viernes, 22 de diciembre de 2017

Momento de balances

Llega la época del año para hacer evaluación de lo que se hizo, de lo que quedó pendiente y de lo que viene para el siguiente periodo. Este momento de validación de los propósitos, de los retos y los logros, establece una escena particular en cada persona, que implica verse a los ojos y decirse a sí mismo: cuánto lograste, qué tanto te has esforzado y qué cosas debes seguir desarrollando para llegar al nivel que quieres y que necesitas.

Hacer síntesis de lo que ha pasado durante 365 días, no es un ejercicio de sólo cosas positivas o sólo cosas negativas, es una oportunidad para observar el balance personal que cada ser humano ha efectuado para llegar hasta este punto del tiempo. Es claro que algunas cosas salieron como se esperaba, otras no tanto y unas, ni siquiera se dieron. Pero esto, es lo que hace que el momento de la rendición sea para crecer y aprender, para seguir corriendo la línea del desempeño logrado y lanzarse a un nivel de exigencia mayor.

Cada año vivido con intensidad deja huellas profundas en la experiencia humana. Cada momento vivido con “atención plena” transforma la manera como el hombre se ve a sí mismo y a los demás. Cada instante vivido con intencionalidad y foco, convierte personas ordinarias en seres extraordinarios. Por tanto, 365 días, no son momentos de 24 horas, sino espacios para construir sueños y construir experiencias, escenarios para capitalizar lecciones aprendidas y desarrollar alianzas para descubrir nuevas fronteras con otras personas.

Hacer una revisión de lo que ha pasado durante un año, no pretende hacer una lista pormenorizada de inversiones, gastos y utilidades, sino descubrir qué tanta estatura humana estuvimos dispuestos a lograr, qué tanta decisión tuvimos para superar los obstáculos, qué fue aquello que hizo la diferencia para concretar los logros, qué tanta oración y conexión divina desarrollamos para fundirnos con lo sagrado y sobremanera, qué tantas millas extras dinos para ser, no buenos, sino excelentes!

Dicen que el peor evaluador del ser humano, es el mismo. Cuando de evaluación se trata, no se busca obtener un valor para clasificar y determinar un desempeño, sino comprender en profundidad las oportunidades de mejora que debemos incorporar para disparar el potencial que el hombre tiene de transformarse a sí mismo y a su entorno. Evaluar lo que ha ocurrido en año es entonces, una oportunidad para reinventarse y motivar transformaciones que hagan diferencia en el siguiente periodo de 365 días.

Terminar un año y ver lo que ha ocurrido, es una experiencia personal que muestra el nivel de compromiso que cada persona ha tenido para hacer que las cosas pasen. Es una ocasión para “mudar la piel de lo viejo”, para nacer a la “novedad de lo que germina”, esa lectura de un amanecer “inocente y sin restricciones” donde cada ser humano tiene un lienzo virgen donde escribirá las memorias de un futuro que se inaugura cada vez que la tierra le da la vuelta al sol!

El Editor

sábado, 16 de diciembre de 2017

Prosperidad

Las personas que prosperan y logran grandes cosas en la vida, son aquellas que se concentran en que otros logren sus propósitos. Son aquellas que son capaces de detectar cómo pueden hacer la diferencia en los demás, siendo plataformas para aquellos que quieren alcanzar nuevos destinos superando sus propios retos.

Los negocios de hoy no buscan vender cosas o artículos particulares, sino configurar y vivir experiencias; ese arte de ayudar a tu prójimo para lograr aquello que quiere hacer y concretar un efecto personalizado, que  luego de haber interactuado contigo, se manifieste en una expresión o sentimiento que conecta su expectativa con un hecho de la realidad.

Las personas que logran conectarse con las expectativas de otros, tiene doble beneficio: abren la oportunidad para encontrar posibilidades para ayudar y encuentran la generosidad del otro, para compartir contigo un reto donde es posible hacer que las cosas pasen. Acompañar al otro en su expectativa, es un ejercicio de donación personal que encuentra dos mundos: uno que quiere aprender y otro que quiere compartir.

En este ejercicio de interacción entre estos dos mundos, se crean no solo contactos, sino relaciones que se nutren mutuamente: una de fuentes de conocimiento y referencia para hacer que las cosas pasen, y otra de nuevos retos y formas de ver el mundo. De esta manera se construye una visión enriquecida de la creación, donde dos o más exploran nuevos linderos de la realidad para encontrar formas alternas de conquistar posiciones estratégicas en la vida personal, laboral y de negocios.

Ese ejercicio de “venderse bien” que se escucha frecuentemente entre los profesionales, debe ser una búsqueda permanente para visualizar y aplicar, cómo es posible apoyar a otros en sus propios retos y no, cómo impresionar a un público o persona particular, que lo único que hace es, encerrar al profesional en su propio ego y en la transitoriedad de su propios logros. Cuando el hombre es capaz, como anota Buda, de superar su necesidad de ser superior,  de tener fama y de ganar, camina por la ruta de la virtud, la humildad y el servicio.

La prosperidad en la vida no se alcanza con golpes de suerte, hechizos o sortilegios especiales, sino con una práctica permanente que tiene a las necesidades del otro en perspectiva; como una historia de construcción conjunta donde juntos, pueden contar lo especial de una conexión que los participantes han logrado, de cómo han aprendido juntos conectando puntos y desconectando otros. Ser próspero, es tener la habilidad para encontrar necesidades no satisfechas; es hablar el lenguaje de las historias y los retos superados, es humanizar la experiencia del otro en clave de logros y lecciones aprendidas.

Desear prosperidad y abundancia, es lanzarse a ver con ojos inocentes las posibilidades de ayudar a otros a ver su propio potencial. Es olvidarse de impresionar por lo que sabemos, y concentrarnos en descubrir cómo es posible motivar una transformación en los otros, un cambio que lo renueve en sus propios retos y sueños. Sólo así, saliendo de nosotros mismos podemos encontrarnos para entender que la prosperidad no está en el tener, sino en el saber compartir.

El Editor

domingo, 10 de diciembre de 2017

Pensar distinto

Pensar distinto supone ver el mundo de forma diferente, entender la realidad más allá de lo que dictan las normas preestablecidas. Pensar distinto es la manera como el hombre se enfrenta su propio destino, al ejercicio de navegar en aguas profundas donde nadie previamente ha ido jamás. El ejercicio de pensar distinto, es una apuesta por demás peligrosa, pues la realidad vigente y aquellos que la controlan, no querrán que alguien les desdibuje todo aquello que con tanto trabajo han construido e instalado en las mentes de las otras personas.

