domingo, 25 de diciembre de 2016

Evaluación

Es momento de hacer balances, de revisar lo que ha pasado durante el año que está por terminar, es hora de volver a analizar aquello que escribimos y declaramos para estos 365 días. No es momento para enfrentarse, criticarse o disculparse frente a los resultados que tenemos, es momento para entender y aprender las lecciones que hemos tenido durante este giro de la tierra alrededor del sol y tener la capacidad para hacerlo mejor el año que sigue.

El concepto de evaluación en el contexto educativo, inicialmente no buscaba clasificar o etiquetar a las personas con niveles de desempeño, sino como una oportunidad para ver sus aciertos, potenciar esas ventajas y establecer algunas acciones, para hacer de manera diferente, en aquellos eventos donde no se tuvieron los resultados esperados. Bajo esta perspectiva, el aprendizaje se privilegia por encima de un nota o clasificación, habilitando una ventana de oportunidad para conectar a la persona con su potencial y el de los otros.

La necesidad desbordante de la dinámica económica y social de poder priorizar, segmentar y establecer grupos, llevó a la evaluación a convertirse en el inquisidor implacable que modela toda la realidad que tenemos: los incentivos y los castigos, los reconocimientos y los logros, los que tiene mejor desempeño, los que cumplen y los que tienen que hacerlo mejor. En este modelo, no es el aprendizaje el mandante, sino la métrica y dónde se ubica la persona en esa distribución, un marco de operación que habilita a la persona a verse distinto frente a lo demás y estar en permanente “tensión” con el otro.

Por tanto, cuando tratamos de evaluar nuestro propio camino, debemos evitar caer en la trampa de las comparaciones con los otros, de los destellos de los triunfos de los demás frente a mis resultados, pues al final el reto que tienen los otros, puede ser un referente interesante para tener en cuenta, pero no es la realidad sobre mis propios desafíos y objetivos personales. La evaluación que hacemos de nuestros resultados es un ejercicio pensado y centrado en los objetivos y misión de largo plazo y, cómo todo lo que hemos vivido, nos ayuda a caminar este sendero.

Figura 1 Visión de la evaluación

Cuando tu revisión de resultados la haces fuera de esta realidad interior, que te lleva a transformarte en otro distinto, que conquista metas y logros personales, indicando su propio sentimiento de logro dentro de sí; tu vida crea un vacío general exterior que no sabe dónde ubicar su punto de llegada. La velocidad de las tendencias y las realidades hace que te distraigas de la fuente misma de tus propias virtudes, dejándote llevar por ilusiones de brillo y luz, que sólo generan inestabilidad y opacidad en tu interior, una contradicción que cada uno alimenta por la excesiva necesidad de ser reconocidos por los otros.

Es claro que cada uno de nosotros debe moverse discreta y atentamente en el vaivén de las aguas turbulentas del mundo actual, de las relaciones, de los contactos, de las certificaciones, de los reconocimientos y premios, pero lo importante, es no naufragar en este océano de destellos artificiosos de la realidad, sino capitalizar sus posibilidades para mantenernos en curso frente a nuestros propósitos de vida, que no son negociables, ni está al vaivén de las tendencias o modas.

La evaluación por tanto, es un ejercicio personal que confronta nuestro propósito de vida, frente a todo aquello que hemos realizado para concretarlo o para continuar en su construcción y realización. Si hubo algo que no hubiese contribuido a este empeño, habrá que analizarlo desde nuestra propia vida, no para inculparnos, sino para afinar y canalizar mejor esa fuerza espiritual que tenemos y  así, permanecer fieles a nuestra misión; esa que nos permite continuar creciendo en el mundo real con los pies en la tierra y el corazón en el cielo.


El Editor

domingo, 18 de diciembre de 2016

Legado

Cuando las personas dejan este plano existencial conocido, se les recuerda por aquello que hicieron o muchas veces dejaron de hacer. Es una experiencia que permite recordar un legado, aquellas cosas que marcaron la diferencia para personas particulares o para una comunidad. Bien decía Stephen Covey (2003), que había que imaginarse al final de la vida, frente a la “caja negra” y ver qué decían los que estaban alrededor sobre aquel ser inanimado, para comprender la misión personal o vocación que veníamos a desarrollar en el mundo.

