domingo, 22 de marzo de 2020

Disciplina social


Los retos recientes de la humanidad son ejercicios de comprensión colectiva y de visión de conjunto donde lo que estaba aparentemente aislado revela conexiones que generalmente han pasado desapercibidas. En este sentido, se requiere una renovación y reinvención del concepto de “libertades y deberes” que a la luz de los retos democráticos implican tensiones sobre éstos fundamentos que han permanecido inmóviles en las sociedades, particularmente occidentales, por décadas.

Una crisis es un estado de inestabilidad que tensiona y reta los fundamentos sobre los cuales una persona o sociedad encuentran certezas. Son momentos de incertidumbre que llevan a sus protagonistas a tratar de encontrar inicialmente respuestas en sus seguridades iniciales, generalmente con poco éxito, para luego pensar y transformar aquellos pilares que consideraba inamovibles. Una crisis en el modelo de causa-efecto, de racionalidad pura, es un atentado contra la lógica de una realidad asimétrica, volátil y ambigua.

En este contexto, la disciplina social emerge como una oportunidad para las sociedades modernas con el fin de construir realidades, respuestas y retos de forma conjunta, donde lo fundamental no es desconocer la individualidad o aportes particulares, sino conectar las distintas visiones desde el bien general, que implica necesariamente repensar los linderos del bienestar personal. La diferencia frente al concepto inicial de disciplina, que se leía como una expresión de autoridad y obediencia ciega por parte de una autoridad, es que la disciplina es una “elección” libre y una vez se ha tomado esa decisión, razón, mente y espíritu se hacen uno para transformar todo lo que se emprenda.

La disciplina social no implica ceder y obedecer de forma ciega y estéril, sino reconocer a los otros en el ejercicio de construcción del tejido social, donde todos aportan y suman alrededor de una lectura común. Es una obediencia meditada y reflexiva que encuentra en un proyecto común, el terreno fértil que busca consolidar una solidaridad colectiva que prepara a los individuos para una vida en comunidad. “Ningún grupo social obtiene logros significativos, siquiera logros, en ninguna de las esferas de las que se ocupe a menos que su actuación esté sólidamente respaldada por el cumplimiento de su disciplina” (Ecured, s.f.).

La disciplina social implica reconocer que la autonomía personal, es el compromiso concreto con el colectivo del que hace parte. Es hacerse responsable por los resultados del conjunto, ejerciendo libremente su opción por el bien general que implica “ver con bondad y comprensión a sus propios apegos, para que su importancia poco a poco disminuya”, haciendo evidente la nulidad intrínseca de las cosas, y llegado el momento el desprendimiento ocurra (Vallés, 2001). No es un proceso fácil o inmediato, es un camino interior que inicia con reconocimiento del egoísmo individual, y termina con el desapego a las cosas y a las personas para disfrutar y contemplar el todo sin restricciones y ni ataduras.

La disciplina social es un ejercicio de libertad que implica hacerse obediente a una causa común y trascendente, que se desprende de sus apegos materiales y personales, para dar paso al amor, que como sostenía el jesuíta Tony de Mello: “nadie puede amar a otra persona mientras sienta apego por ella (…). El amor se basa en la libertad, y la libertad se pierde en el apego mutuo” (Vallés, 2001, p.62-63).

El Editor

Referencias
Ecured (s.f.) Indisciplina social. Recuperado de: https://www.ecured.cu/Indisciplina_social
Vallés, C. (2001) Ligero de equipaje. Bogotá, Colombia: Ediciones San Pablo.

domingo, 8 de marzo de 2020

Modestia y Humildad

Dos palabras pueden pasar desapercibidas al expresarlas en un contexto específico y posiblemente estemos hablando de dos cosas distintas. La modestia y la humildad son dos virtudes distintas que nutren la esencia de la persona humana y la adornan de forma especial en su forma de enfrentar y tomar la vida.

De acuerdo con el pensamiento de Tomás de Aquino, la modestia tiene que ver con el modo, la moderación y la austeridad, que cuida del orden, el comportamiento y las relaciones con los otros (Oliveros, 2016). La modestia es una virtud que busca conectar y balancear al “modus vivendi” del ser humano, para encontrar el justo medio de su actuación, que concrete sus retos y oportunidades en coherencia con la moderación de sus comportamientos para el logro de sus sueños y anhelos.

Una persona modesta no es apocada, ni cabisbaja, por el contrario, es un ser conectado con su interior, que descubre quién es y cómo puede hacer las cosas, de tal forma que supera los miedos del “qué dirán” para templar sus propios temores y motivar acciones que cambien la forma de hacer las cosas. El modesto no deja que otros ocupen su lugar, lo toma de la mejor manera, para construir y descubrir con su prójimo lo mejor de su propio potencial para ponerlo al servicio de una causa común, de un sueño colectivo donde todos tienen que aportar y todos tienen algo que alcanzar.

De forma equivalente la humildad aparece como esa otra virtud que adorna la vida de los seres humanos. La palabra viene de “humus” que significa tierra, fertilidad que se nutre de la fuerza misma del suelo. La persona humilde goza de tranquilidad y seguridad interior (Ruiz, 2019, p.94), vive intensamente su propio proyecto de vida, teniendo muy claro qué pueden hacer y saben cuándo pedir ayuda para continuar avanzando en sus retos y descubrir oportunidades. El humilde se nutre de su fuerza interior y su conexión trascendente, sabiendo que su realidad establece su escenario de acción temporal, donde muchos tratan, pero pocos insisten para alcanzar sus sueños.

Una persona humilde no está sujeta a la consecución de bienes materiales, los utiliza en tanto cuanto le permitan alcanzar sus objetivos y alimentar el vínculo sagrado propio de su espiritualidad (Catholic.Net, s.f.). La humildad es un ejercicio que implica aprender todo el tiempo de sus limitaciones, pero no quedarse en ellas. Es configurar y desarrollar capacidad de aprendizaje que le abre nuevas oportunidades y rumbos inesperados para aumentar sus habilidades, de tal forma que mantiene sus pies en la tierra y su corazón en aquello que no se ve y espera. Ser humilde es un proceso permanente de reinvención personal que tiene como propósito “mudarse” a sí mismo.

La persona que practica la humildad y la modestia constituye un grado de perfeccionamiento personal que va más allá del ser humano promedio. No es un signo de perfección o admiración, sino una exigencia permanente de construcción y reinvención personal que mide y sintoniza sus comportamientos y el modo de hacer las cosas, con las oportunidades permanentes de aprender y superarse a sí mismo, de tal manera que el éxito en su vida, no son los logros y reconocimiento que puede obtener, sino la estatura humana que puede alcanzar desde su propia confianza personal, el reconocimiento de aquello que no sabe y la fe transcendente que lo atraviesa desde que nace hasta que abandona el plano real donde nos movemos y existimos.

El Editor

Referencias
Oliveros, E. (2016) La virtud de la modestia y las formas corporales de expresión en Santo Tomás de Aquino. (Tesis doctoral. Facultad de Teología). Universidad de Navarra. España. Recuperado de: https://www.almudi.org/recursos/virtudes/morales/9781-La-modestia-en-el-pensamiento-moral-de-Santo-Tomas
Catholic.Net (s.f.) Humildad. Portal Católico. Recuperado de: http:// https://es.catholic.net/op/articulos/56649/cat/1068/humildad.html
Ruiz, A. (2019) Ahora o nunca. Las cinco (5) claves para triunfar en tu carrera profesional. Barcelona, España: Ed. Conecta.