Cambiar un paradigma, una manera de ver las cosas, supone una confrontación con lo existente; una crítica demoledora de lo vigente, que tratará de acomodar la visión del mundo a lo que todos pueden ver y observar. Mirar con otros ojos la realidad, es una intervención para enfrentar la hegemonía de una tradición y abrir un espacio en el contexto vigente, para ver cómo es posible describir las cosas de forma distinta, caminando por senderos inexplorados o impensados por la ciencia actual.

Pensar distinto supone, cambiar una forma de pensar, introducir un “pedazo de código nuevo” en la estructura del mundo, que infecte las diferentes lecturas de la realidad, para habilitar una transformación que está esperando ser implementada. Lograr esta propagación viral en un escenario existente, supone pasar las barreras de los cortafuegos de los “acomodados” en su visiones, los puntos de control de los “académicos formales” y “violar las reglas” de la lectura vigente de las estructuras políticas y económicas.

Pensar distinto, no debería ser algo fuera de lo común, debería ser algo natural que lleva la semilla del cambio, la esperanza de una realidad distinta y sobre manera una forma de reinventar la estrategia como entendemos y construimos los referentes del mundo. Quien piensa distinto hoy, es una amenaza, una forma de vida que es “divergente” y por tanto deberá ser identificada y nuevamente adoctrinada para que no se ocupe de crear posturas distintas.

Pensar distinto, es y ha sido en cada época de la humanidad, un valor y virtud que han logrado unos pocos. Algunos de ellos cambiando la tradición científica del momento, otros motivando transformaciones sociales y otros pagando con su propia integridad, el compromiso y la defensa de su visión del mundo, chocante para muchos y refrescante para otros.

Pensar distinto es un regalo que cada ser humano se hace a sí mismo, una invocación permanente de la divinidad que resalta el carácter único e irrepetible de la humanidad, que busca todo el tiempo razones y fines para continuar marcando una pauta en la construcción de un futuro mejor para todos. Todos aquellos que se atreven a pensar distinto, saben que tendrán que llevar una cuota de sacrificio, de vituperio, de abucheo y hasta de humillación, igual que aquel que trajo un mensaje de contradicción para el mundo que implicaba: “amar a quienes no te aman”.

Cuando piensas distinto el universo abre una brecha de creatividad, una invocación de las fuerzas de transformación que conspiran contigo para que brille nuevamente en el cielo la luz de oriente y se haga en ti, un nuevo Belén donde la vida se haga plena y tu energía fluya sin límites.


El Editor 

sábado, 25 de noviembre de 2017

Aventureros

Cada ser humano está siempre en un viaje permanente, donde cada paso que da se convierte en una nueva aventura en proceso. Aventura que muchas veces no es posible saber qué va a ocurrir, en otras la podemos inferir y en pocas la podemos concretar o reconocer. Lo importante es saber que una aventura, es un paso hacia el futuro, hacia lo que ha de venir, a lo que es posible y no probable.

Los aventureros no son necesariamente los temerarios que no le temen a nada, son espíritus inquietos que trabajan en medio de las tendencias del mundo, para estudiarlas y comprenderlas, y luego lanzarse para definir una postura que transforme su forma de percibir el entorno y tomarse el tiempo para cambiarlo.

La aventura no es una repetición de la vida diaria, es la apuesta de los seres humanos para explorar y desarrollar nuevas oportunidades en su jungla interior y así, descubrir nuevas fronteras para sus retos y sueños, no como observadores de la realidad, sino como protagonistas de sus propios relatos, de sus propias historias, de sus propios destinos.

Los aventureros no tienen una indumentaria especial, como sombreros, látigos, armas regulares o sofisticadas y música de fondo, sino que, desde la cotidianidad son capaces de elaborar nuevas discontinuidades que les permiten ver el mundo de forma distinta; encontrarse con situaciones totalmente novedosas y sobremanera, comprender la vida de forma enriquecida en la melodía de sus propios desafíos y las interpretaciones de su propio entorno.

Ser un aventurero, es creer que es posible cambiar la forma de comprender el mundo, que es viable romper con la tradición de “aquí lo hemos hecho así”, que hemos venido al mundo para dar cuenta de nuestros talentos, como una forma de continuar con la obra divina que inició hace muchos años la tensión de la humanidad entre el bien y el mal.

La aventura del siglo XXI desconstruye un imaginario de una zona selvática e inexplorada, por una espiral de conocimiento permanente de los seres humanos; transforma los desencuentros de los aventureros con los peligros del entorno, en reflexiones internas que enfrentan los temores y fantasmas de sus propios retos. En pocas palabras, un aventurero moderno, no encuentra un tesoro en el exterior, lo cultiva en su interior.

Cuando alguien diga que empieza una nueva aventura, sabrás que se arriesgará a zarpar del puerto conocido y seguro, para navegar en aguas inexploradas, algunas veces turbulentas y misteriosas, pero siempre con la mirada en el horizonte, sabiendo que encontrará muchas veces respuestas a sus preguntas o más preguntas a sus propios interrogantes.

Lanzarse en una aventura, es salir de la zona cómoda de la vida, liberarse del exceso de equipaje, para probar de qué está hecho el hombre y qué está dispuesto a hacer para lograr sus objetivos. La aventura requiere fidelidad a lo que somos y podemos, desconexión de los patrones conocidos y en lo que confiamos, así como motivación permanente para nunca desfallecer a pesar de las inestabilidades y contradicciones que encontraremos.

Un aventurero es un profeta avanzado en su tiempo, un lector incomprendido de la realidad, un testigo de momentos futuros, que ha regresado al presente para descubrir en su vida aquello que hace falta para vencerse a sí mismo y romper con la tradición existente, para marcar una ruta de descubrimiento individual que trascienda el hoy y la lectura del mañana.

El Editor.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Pedagogía empresarial

Mientras en la vida haya misterios que conocer, retos que conquistar y sueños que cumplir, siempre habrá una oportunidad para aprender, para sorprender y sorprenderse, para descubrir aquello que nuestra ceguera cognitiva no nos permite ver. En este ejercicio por encontrar nuevas formas de ver la existencia, debemos entender que nuestro conocimiento es limitado y reconocernos como tal, nos permite experimentar la sensación de conquista interior, esa que nos mantiene con el polo a tierra y lejos de las “luces vistosas” de la arrogancia y de la necesidad de “tener respuesta para todo”.

Somos sistemas abiertos que interactuamos y reconocemos a múltiples actores en nuestro entorno que nos permite abrir posibilidades, como una forma de encontrar “espacios en blanco” donde la imaginación puede proponer y concretar opciones para retar el status quo vigente, no para continuar con la carrera de la productividad personal, sino como una opción para “escribir en el margen de las hojas” y lanzarnos a ver la globalidad de lo que ocurre desde la tribuna privilegiada como la incertidumbre y la inestabilidad del entorno.