Muchos se han preocupado por cómo serán recordados cuando ya no estén en este mundo, otros sencillamente no piensan en eso y se concentran en aquello que su vocación les inspira. Mientras los primeros, la misma vanidad personal les motiva para desarrollar cosas que sean de interés y marquen una diferencia en lo exterior, los segundos se concentran en transformar su entorno desde su realidad, conectando vidas para lanzarlas a descubrir su potencial.

Entender un legado, es comprender la esencia de un pensamiento, de una postura ante la vida, de una práctica consistente y muchas veces dolorosa, cuando se trata de ser coherente y consciente todo el tiempo respecto de aquello en que se cree. Un legado es la historia de una tradición con sus aciertos y errores, la impronta de un ser que se donó a sí mismo para que los demás pudiesen creer que había formas distintas de hacer las cosas y transformar sus propias vidas.

Cuando vemos los legados de las grandes civilizaciones del mundo, sólo vemos parte de lo que ellos vivieron e hicieron en lo exterior, sus posibles creencias y aún sus grandes misterios. Pero aquello que no vemos, está reservado para la estirpe de los que buscan comprender aspectos insospechados de la dinámica de esas culturas, sus formas de pensar, sus posturas ante el mundo y las inquietudes que los motivaban.

Cuando hablamos de un legado, hablamos de una inteligencia con vocación universal, una tradición de reflexiones que deben conectar el pasado, entender el presente y anticipar el futuro, una carrera, no contra el tiempo, sino contra la propia existencia humana, para capitalizar las lecciones aprendidas, movilizar los retos claves del momento actual y visualizar las consideraciones y escenarios de futuros posibles y probables.

Un legado es una oportunidad para flexibilizar nuestra visión del presente para crear contratos de “desaprendizaje” en el futuro, una manera de abrirnos a comprender el mundo de una manera distinta, deconstruyendo en cada nuevo paso, aquello que no nos permite la posibilidad de ser los protagonistas de nuestro viaje. Cada ser humano ha venido al mundo para tener el papel principal en su historia y el legado, es aquello que se funde en la realidad presente como el aroma de una esencia que con el paso del tiempo permanece, suave y muchas veces desapercibida.

Cuando pensemos en el legado de nuestra vida, reflexiona no, sobre los bienes físico o tangibles del cual has hecho uso responsable y que no podrás pasar a tu nueva dimensión, sino en la forma como entendiste y le diste forma a los reflejos de esas cosas en tu vida, para que otros descubran que somos seres holísticos, que no pertenecemos a un plano particular, sino a una experiencia permanente de vida, donde somos uno con todo lo que habita en el universo.

El Editor.

Referencias
Covey, S. (2003) Los siete hábitos de las personas altamente efectivas. Buenos Aires, Argentina: Paidos. Recuperado de: http://www.dgsc.go.cr/dgsc/documentos/cecades/los-7-habitos-de-la-gente-altamente-efectiva.pdf

sábado, 10 de diciembre de 2016

Servir

Servicio es una palabra que para muchos puede llegar a ser despectiva o denigrante y para otros una oportunidad para descubrir un mundo nuevo a sus pies. Servir, en su etimología original habla de ser un esclavo, alguien que se somete a la voluntad de su amo para cuidarle y dispensarle en todo lo que necesite. Una persona que está pendiente de mantener un entorno saludable y cómodo para aquel que lo necesita y para quien trabaja.

Ejemplos de servicio vemos a diario: la señora que nos asiste en la oficina con las bebidas y los quehaceres domésticos, el repartidor del supermercado, el vigilante que está en las porterías de los edificios, el tendero que despacha en su tienda, la enfermera que atiende en un hospital, el mensajero que lleva los recados, todos esos oficios que muchas veces pasan desapercibidos, que invisibilizamos pues parece que no son relevantes para los retos y actividades que realizamos a diario.

