Ningún cambio en la vida está exento de riesgos, de retos y de transformaciones que desafían lo que sabemos. Sin embargo, sin esos cambios no es viable avanzar en el nuevo camino que se abre ante nuestros ojos. Sólo la persona que aprender puede cambiar. Aquel que dice que terminó de aprender, empieza a “morir”, empieza a deteriorarse, a extinguirse en vida. Todo lo que hemos aprendido es un tesoro que nos ayuda a avanzar, pero igualmente puede ser una carga, para poder evolucionar cuando no se actualiza o reta.
Es importante tener momentos de paz y tranquilidad que restauren las fuerzas y renueven la voluntad, pero no acostumbrarnos a la quietud y a la inercia, pues podemos exponernos a una zona de invariabilidad que lo único que hace es debilitar nuestra fuerza y poder interior, donde yace la semilla permanente de transformación y ruptura que sabe que hay un potencial siempre disponible para avanzar más allá de lo somos hoy. El futuro vive en cada uno de nosotros, está en cada uno corresponder con esa promesa de vida que hemos recibido.
Avanzar en la vida es una decisión individual que demuestra nuestra valentía y compromiso con nuestros anhelos y sueños, con el reto permanente de transformarnos a nosotros mismos en otros distintos, de encontrar en los otros una oportunidad para trascender desde nuestro ejemplo y nuestra propia historia. Somos sembradores de la vida, semilla de esperanza y poder transformador disponible para todo aquel que quiere ir más allá de lo que ha aprendido, que está decidido a abandonar las zona de los elogios y reconocimientos alcanzados, para mudar la “piel del éxito” y abrir nuevos caminos para reinventarse a sí mismo.
Alcanzar la maestría en una disciplina o arte implica muchas horas de trabajo, esfuerzo, técnica y perseverancia, que si bien muestra la capacidad y dominio de sí mismo, superar la sensación de logro y éxito al alcanzar el potencial esperado, es un proceso que implica ceder el espacio de la cima a otro, esto es, convertirse en un maestro, que usando su propia sabiduría y visión, pueda mostrar alternativas y rutas a todos aquellos que quieren alcanzar su propio potencial. Un maestro realmente comprometido con sus discípulos, no enseña aquello que ellos ya aprendieron, te ayuda a hacerte mejores preguntas para que descubras el camino que te llevará a superar tu propio ego y revelar el camino de la humildad.
El cambio en la vida surge de mantener preguntas sin contestar, sueños sin cumplir y expectativas sin superar. Todo esto permite al hombre mantenerse en una postura de aventura y apertura para encontrar nuevas alternativas para desaprender, para despojarse (y renovar) lo que ha aprendido y revelar la ruta de la sabiduría.
Una ruta que se alcanza al tomar distancia de sí mismo y verse en perspectiva de su propia vida, agradeciendo a la divinidad la oportunidad de vivir intensamente cada momento y sobremanera tener la bendición de mantener una vida con propósito, una vida que se define y entrega para sembrar, sabiendo que el sembrador no verá ni recogerá los frutos, que sólo lo hace por el placer de haber sembrado bien y así cumplir su propia misión: darse a sí mismo por los otros.
El Editor