Cuando tenemos la posibilidad de desconectar nuestros supuestos y darnos la oportunidad de ver a través de los lentes de otras disciplinas, es viable tener visiones más ambiciosas que permiten identificar puntos en un espacio de creación nunca antes vistos y comprender relaciones emergentes entre objetos de análisis, que se revelan cuando consentimos que los supuestos de nuestras reflexiones sean interrogados desde perspectivas ajenas a sus fundamentos.

Motivar este tipo de ejercicios de exploración y reto para la práctica profesional, es una inversión que cada persona puede capitalizar, no sólo desde la esencia misma de su formación, sino desde la práctica de su participación en las organizaciones. Esto es, superar la visión “taylorista” de producción industrial y masiva, para transformarla en una experiencia de construcción e innovación, que permea la base misma de sus saberes previos, como fundamento para recorrer los caminos del aprendizaje y desaprendizaje, que repercute en la manera como los seres humanos ven el mundo y sobremanera, como encontramos nuevos retos para continuar avanzando en la existencia.

Hoy las empresas han aprendido a superar el modelo capitalista, explotador del trabajador, creando escenarios de aprendizaje, donde es posible combinar las exigencias pedagógicas necesarias para articular los desafíos del aprender y, los objetivos de negocio y retos empresariales, con el fin de crear una sinergia entre estas dos realidades, las cuales se alimentan y nutren mutuamente desde una lectura sistémica. Lo anterior, supone salir del paradigma “causa-efecto” basado en la “sanción por el error”, para diseñar “espacios psicológicamente seguros” donde el “error es una oportunidad” que nos sorprende y nos ilustra nuevas formas de comprender.

Si bien la educación mantiene su postura “respecto de educarnos y formarnos” como tarea que ocupa toda la vida, las organizaciones reclaman su espacio de formación específica, una pedagogía empresarial, como fundamento no solo de capitalizar nuevas oportunidades de negocio, sino como una forma específica de mejorar la calidad de vida de la persona y como escenario para la realización personal. Parafraseando a Esteve (2010): habilitar un salto cualitativo, donde el aprendizaje y el conocimiento, sean la base para motivar nuevas ideas, que nos lleven a comprender el mundo o incluso a nosotros mismos.

El Editor.

Referencia
Esteve, J. (2010) Educar: un compromiso con la memoria. Barcelona, España: Octaedro.

sábado, 11 de noviembre de 2017

¿Eres una persona creativa?

En un momento de la historia como el actual, ser creativo no es opcional. Es casi una exigencia para sobrevivir y evolucionar tan rápido como el entorno donde nos movemos y existimos. De acuerdo con Valderrama (2013) las siguientes son las características que debemos tener en cuenta para movilizar nuestra propia creatividad.

1. El mayor obstáculo para ser creativo es la desconfianza en las propias capacidades creativas. Libérate de tus propias restricciones autoimpuestas: trabas mentales, paradigmas obsoletos, lenguaje negativo, patrones de comportamiento, normas y valores vigentes.

2. Las personas creativas exploran muchas alternativas con fluidez antes de decidirse por una solución. Revisa, analiza, descubre en el contexto. Cambia tus lentes y mira formas alternativas de visualizar propuestas alternas frente al escenario que tienes al frente.

3. Las personas creativas cuestionan los hechos y situaciones con frecuencia. Son capaces de enfrentar y desafíar el status quo. Nunca te conformes con lo que se hace a la fecha. Busca puntos de vista alternos que permitan enriquecer la perspectiva del reto actual.

4. Las personas creativas dejan que las ideas surjan y se reservan su valoración, suspendiendo el juicio. No defiendas o rechaces las ideas con premura antes que hayan permitido crear nuevas posturas. Mas tarde serán sometidas a su valoración de idoneidad.

5. Las personas creativas ofrecen respuestas inusuales a los retos. Son capaces de leer la problemática sin dejarse influenciar por el contexto. Observa y descubre la realidad que te contiene y trata de tomar distancia de sus propias dinámicas, para que puedas “ver” lo que otros no pueden, al estar inmersos en sus propios afanes.

6. Las personas creativas repiensan sus propios modelos desde otros dominios de conocimiento. Son capaces de cambiar entre disciplinas académicas para lograr comprender los retos de sus propios retos. Trata de leer las variables de tu problema desde otra profesión, busca respuestas en lugares inéditos de la ciencia y procura dejarte sorprender por las propuestas más inusuales.

7. Las personas creativas desconectan sus saberes propios, para incorporar visiones alternas de otros individuos, con el fin de reconstruirlos y generar nuevas oportunidades de conocimiento. Busca oportunidades para desensamblar aquello que conoces y sabes, para poder enriquecer la forma como lo entiendes y descubres.

8. Las personas creativas se sienten cómodas con la ambigüedad y la incertidumbre. Busca sentirte incómodo con lo que conoces y enfrenta escenarios donde no tienes conocimiento, así tus pensamientos tendrán movilidad hacia lo incierto y motivos para plantear situaciones diferentes.

9. Las personas creativas nunca dejan de moverse, pues saben que quien no avanza y se mantiene activo, retrocede y se acomoda. Nunca dejes de mantenerte fuera de la zona cómoda, sólo así será posible que mantengas un cerebro joven y ambidiestro: listo para la acción y sensato en la reflexión.

10. Las personas creativas dejan fluir los momentos, para que ellos les enseñen las lecciones y oportunidades que tienen que aprender y desaprender. No te quejes frente a las situaciones de la vida, más bien, descubre las lecciones que tienes que aprender, los retos que tienes que superar y las oportunidades que debes descubrir. Cada momento es una enseñanza que nos libera de nuestra comodidad.

Estas diez declaraciones sobre las personas creativas son estrategias para surfear las realidades del presente, simular nuevas lecturas de las lecciones del pasado y concretar escenarios de las propuestas del futuro. Ser creativo en un mundo como el actual, es una apuesta para reinventar nuestro mundo interior y así transformar la inestabilidad del mundo exterior.

El Editor

Referencia
Valderrama, B. (2013) Creatividad inteligente. Guía para convertir ideas en innovación. Madrid, España: Pearson Educación.


Nota: Las declaraciones 6 a 10 son propias de la experiencia del autor de este blog.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Enemigo moderno

La palabra “enemigo”, es una expresión que etimológicamente proviene de una voz latina denominada “inimicus”, que con consta de una negación “in” y la palabra “imicus” que significa amigo. En los tiempos de los romanos, cualquier pueblo que no fuera amigo, coincidente con sus tradiciones y sus costumbres, y no tuviese respeto por su emperador, era candidato a ser arrasado por el poderío del imperio de Roma.

Si bien, la palabra no establece una lectura de un agresor o rival en sí misma, si manifiesta una declaración de no tolerancia con la diferencia, con aquel que tiene una forma distinta de ver el mundo. El enemigo de nuestra sociedad actual es precisamente todo aquello que no soporta ver un punto diferente o contrario, donde, tanto una parte como la otra, tratan de convencer al otro de su óptica, con el fin de “doblegar” a su contraparte para hacer valer su posición.