Servir es una vocación inherente en el ser humano, una oportunidad para donarse a otros y encontrar esa fuente de energía que nutre la razón de ser de nuestra humanidad. Bien se dice que “el que no vive para servir, no sirve para vivir”, una expresión que nos anima a conectarnos con esa realidad superior que vive dentro de nosotros mismos, para sintonizarnos con las necesidades, retos y emociones de todos aquellos que la vida ha puesto y pondrá en nuestro camino.

El servicio es una experiencia humana, un reto de abandono de nosotros mismos para ser ocasión que otros surjan, vuelen y transformen sus vidas. Mientras más puedas servir, más oportunidades tendrás para vivir, para conocer, para reinventarte, pues allí encontrarás razones poderosas que te darán el horizonte que tu vida necesita, la respuesta a tus preguntas interiores; allí donde la divinidad se desborda en generosidad y te el ciento por uno.

Servir no es una opción en la vida, es la acción más relevante para lo cual has venido al mundo. Cuando no asumes el ejercicio de servir, el óxido de la arrogancia te detiene, el sarro de la envidia te contamina, el moho de la indiferencia te anula y la ceguera de la ignorancia te limita. Vive intensamente tu vocación de servicio, esa que está fundida en tus habilidades y capacidades para que experimentes en tu vida, la plenitud de la bendición que está reservada para ti.

El servicio no es una forma para someterse a otros, sino la oportunidad para conquistarse a sí mismo, la ruta que nos permite conectarnos con el universo en pleno y destruir la zona cómoda donde habitamos. Servir es descifrar la mirada de la esperanza que vive en el otro y experimentar el camino incierto que acompaña el reto de orientar y asistir, un desafío de flexibilidad personal y comunitario que no solo confía en el otro, sino que lo habilita para “caminar sobre las aguas” desconocidas.

Servir nos permite despertar del “sueño de las luces y los reconocimientos”, ser lámpara encendida en medio de la oscuridad, signo de contradicción de la soberbia de los poderosos y testimonio de aquellos que no tienen voz. El buen servidor finalmente, es aquel, que como anota De Mello (2015), “es como un árbol que da su sombra aún a la persona que lo está cortando, Y si fuese aromático, dejará su perfume en el hacha”.

El Editor

Referencia

De Mello, A. (2015) Caminar sobre las aguas. Décima reimpresión. Bogotá, Colombia: Ediciones Paulinas.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Tres declaraciones: Superando el mundo conocido

Tres expresiones definen las posturas de los profesionales del mundo moderno: “la vida no es lineal”, “la formación continua no es un lujo” y “la curiosidad no es una opción”. Estas declaraciones establecen el fundamento de la movilidad permanente del pensamiento, los desafíos y el desarrollo de aquellos que han entendido que su misión es “destruir los muros” de lo conocido y habilitar el entorno para que las cosas sucedan.

Cuando se indica que “la vida no es lineal”, se advierte que el paradigma causa-efecto comienza a debilitarse, para dar paso a lecturas complementarias de la realidad, bien por el complemento o por diseños relacionales. Pensar por el complemento nos permite ver la parte de una distinción que no vemos, es decir, revelar la parte ciega de lo que conocemos, que nos permite una revisión alterna que confirma o desafía lo que hasta el momento se ha estudiado.

De igual forma, los diseños relacionales, privilegian, en palabras del profesor Calvo (2016) una integración sinérgica y valórica. En este sentido, continúa el académico: “aprender es holístico y cada nuevo aprendizaje implica la reconstrucción de los saberes precedentes” (Calvo, 2016, p.322), una realidad que entraña “estar en conexión con”, y no solamente “participar desde”. Esto comporta “organizar patrones de información significativos sobre la base de criterios emergentes” (ídem, p.322) que necesariamente reconocen al otro como fuente de rumbos inesperados y oportunidades insospechadas.

