y su realidad, en la
forma cómo podemos advertir patrones y condiciones inesperadas del entorno y,
en el deseo personal por desprendernos de nuestros modelos mentales, para provocar
las sensaciones y emociones, que catapulten nuestra imaginación fuera de la
ilusión del mundo elaborado y sometido por el lujo y el confort.
Encontrarse con la sencillez
exige tomar la decisión de volver tangibles nuestras propuestas, de jugarse sus
propios ahorros de confianza para que una idea se transforme en una realidad.
El argumento de la sencillez es liberarnos de los filtros personales, de los
prejuicios sociales y rasgar el velo de nuestra propia historia, para escribir
una nueva forma de hacer las cosas y alcanzar un renovado lindero de fe donde
ningún otro ser humano ha llegado antes.
Luchar por la sencillez, por
aquello que es funcional, útil y estético, es encontrar la llave para
simplificar nuestra vida, ese “grial” que libera al hombre de los excesos, que
somete sus instintos más voraces y reanima su esperanza y virtud, para caminar
por la vida provocando sensaciones inesperadas, que causen interés renovado en
las verdades incómodas de la cruz.
El Editor.
El Santo Papa, al referirse al momento histórico por el que pasamos,explica como el relativismo se apodera del pensamiento humano, para ello, acudimos a la estrategia de confundir, logrando que las cosas no se vean sencillas, asi se nos facilita mostrar nuestras ideas, como si fueran una verdad, pudiendo no serlo.
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