Este ejercicio de contrarios encontrados, es con frecuencia útil y necesario para confrontar posibles reflexiones iniciales sobre propuestas planteadas; sin embargo, una cosa es tener una visión opuesta para ser enriquecida y otra muy distinta, “agredir” a la persona desestimando su postura o propuesta, generando una violencia innecesaria que busca nuevamente concretar un ejercicio de poder y dominio que está fuera de un ejercicio académico para construir y desarrollar posturas enriquecidas.

El enemigo moderno desestima al otro en su concepción más elemental: como otro diferente, lo que genera una tensión de posturas, no para enriquecer y superar el reto que esto supone, sino como una competencia que busca alcanzar un vencedor y un vencido. Donde una parte, como en tiempos de los romanos, arrasa con la persona, su dignidad y su identidad, dejando los restos para que el mundo vea su poderío, lo que es capaz de hacer y así ganar respeto y posición.

Cuando se enfrenta un enemigo de estas características, no solo deberás tomar acciones concretas  e inteligentes para poder permanecer y darle vida a la postura que se pretende presentar, sino preparar argumentos que se alimenten de la “ponzoña” que trae la parte que quiere dominar, dejando que ese mismo veneno se devuelva a su dueño. Lo importante, es dejar fluir la estrategia y asaltarla en su propio terreno, no con la misma intención del agresor, sino con la serenidad de los que no se atan al “poder” y al “dominio”.

El enemigo trae un afán de victoria y de logro, que si bien es su fortaleza inicial, con el tiempo se convierte en su propia debilidad, pues en algún punto de su reflexión dará pasos inexactos donde sus propios argumentos darán cuenta de su propio interés y no de lograr una vista que resuelve la tensión que se ha planteado. Los enemigos actuales, como en la antigua Roma, sufren de soberbia y orgullo desmedido, dos de las tentaciones humanas más comunes, las cuales desvían al hombre de su fin último y lo deforman en el ejercicio de su convivencia con los otros.

Dicen los maestros espirituales que “hay que cuidarse de aquellos enemigos que destruyen el alma y no el cuerpo”, pues ellos saben que si es posible comprometer la esencia de lo que no se ve, se advierte el camino para destruir aquello que vemos y palpamos.

Por tanto, mantén tu mirada sobre aquellos que intenten apoderarse de tu espiritualidad, de tus mociones del alma, de tu sensibilidad con el infinito, para que puedas pedir la asistencia permanente de lo sagrado y trascendente, de ese DIOS (cualquiera sea tu imagen que tenga de él) que siempre nutre de la fuerza y el poder para conquistar y derrotar la injusticia, la inequidad y la arrogancia aún en la situaciones más inesperadas y extremas.

El Editor  

domingo, 29 de octubre de 2017

Espiritualidad superior

El reto por descubrir el futuro, es un deseo muy escondido en el corazón del hombre. Si bien vive intensamente el presente, la necesidad de conocer hacia adelante, es una fuerza interior que lo lleva a establecer patrones o reconocimiento de tendencias que le permitan estar un poco delante de la curva. ¿Quién no quisiera conocer qué va a pasar un minuto adelante en el tiempo? ¿Cuántas cosas podríamos advertir? ¿Cuántas retos podríamos superar?

Algunos piensan que es mejor no conocer lo que va a ocurrir, pues la sorpresa y el incierto los motivan y los llenan de energía para asumir la adrenalina que supone estar en el filo de la ambigüedad y experimentar los límites de sus emociones. Si bien, cualquiera de las dos posturas frente al futuro son relevantes, en el mundo de los negocios y las tendencias del mercado, si es clave poder asomarse hacia adelante para concretar apuestas que posicionen la organización en un lugar privilegiado del contexto.

Desde esta vista, es necesario detectar, como anota Burrus (2017), las tendencias fuertes esas que pasarán quieras o no, esos eventos o situaciones que empiezan a ocurrir o se darán en el futuro, que permiten transformar el presente, esto es, cambiar de forma lo que hacemos hoy, para dar cuenta del reto de diseñar y crear las reglas del futuro, desde la apuestas que hacemos en este momento.

De forma complementaria, el mismo autor, orienta sobre la identificación de las tendencias suaves, las cuales se presentan en el entorno con información razonablemente plausible; esas condiciones que se pueden derivar de datos creíbles y basados en estadísticas, o aquellas que pueden cambiar si se toman acciones decidas para que se consoliden. Las tendencias suaves establecen la base para influenciar el futuro; son la base para navegar en las posibilidades y sintetizar acciones que materialicen y concreten nuevas oportunidades para hacer que las cosas pasen.

Combinar tanto las tendencias fuertes como las suaves, permite elaborar un ejercicio de simulaciones y escenarios que no sólo crea un entorno de innovación y desafío de los inciertos e inestabilidades, sino que habilita a todos los participantes para desarrollar capacidades inexistentes hasta la fecha, como una forma de quebrar la inercia de lo conocido y lanzarse a visualizar a través del velo de lo desconocido, los nuevos patrones de crecimiento y valor.

Si quieres vivir una vida sin tensiones y estable, sin cuestionamientos, ni movimientos bruscos, y así lograr diferenciarte en lo que haces, sabrás que no es el camino que te lleva a ese destino. Sólo en la exigencia de los críticos, los cambios permanentes de tendencias y los desafíos de los tsunamis “digitales” se encuentran patrones de transformación y transmutación de espíritus y vidas.

Asume la inestabilidad y la ambigüedad como una forma de construcción de una espiritualidad superior, que nace en la confianza imperfecta de nuestras acciones y las influencias perfectas de la divinidad, como un referente básico que construye en cada ser humano una tendencia fuerte, la cual es ajustada desde las tendencias suaves, como ese timonel que exige la embarcación en medio de la mar, como testigo de su compromiso con su destino desde sus acciones en el presente.

El Editor.

Referencia
Burrus, D. (2017) The Anticipatory Organization. Turn disruption and change into opportunity and advantage. Austin, Texas. USA: Greenleaf Book Group Press.

domingo, 22 de octubre de 2017

Tres engaños que limitan el potencial

Tres son los engaños que utiliza el entorno para disuadirnos de alcanzar nuestro potencial. Tres son las palabras que son manejadas para evitar que nuestros sueños se vuelvan realidad. Tres son las expresiones que el mundo emplea para limitar el crecimiento y desarrollo de nuestras capacidades. Estas tres palabras de acuerdo con Brown (2016) son: vergüenza, comparación y desconexión.