Si lo anterior es correcto, “la formación continua no es un lujo”, es la consecuencia natural de aquellos inquietos que están dispuestos a asumir la aventura de lo nuevo, que reconocen en la equivocación, no un resultado, sino un proceso que es capaz de sorprender y cuestionar los saberes previos y lanzarse a construir y resignificar sus propios conceptos y posiciones.  Quien en el mundo actual busca continuamente certezas, estará expuesto a las incertidumbres y contradicciones propias del entorno, las cuales estarán siempre modificando el refugio aparentemente seguro y temporal de los logros alcanzados.

En razón con lo anterior, la formación continua, no solamente ocurre dentro de la escuela, sino fuera de ella, en espacios, tiempos y lenguajes diferentes, allí donde se crean perturbaciones y alteraciones en el proceso de construcción de conocimiento; una oportunidad para “conocer, comprender y valorar lo que es la vida” desde la exploración y confrontación de los intereses individuales y colectivos.

Finalmente, y no menos importante, no es posible abrir nuevas oportunidades y posibilidades si la curiosidad no está presente. Parafraseando a Calvo (2016) los profesionales no logran asombrarse ante algún misterio que les provoque curiosidad, pues no logran conectarse emocionalmente con ellos y existen pocos ambientes activos que motiven su flexibilidad mental y posturas inestables. En consecuencia, la necesidad de certeza y relaciones preestablecidas, mantienen su prevalencia en muchas de las exigencias empresariales, pues la inversión en aprendizaje, si bien es necesaria, no siempre se está dispuesto a pagar el precio.

La curiosidad es el combustible de toda acción educativa, una apuesta que supone un avance no lineal e inseguro, donde la incertidumbre y la contradicción, crean distinciones que provocan emociones para entender y superar un reto. Como bien anota el académico Calvo (2016, p.93) “la riqueza del desafío radica en sospechar de a dónde puede conducir una ruta, pero ignorar el destino final”. Un juego de claroscuros cambiantes, donde no hay prioridades establecidas, sino realidades encontradas que conllevan en su interior la presencia del otro.

El Editor.

Referencias
Calvo, C. (2016) Del mapa escolar al territorio educativo. Disoñando la escuela desde la educación. La Serena, Chile: Editorial Universidad de la Serena.

sábado, 26 de noviembre de 2016

¿Quiénes son los buenos profesores?

Se recuerda con mucha alegría y cariño a aquellos profesores que marcaron la diferencia durante nuestro paso por las aulas. Esos docentes que lograron conectar con nuestros intereses y que generaban espacios de reto intelectual donde las ideas fluían y la magia del aprender se desarrollaba sin ninguna restricción. Robinson (201, p.150) indica que los buenos profesores desempeñan cuatro funciones principales: motivan a sus alumnos, facilitan el aprendizaje, tienen expectativas con respecto a ellos y los capacitan para creer en sí mismos.


Motivar es encontrar los momentos y espacios requeridos donde confluyen los intereses de los estudiantes, esos escenarios donde es posible sacar a la luz lo mejor que hay en cada uno de ellos, esa energía potencial acumulada que sólo requiere una excusa para que fluya y desarrolle las ideas y posibilidades más inesperadas, donde el alumno es capaz de sobreponerse a las situaciones actuales y crear entornos que no han sido pensados previamente.

Un estudiante motivado es energía en movimiento, es capacidad de transformación activa que logra desaparecer las restricciones mentales y desarrollar acciones que logran cambiar la realidad, esa que conoce, pero que es capaz de modificar y transmutar para alcanzar una versión mejorada de sí mismo y así, habilitar nuevas posibilidades donde otros encuentren razones para salir de su zona cómoda.

Facilitar el aprendizaje, está íntimamente relacionado con la motivación, es encontrar ese espacio en blanco en la dinámica del estudiante, donde la curiosidad anida, donde la sorpresa se esconde, donde la cotidianidad se escapa. El aprendizaje es un proceso complejo en su configuración, que demanda espacios psicológicamente seguros, donde es posible experimentar y preguntar por fuera de lo conocido, para indagar donde otros no han explorado. Una ruta donde se conecta la vida personal para encontrar más posibilidades y menos probabilidades.

