domingo, 25 de octubre de 2020

Compartir

Compartir es una palabra que goza de una lectura positiva en la sociedad. Es una palabra que habla de la generosidad del corazón y de la disposición de una persona para motivar un goce compartido de un bien con otros. Para compartir, es necesario previamente haber tenido algo, haber concretado algo y saberse poseedor de ese bien o beneficio. Nadie puede compartir de aquello que no tiene, y por lo tanto, el compartir se traduce en una expresión de apertura y reconocimiento que tiene su génesis en la persona misma.

En la dinámica social cuando se habla de compartir se puede entender como aquello que se dona, se entrega y se otorga con el fin de que otros puedan obtener un beneficio. Compartir es sinónimo de solidaridad, de decirle al prójimo que hay alguien que le importa su situación, que no está solo y sobremanera, que es posible construir un presente y futuro distinto desde la acción decidida de una persona o conjunto de ellas, para cambiar el statu quo vigente.

Compartir para otros puede ser sinónimo de debilidad, de vulnerabilidad e inseguridad que puede debilitar una posición estratégica de una persona, empresa o nación. Cuando se comparte con semejantes o pares aspectos de son relevantes y sensibles, es necesario crear un ambiente de confianza y corresponsabilidad que implica un ejercicio de construcción conjunta, donde los intereses de ambos están en juego, y por lo tanto, habrá que honrar los compromisos y exigencias requeridas para que los beneficios de esta relación de concreten en el mediano y largo plazo. 

Compartir en las parejas es un ejercicio de reconocimiento y apertura, de entrega desinteresada donde se ven de forma abierta y clara la vulnerabilidad de cada uno de los cónyuges. Es una práctica de humildad y humanidad que permite encontrar virtud en medio de las sombras del otro, y oportunidades entre las luces y talentos de la pareja. Compartir la vida con otra persona, no es un camino que se inicia con una firma o un “sí”, sino que se traduce en un proceso permanente de transformación individual que se hace escalón para impulsar al otro a que conquiste sus propios sueños.

Compartir el conocimiento, el saber y la información con otras personas, demanda la responsabilidad de la confiabilidad, integridad y validez de aquello que se quiere transmitir a los demás. Cuando se comparten datos o información de forma cerrada o abierta, no sólo es el mensaje lo que allí se moviliza, sino la intencionalidad del autor del mensaje, que entiende su práctica de colaborar e informar como un servicio que ilustra, que comunica y configura una opinión, un imaginario o una postura para que otros puedan elaborar su propio criterio y lectura del momento.

Compartir exige conectar elementos personales y profesionales. Es una práctica que debe estar articulada desde un propósito donde prime el bien general sobre el bien individual. Quien comparte con una intencionalidad oculta o distinta a buscar un beneficio para el otro, no comparte y se hace víctima de sí mismo, pues estará nutriendo una agenda personal que lo dejará marginado de la riqueza de encontrarse con el otro y las perspectivas de su mundo.

Por tanto, quien comparte se desprende de sí mismo para enriquecerse de la realidad del otro, como un viaje a un lugar desconocido, donde puede encontrar distintas opciones y posibilidades, que no hubiese identificado, sin experimentar el donarse a sí mismo y dejarse sorprender por el nuevo territorio.

El Editor