La vergüenza, en otrora utilizada para “hacernos sentir disminuidos, apenados y sometidos” por algún comportamiento o expresión que estuviese fuera de los marcos socialmente aceptados, es aprovechada por terceros hoy como una herramienta asociada con el “miedo al ridículo y al menosprecio”, como una forma de manipular a las personas y mantenerlas a raya. Una estrategia que subyuga la valía de un individuo, su valor propio dejando que un externo maneje sus propias decisiones, haciendo de la culpa un mal endémico que corrompe su voluntad.

La vergüenza, no puede ser un valor en sí misma, sino nos permite superar el escollo o la falta cometida. El sentimiento de culpa y miedo debe ser superado a través de la enmienda de lo ocurrido y la fuerza para volver intentar y hacerlo mejor. En este sentido, aquello que no salió como se esperaba, es una oportunidad para ver que es posible hacerlo distinto y con ojos renovados para desarrollar una nueva forma de conseguir lo que queremos y deseamos.

La trampa de la comparación es un ejercicio por encontrar referentes fuera de nosotros mismos que desconocen el valor único que somos, asfixiando la creatividad y los dones exclusivos con lo que cada ser humano ha venido a este mundo. El modelo de competitividad se ha venido agotando por tratar de clasificar a las personas según marcos de trabajo que han sido concebidos como fuente de excelencia y eficacia. El ejercicio no es competir, es co-laborar, es descubrir y aportar desde las diferencias y potencialidades individuales una vista enriquecida de la realidad donde es posible lograr experiencias novedosas de forma conjunta.  

Si bien compararse ayuda con contextualizar las posibilidades y capacidades que tengo y debo fortalecer, no puede ser un ejercicio para confinar a una persona en una franja que limita su potencial. En este sentido, la comparación debe ser un habilitador para superar los límites actuales de los individuos y lanzarlos a cruzar los umbrales de su desempeño y así salir a conquistar su propios límites donde aguardan los logros y la conquista de las metas que cada ser humano tiene para cumplir.

La desconexión, esa sensación de evadir la realidad, de no asumir riesgos calculados o probar cosas nuevas. Esa experiencia de autoexcluirse de su propio contexto para evitar proponer y desarrollar propuestas que reten el estado actual de las cosas. Desconectarse es permanecer en silencio, viendo que las cosas pasan y que no estamos en el equipo de protagonistas de la historia. Vivir desconectados es estar de espaldas a nuestros sueños y traicionar la confianza divina como los administradores fieles que transforman la creación.

No podemos estar desconectados por miedo a la incertidumbre, a los riesgos emocionales y a la propia vulnerabilidad. Es precisamente ese sentimiento de inestabilidad y contradicción, el que debe activar nuestro de deseo de hacernos visibles, de conectarnos con la realidad, para dar cuenta de nuestros retos, de nuestros intentos, de nuestros aciertos y desaciertos, pero siempre con la consigna de que cada momento es una oportunidad más para superar el miedo y el malestar de los juicios y las críticas, algunas constructivas y otras no tanto.

En consecuencia, todo individuo que se deja manipular por estas tres palabras, produce en sí mismo un autosabotaje que compromete sus propios sueños. Recuerde que como afirma Brown(2016) “la vulnerabilidad es compartir nuestros sentimientos y nuestras experiencias con las personas que se han ganado el derecho a escucharlas”, una ruta personal que construye con otros un camino de conexión, confianza y compromiso.

El Editor

Referencia
Brown, B. (2016) El poder de ser vulnerable ¿Qué te atrevería a hacer si el miedo no te paralizara? Barcelona, España: Ediciones Urano.

sábado, 14 de octubre de 2017

Dualismo y dualidad

Muchas personas pueden ver la vida como un dualismo o como una dualidad. Palabras que parecen ser equivalentes, pero distan una de la otra, en la medida que su lectura permite una reflexión distinta dependiendo de la orilla desde donde se interpreta.

Un dualismo, dicen los filósofos, es una teoría que busca explicar una situación particular en función de dos factores o principios opuestos. Un ejercicio de contrarios que son de esencias distintas, que recaban características propias y que prácticamente se oponen uno al otro.  Esta es una idea que viene desde Descartes, cuando afirma que “los hechos del universo se explican mejor en términos de elementos irreductibles entre sí”.

De otra parte, la dualidad, etimológicamente viene del latín dualitas, que significa “conjunto de dos cosas enlazadas”, lo que supone en sí mismo una relación entre los dos conceptos que se complementan, que se nutren uno del otro. Una dualidad es el ejercicio de conexión de los dos elementos que la conforman, donde uno le da la identidad al otro y viceversa, una lectura de la realidad que no es opuesta entre sí sino complementaria y enriquecida desde la vista del otro.

Cuando vemos estas dos formas de pensamiento y posturas frente a la vida, entendemos que existen personas que sólo entienden su existencia desde los dualismos, desde las posturas radicales, que tratan de explicar el mundo a partir de un lado de la distinción sin darse la oportunidad de conocer la postura del otro y peor aún, catalogarla y calificarla como “equivocada” frente a su forma de ver la realidad, creyendo que está en posesión de la vista global del reto.

Este tipo de personas, vive en una segmentación de la realidad, tratando de descubrir las partes del todo sólo consultando su propia visión del mundo, fundando juicios de valor que carecen de la vista enriquecida de aquellos que observan su realidad desde perspectivas distintas. Los que viven con intensidad sus dualismos, están atrapados en su propio ego, sus propias verdades y sus propios resultados, perfectamente validados frente al segmento particular que es de su interés.

Los individuos que viven y reflexionan desde las dualidades, ven en cada objeto una posibilidad de relación complementaria, una relación algunas veces visible que logran determinar desde la experiencia práctica, otra veces invisible, que se revela desde la apertura de los participantes para arriesgarse a entrar en contacto con los otros. Toda relación supone un riesgo, situación que no es viable en los dualismos.

Los que viven una vida desde la dualidades no se desgastan en probar que su punto de vista es válido y probado, sino en construir una realidad conjunta con sus pares. Comprende que no tiene la vista total de lo que ocurre y por tanto, sabe que puede haber otras formas de percibir y analizar una misma situación. Lo anterior no quiere motivar una postura relativista del mundo, sino una oportunidad para complementar los saberes que tenemos frente al reto que la vida nos propone.

Cualquiera sea tu posición frente a la vida, dualismo o dualidad, recuerda que como seres contingentes que somos, no tenemos control de todo lo que ocurre, inevitablemente nos vamos a equivocar y que cada momento de nuestra existencia es una oportunidad para repensarnos y volver a desconectar lo que conocemos y crear una nueva espiral de aprendizaje que nos lleve al siguiente nivel.