Facilitar el aprendizaje, es entender que el “mapa” que conocemos no es el territorio que exploramos, es una oportunidad para descubrir nuevos matices del entorno y permitirnos cambiar los lentes a través de los cuales vemos el mundo. Aprender es una experiencia personal que se habilita desde aquellos puntos de quiebre que experimentamos y somos capaces de capitalizar para concretar nuevas distinciones.

Tener expectativas de los estudiantes, es establecer conexiones emocionales que permiten perseguir objetivos superiores, donde juntos docente y alumno, son capaces de superar retos novedosos. Mejorar el rendimiento escolar no es sólo un tema de aprobación de pruebas, sino de renovación de esperanzas y posibilidades, un espacio de reflexión y proyección que se crea en la relación profesor-alumno donde es posible alcanzar sueños y experimentar logros.

Las expectativas deben servir como puente entre la realidad del estudiante y los retos del profesor. Una aventura que se construye desde la esperanza de un mañana mejor, de un resultado que “ya se siente alcanzado”, donde cada momento establece un valor especial que comunica la fuerza de una motivación que está apalancada por una visión de futuro donde tanto docente y estudiante, son protagonistas de sus propias conquistas.

El docente más que un “capacitador” es un guía, un mentor que habilita espacios y reflexiones para que los estudiantes puedan encontrar sus propios caminos y aumentar la confianza en sí mismos. Un docente debe ser la excusa del sistema educativo para desarrollar en sus alumnos habilidades y capacidades para asumir las dificultades, así como para encarar y superar las inestabilidades del mundo actual, desde la tranquilidad, la confianza y la creatividad.

La escuela no puede seguir siendo un espacio normalizado y estructural donde el estudiante es un contenedor y memorizador de contenidos, sino un espacio para descubrir su propio potencial, aquello en lo que les gustaría destacar, con el fin de motivar actividades que le permitan focalizar sus esfuerzos, fortalecer su voluntad y aumentar su competencia, como fundamento de aquellos que son “siempre estudiantes”.

Un buen profesor, es un habilitador para crear en su discípulo ese “afán de descubrimiento y la pasión por trabajar”, esa chispa divina que viene en nuestro interior quemada desde antiguo, que reconoce que el aprendizaje no es un proceso lineal, ni reglado en sí mismo, sino una oportunidad única donde es posible descubrir quiénes somos y a qué hemos venido.

El Editor

Referencia

Robinson, K. y Aronica, L. (2016) Escuelas creativas. La revolución que está transformando la educación. Bogotá, Colombia: Ed. Grijalbo.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Darse cuenta

Vivimos en un mundo acelerado, lleno de complicaciones, contradicciones y retos permanentes que mantienen la mente ocupada para entender las cosas invisibles que motivan los mayores cambios en el mundo visible. Un pensador contemporáneo nos advierte sobre esta realidad y nos invita a “darnos cuenta”, a experimentar un despertar en medio de la dinámica actual, para entender al observador que somos y descubrir las fuerzas que en el mundo se mantienen en tensión, como una forma de confirmar las polaridades que se presentan entre las diferentes personas y sus roles.

Dice Krishnamurti (2010, p.27) “darse cuenta es ser consciente del todo, (…) implica percibir completamente todas las reacciones de uno, las conscientes y las inconscientes”, es descubrirse a sí mismos dentro del orden universal, como actor participante que sólo observa, conoce y descubre; no elige, juzga o atribuye, pues al hacerlo deja de percibir y conectarse con el flujo que existe en el ejercicio de hacerse uno con el todo superior.

Cuando descubrimos el observador que somos, es posible observar los condicionamientos del pensamiento y las creencias sobre las cuales están fundados nuestras reflexiones. En este estado, hacemos evidentes distinciones que no podíamos ver desde nuestra posición anterior y por lo tanto, es posible desconectar las estructuras mentales particulares, para conectar con otras que pueden ser de utilidad, para reconectar y renovar la postura del observador, y así lograr una vista que no divida al observador de lo observado.