El Editor. 

domingo, 8 de octubre de 2017

Ser racional, Ser emocional

Vivimos un encuentro permanente entre nuestro ser racional y nuestro ser emocional. Encuentros que pueden ser amenos y otros más bien tensionantes. Sin embargo, la vida se trata de mantener la armonía entre estos dos seres que buscan cada uno su protagonismo y que en algún momento tendrán que encontrarse frente a frente para superar sus diferencias y saber que cada uno tiene su momento y lugar durante la vida. Mientras el ser racional vive de hechos, datos y pensamiento lógico, el ser emocional se funda en los impulsos y energía de impresiones o sentimientos (Peters, cap.2).

Para ello es importante reconocer que consolidamos creencias y conductas que interpretan cada uno de estos seres en tiempo real para dar cuenta de nuestra acciones, esas que nos definen como somos. Siguiendo a Peters (2013) podemos tener pilotos automáticos, duendes, trasgos y piedra de la vida, las cuales definen la creencias o conductas que permiten una visión de nuestra existencia como punto de referencia para actuar.

Los pilotos automáticos “son todas las creencias y conductas positivas, constructivas” que permiten mantener una actitud motivada y afín con los retos que la vida nos sugiere. Estas se pueden incluir en cualquier momento de la vida, creando patrones o hábitos que fortalecen nuestra postura equilibrada frente a los eventos del entorno, fomentando una autoimagen positiva y propositiva que se supera siempre a sí misma.

Los trasgos y los duendes son lo opuesto a los pilotos automáticos. “Son conductas, creencias o programas automáticos inútiles y destructivos” residentes en nuestro interior. Generalmente ingresan en etapas tempranas de la vida, lo que hace que sean difíciles de erradicar, por lo cual el reto es aprender a controlarlos. La diferencia entre un duende y un trasgo, es que un duende “no está arraigado desde la primera infancia y son susceptibles de ser eliminados cuando se detectan”, mientras el trasgo es todo lo contrario.

La piedra de la vida “es el punto de referencia definitivo. Es donde se encuentran grabadas sus “verdades de la vida”, sus “valores” y su “fuerza vital” (…) ”, lo que en últimas define el filtro o marco donde se juzgan todas la cosas que conocemos, vemos, hacemos o pensamos. Las “verdades de la vida” son afirmaciones que usted considera ciertas sobre la manera en que funciona el mundo, las cuales son interpretadas tanto por su ser racional como por su ser emocional. Los “valores” son los principios e ideales en los que usted cree; un recordatorio de las lecturas morales y éticas que la persona pretende defender. La “Fuerza vital” es aquello que para el individuo es el propósito de la vida y que le dice cómo vivirla, es la esencia de su existencia.

Todas estas creencias y conductas, se enmarcan dentro de lo que Peters (2013, p.105) define como disposición mental, que no es otra cosa que “el modo en que el individuo aborda la vida basado en la visión de sí mismo, de otros y del mundo en que vive”. Por tanto, en la medida que nuestra disposición mental está equilibrada frente a la confrontación frecuente de nuestro ser racional y emocional, probablemente habrá oportunidad para concretar siempre una oportunidad para crecer personal, profesional y espiritualmente.

Por tanto, tómese un tiempo para clarificar que está escrito en su “piedra de la vida”, disponga de verdades y valores concretos, desarrolle “pilotos automáticos” que lo mantengan concentrado en el logro de sus objetivos; para que cuando tenga tal claridad, sitúe su piedra en un lugar destacado “donde le recuerde en qué cree y con qué criterio desea vivir su vida” (Peters, 2015, p.109).

Referencia
Peters, S. (2013) La paradoja del chimpancé. Barcelona, España: Urano.

martes, 3 de octubre de 2017

Ser original

Ser original no es tener una idea brillante, o un momento de lucidez mental que confirma alguna de nuestras hipótesis sobre alguna temática. Ser original no es arriesgar todo para proponer una alternativa que hasta este instante nadie ha explorado. Ser original no es lograr un producto o servicio distinto o novedoso con el cual impresionamos o ganamos reconocimiento.

La originalidad es una construcción que inicia con una idea, que se radica en un espacio incierto y algunas veces agreste, que requiere grandes dosis de tiempo y energía, y sobremanera, mantener un portafolio de riesgo equilibrado, que permita, por un lado invertir para capitalizar nuestras habilidades en los terrenos conocidos y por otro, compensar en aquellos puntos donde no se tiene estabilidad financiera, emocional y social (Grant, 2017) .

Ser original significa compartir ideas, rechazar lo predeterminado para investigar si existen otras opciones. Ser original es crear entornos donde se “suspende la realidad” para tener nuevas percepciones, bien de objetos o retos conocidos, o para visualizar oportunidades y conectar con otros dominios de conocimiento. Ser original no es un momento fugaz que ocurre en el tiempo, es una capacidad que implica superar el “sesgo de confirmación”, que motiva a continuar avanzando y proponiendo nuevas ideas, nuevos enfoques.

Ser original no es un ejercicio individual, es una labor colectiva que implica crear coaliciones, explicando inicialmente el “porqué” de las cosas, para luego conectar a través de un “cómo” (Grant, 2017); una estrategia concreta que comunica una visión aplicada que hace realidad la visión de una persona. Ser original implica enfrentar los vacíos de conocimiento desconectando los saberes previos, incorporando las nuevas distinciones del entorno para crear un momentum que conquista a aquellos que inicialmente estuvieron contra nosotros.

Cuando se dice que un trabajo es original, estamos conectando dos lecturas de la realidad, un equilibrio justo entre lo que se conoce en el escenario de la cultura vigente y el desafío del status quo (idem). Es decir, una deconstrucción de un imaginario vigente que conecta expectativas y realidades en las personas, para correr el riesgo de cambiar una tradición que se ha construido sobre saberes previos y resultados alcanzados a la fecha.

Aquella condición de originalidad que muchos reclaman, demanda una pasión sobresaliente para conquistar sueños, una disciplina decidida para cumplir un cronograma de actividades, una fe encendida que cree firmemente en su capacidad para transformar su entorno, una apertura para someterse a la crítica y enfrentarse a sus propios sesgos cognitivos, en definitiva un ejercicio de aprendizaje y consistencia conceptual que busca romper los límites establecidos para desatar nuevas posibilidades.

Ser original es creer que es posible encontrar nuevas formas de ver el mundo. Ser original es nunca desistir de intentar y probar; es lanzarse a conquistar un ideal que vive en medio del incierto, para vencer la zona cómoda y encontrar la ruta perdida de nuestros propios miedos y retos. Ser original es siempre mantener abierto el corazón para conectarse con el infinito y ser esa antena humana que se comunica todo el tiempo con la señal divina.

El Editor.

Referencia
Grant, A. (2017) Originales. Cómo los inconformistas mueven al mundo. Barcelona, España: Editorial Paidos.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Nueva dinámica de aprendizaje

El reto permanente de la educación en el contexto actual demanda que tanto profesores como estudiantes entren en una nueva dinámica de aprendizaje y desaprendizaje basada en cinco declaraciones: (Britos y Fasihuddin, 2016)
  • Deben sentirse cómodos con la incertidumbre y la ambigüedad
  • Deben resolver o solucionar situaciones problemáticas y buscar nuevas
  • Deben ser pensadores audaces: pasar de “qué es” a “qué podría ser”
  • Deben generar espacios para materializar “errores brillantes” o productivos
  • Deben emprender diferentes maneras de pensamiento y aprendizaje

Lo anterior supone cambiar las certezas de las experiencias del aula, por las posibilidades de los retos del entorno; un ejercicio de descubrimiento que exige tanto de profesores como estudiantes una disposición para profundizar juntos y co-laborar en el diseño de una propuesta que hasta la fecha no existe y dar cuenta de un ciclo de renovación permanente que supere la zona cómoda (ver figura 1).

Figura 1. Propuesta de nueva dinámica de aprendizaje (Autoría propia)

Las situaciones problemáticas del entorno se deben convertir en el nuevo currículo de las escuelas y universidades, como quiera que es allí donde ocurre la conexión entre el reto natural que tiene el estudiante con la oportunidad para revelar aspectos novedosos del conocimiento. En este sentido, el cuerpo de temas o conocimientos que refiere un currículo, son las preguntas que se plantean alrededor del escenario del problema, como la base de la ruta de aprendizaje, que tanto estudiante como profesor, van a trazar para lograr una vista conjunta del desafío que sugiere el mundo real.

El pensar de manera audaz, exige salir de la zona cómoda, de la vista disciplinar a la que estamos acostumbrados y darse la oportunidad de explorar puntos de vista distintos desde otras disciplinas o propuestas de pensamiento. La exigencia de una respuesta para un evento o hecho, no debe opacar el ejercicio de “aquello que puede ser”, como una experiencia de opciones, donde es posible imaginar y ver posibilidades que retan el contexto vigente y el estado actual de la práctica en un dominio específico.

Concretar una educación para el siglo XXI es entender el error como parte natural del proceso (De la Torre, 2004). No es motivar el error per se, sino concretar escenario de experimentación y simulación donde éste sea productivo, es decir, en palabras de Schoemaker (2011), errores cuyo beneficio es mayor al costo de cometerlos. Esto es, contar con una zona psicológicamente segura donde es posible pensar sin restricciones y cuestionar los supuestos de la situación inicialmente analizada. Cuando esto ocurre, es viable desconectar el entorno de sus variables conocidas y enriquecerla con reflexiones inéditas a la fecha.

Lograr lo anterior, demanda una apuesta para emprender permanentemente posturas distintas y pensamientos incluso contrarios a los que se tienen en el momento. Las contradicciones, las rarezas y las inestabilidades se convierten en las maestras de las reflexiones actuales, habida cuenta que son la ocasión para construir y deconstruir las formas vigentes de conocer y explorar el entorno. Lo anterior no deja de generar ansiedad y angustia, pues muchas veces no se encuentra “el” camino que se quiere, sino que nos exponemos a “muchos” donde las respuestas pueden ser posibles y probables.

Así las cosas, la educación actual demanda un ejercicio de deconstrucción en sí misma, para recabar en sus propios cimientos, no para inhabilitarlos o destruirlos, sino para repensarlos y ajustarlos de cara al reto que la sociedad actual le propone. Una declaración de independencia, que capitalizando los logros del pasado, sea capaz de conquistar los retos del presente y anticipar las capacidades del futuro.

Referencias
Britos, L. y  Fasihuddin, H. (2016) Change in Higher Education. Creativity, innovation, and the redesign of Academia. Liberal Education. 102, 2. Spring. Recuperado de: https://www.aacu.org/liberaleducation/2016/spring/cavagnaro  
De la Torre, S. (2004) Aprender de los errores. El tratamiento didáctico de los errores como estrategias innovadoras. Buenos Aires: Ed. Magisterio del Río de la Plata
Schoemaker, P. (2011) Brilliant mistakes. Finding success on the far side of failure. Philadelphia, USA: Wharton Digital Press

domingo, 17 de septiembre de 2017

Universidad - Empresa

Existe una tensión permanente entre la universidad y la empresa. Mientras el argumento desde la universidad hacia la empresa, es la falta de un mayor relacionamiento y financiamiento de iniciativas para movilizar la investigación en problemas de interés para el país; la postura de la empresa hacia la universidad, es su concentración en aspectos novedosos de la ciencia y construcción de teorías, que muchas veces carecen de aplicación práctica.

Esta tensión, que si bien no es nueva, si la miramos en detalle podemos encontrar dos posiciones encontradas que trascienden los discursos arriba mencionados. Mientras la universidad se reconoce como la poseedora del conocimiento, los saberes y aquella que forma para el desarrollo de las dinámicas empresariales; la empresa se precia de ser la que hace realidad la teoría de los académicos, la que resuelve problemas reales y desarrolla apuestas prácticas que hacen que se movilicen los objetivos estratégicos propuestos por los cuerpos ejecutivos.

Mientras la universidad no se concibe así misma como una entidad que genera utilidades, sino que presta un servicio a la sociedad formando seres integrales para asumir los retos de un entorno cambiantes y ambiguo; la empresa si piensa en primer lugar en sus estrategias de negocio, que hacen realidad una promesa de valor para sus clientes, para luego conectar sus dinámicas y conocimiento al servicio de la sociedad y sus diferentes grupos de interés.

Así las cosas, encontramos dos vistas que al parecer no encuentran puntos convergentes, dada la necesidad de cada una de mantener su lugar en la dinámica social. La pregunta sería, ¿qué pasaría si reconocemos a la empresa como una lugar natural donde se desarrolla el aprendizaje, donde los académicos logran alinear sus objetivos pedagógicos con los retos y objetivos empresariales?

Lo anterior supone compartir y desafiar los saberes previos en las teorías educativas vigentes para encontrar un nuevo lugar común donde tanto empresa como universidad se puedan sorprender y construir una vista común, no sólo de convenios y apuestas de investigación, sino de relaciones de aprendizaje, con escenarios, simulaciones y prototipos, asistidos de la pedagogía del error, para encontrar nuevas apuestas de valor que están más allá de un descubrimiento científico y así habilitar una posibilidad para crear experiencias distintas en los clientes.

La relación universidad y empresa debería estar mediada por una función de educativa que superando una vista mecanicista de la enseñanza y el aprendizaje, es capaz de formular una apuesta convergente que conecta y desconecta al mismo tiempo los objetivos de negocio, con los objetivos pedagógicos, para crear un espacio de creación conjunta, donde el resultado no es otro, sino un avance concreto para la ciencia y una ventaja competitiva para la empresa.

Esta relación entre universidad y empresa deberá madurar de forma acelerada si queremos potenciar un desarrollo académico y social que responda a los retos de un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo, donde la inestabilidad es la constante y la creación de nuevas capacidades es el nuevo normal de las organizaciones protagonistas de la dinámica del siglo XXI.

El Editor

domingo, 10 de septiembre de 2017

Un mundo distinto

Cuando podemos reconocernos como parte de un todo, encontramos la razón de ser de nuestra vida. Todos sumamos en la construcción del universo, y tenemos una misión que se nos ha encomendado. Algunos la descubren pronto, otros un poco más tarde. Lo importante, es poner todos los medios humanos y divinos disponibles para emprender ese viaje al interior de cada persona para encontrarnos con la revelación celestial que hemos recibido desde lo alto.

Cada persona es un regalo sobrenatural que lo sagrado que nos rodea, nos entrega para descubrir en ella la manera de conversar con la fuerza de la creación. Una declaración que a diario se hace en el silencio de las miradas y sonrisas; un testimonio de una verdad que se abre paso en medio de las luces y opacidades del mundo: el amor es la esencia de todo lo que ocurre en la naturaleza.

Cuando podemos descubrir que somos en esencia relación, conexión, entrega, parte de un tejido social que se construye a cada momento, que se resiste a existir aislado y fuera de la realidad, comprendemos que todos tenemos algo que compartir y sintonizar con otros. Una experiencia necesariamente abierta y expuesta, donde la vulnerabilidad es la base del reconocimiento del otro y la incertidumbre, la apuesta personal que se abre para aprender y construir con lo desconocido.

No podemos negar la esencia social que el ser humano contiene, la fuerza vital de una conexión sobrenatural con la cual hemos venido al mundo y que muchas veces negamos desde nuestros propios comportamientos. No podemos seguir ignorando el llamado de nuestra naturaleza humana, si bien caída y proclive a lo menos santo, para continuar en el ejercicio de construir relaciones posibles y humanas, y no repetir aquellas conocidas y generalmente artificiales.

Cuando podemos discernir en medio de la neblina de los elogios y reconocimientos, el fundamento de la vida cotidiana, es decir, la conexión de una mirada, la fuerza de un abrazo, la luz de una sonrisa y el bálsamo de una palabra, hemos comenzado a estar presentes en el mundo, a comprender que todo sabe mejor cuando se comparte, cuando se beneficia a otros y sobre manera cuando nos dejamos interrogar por la vida de nuestro prójimo.

Hacernos ocasión de relación y construcción de significados con otros, es una oportunidad para descubrir que en el mundo hay otras realidades, que nos permiten abrirnos a las posibilidades, a la exploración de nuevos horizontes que esperan que personas como nosotros nos atrevamos a surcar. Un viaje que motiva navegar en aguas profundas, desconocidas e inciertas, donde sólo la fuerza de la gracia trascendente, es la única certeza que nos hace creer que es posible lograrlo.

No podemos parar de creer que podemos construir un mundo distinto, no podemos dejarnos engañar por aquellos que nunca zarpan de sus puertos y comodidades, de aquellos que sus acciones dan poco testimonio de sus palabras, de aquellos que nos seducen con sus insinuaciones de caminos cortos y atajos. Creer que es posible un mundo mejor, es el combustible que anima la acción, un mensaje que se convierte en realidad, cada vez que uno de nosotros es valiente para hacer que las cosas pasen, un momento donde el cielo resplandece y brilla, pues allí hay una sonrisa y una mirada tierna que te dice “ánimo, yo he vencido al mundo y nada ni nadie te puede separar de mi amor”.


El Editor

sábado, 2 de septiembre de 2017

Visión holística

La incertidumbre es una oportunidad para desarrollar una vista holística de la vida. Ver la vida de manera holística, es comprender al mismo tiempo a los individuos y simultáneamente a las partes (Leblanc, 2016). Es un ejercicio por integrar aquellos elementos del entorno que cuestionan y superan los saberes previos de los participantes, con las tendencias más relevantes que se advierten en el horizonte.

Ver la vida de manera holística, significa danzar con los retos del entorno, reconocer los movimientos laterales e inesperados de los participantes del ambiente, y sobremanera es integrar las habilidades y percepciones individuales con las lecturas extendidas de todos los copartícipes de un equipo de trabajo. Un esfuerzo que exige ver desde las diferencias, circunstancias inéditas para concretar apuestas diferenciadoras que crean nuevas distinciones.

Tener una visión holística de la vida, es reconocer cada momento de la existencia como un continuo de lecciones aprendidas, como un conjunto de desafíos de la práctica, donde el error se habilita como facilitador del aprendizaje. Lo holístico no entiende el entorno como una lectura de causa-efecto, sino como una relación circular que crece como espiral de conocimiento adquirido: un ejercicio de reinvención permanente que supera la postura tradicional de quien observa el mundo desde una vista particular.

Cuando podemos ver la vida desde la plataforma de lo holístico desaparecen los límites de una vista única, se habilita la comprensión superior de la realidad, esto es, se desconectan las lecturas previas de lo conocido, se descomponen las relaciones que las nutren para indagar en los supuestos que la conforman, para luego integrar posturas diferentes, incluso contradictorias, para darle forma a una nueva ganancia teórica que no solo amplía el horizonte, sino que dispone el escenario para un nuevo acontecer.

Lo holístico exige una comprensión del tejido social que construye la complejidad misma de las relaciones del todo. Es un proceso de fusión entre mis supuestos y posturas de lo que soy, con las apuestas distintas de todos aquellos que configuran la malla de saberes acumulados. Ver la vida desde la perspectiva holística nos pone fuera de la zona cómoda, para observar patrones o tendencias que emergen de la dinámica de las relaciones que exhiben los objetos, los procesos, las regulaciones y las personas.

Ver la vida desde lo holístico, es asumir nuestra responsabilidad como miembros de la junta directiva de nuestra existencia, un cuerpo colegiado que asistido de la divinidad, experto en la dinámica de lo incierto, es capaz de construir y desarrollar capacidades particulares en los individuos para reconocer el entorno y sus relaciones conocidas, así como navegar y superar turbulencias y mares inestables y contradictorios, donde siempre es posible ver oportunidades y retos, más que limitaciones y problemas.

Cuando observamos, comprendemos y deconstruimos la vida desde lo holístico, las habilidades y saberes se vuelven complementarios, el conocimiento se transforma en una herramienta para innovar y la práctica cotidiana una oportunidad para aprender, o mejor aún, para desaprender.

El Editor

Referencia

Leblanc, R. (2016) The handbook of board governance.  A comprehensive guide for public, private an not-for-profit board members.  Hoboken, New Jersey, USA: John Wiley & Sons.