En este contexto, aprender deja de ser esa acumulación de conocimientos, que viven residentes en nuestra memoria bajo condicionamientos particulares en palabras, textos y marcos de reflexión conocidos, para entender el flujo de las relaciones que se tienen entre los objetos, las personas y los pensamientos de tal forma que es posible experimentar quiebres; esos momentos de sorpresa y expectación, donde no se tienen referentes anteriores, ni posibles explicaciones previas, allí donde caen las “cadenas” de lo conocido y es posible ver y dejar que la dinámica del todo revele la respuesta que estamos buscando.

Es importante advertir, como afirma Krishnamurti (2010, p. 20), “utilizamos el pensamiento como medio para resolver nuestros problemas, pero el pensamiento no es el medio para resolver ninguno de nuestros problemas, porque el pensamiento es la respuesta de la memoria y la memoria es el resultado del conocimiento acumulado como experiencia”, en este sentido, nuestros esfuerzos para comprender una situación problemática deben consultar aquello que se ha aprendido, buscar con insistencia diferentes aproximaciones  y cuando lleguemos al límite, dejarlo para que, en el silencio del observador que observa al observador, ocurra el “darse cuenta” “sin elección, sin ninguna exigencia, sin ansiedad, donde la mente percibe, y esa percepción es la única que puede resolver todos nuestros problemas” (Idem, p.22).

Podríamos leer esta reflexión en la vida práctica como “tomar distancia” de aquellos que pensamos, para interrogar al observador y reconectarlo con su propia observación, de tal forma que, sin pretender imponer un criterio particular, logre comprender la dinámica de la realidad que observa y así pueda ser todo el tiempo parte de la solución y no un elemento más de la situación problemática.

Cuando somos capaces de observar el observador que somos, no existen “tu punto de vista o mi punto de vista”, sólo un continuo de relaciones que revelan los intereses particulares que los humanos tenemos, que no son objeto de crítica o lucha entre los participantes, sino elementos conscientes que construyen una realidad complementaria donde solamente las personas “son”.


El Editor

Referencia
Krishnamurti, J. (2010) Darse cuenta. La puerta de la inteligencia. Madrid, España: Gaia Ediciones.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Vigilar

Permanecer vigilantes, es la doctrina que consagran muchas espiritualidades sobre el advenimiento de la gracia, sobre el retorno del poder de DIOS, cualquiera sea su visión de él. Vigilar es estar atento a los detalles, firme en la observación y cautos en la acción. La vigilancia implica no solo ver hacia afuera, sino monitorizar igualmente hacia adentro, para detectar tendencias contrarias que puedan comprometer la capacidad de respuesta y supervivencia del ser humano.

Vigilar es tener la virtud para ver el panorama completo, las relaciones que se establecen entre tu “adentro” y el “afuera”, el flujo de energía que se nutre de tu voluntad interior y las posibilidades de tu “perímetro”; un ejercicio de conexión infinita donde el “todo” se vuelve uno y uno se vuelve “todo”. Negarte la posibilidad de reconocerte como parte de la realidad, de la sintonía universal, es aislarte de los retos y desafíos que están esperando para liberar tu potencial, ese que hace falta para concretar la obra que muchos esperan y de la cual hoy se empieza a escribir una historia.

Estar vigilantes es explorar con la imaginación y la razón las posibilidades que tenemos para ser otros distintos, reconocer esa fractura espiritual que tenemos y que nos genera una parálisis sobre nuestros talentos. Ser vigilantes es jamás dejar de estar en movimiento, leyendo, conociendo, preguntando, explorando y construyendo, esto es, entender que la vida es inestable, incierta e inesperada y por lo tanto, nada se asume por hecho; es decir sólo existen respuestas parciales sobre un futuro que se construye desde la inevitabilidad de la falla.

El que vigila debe mantenerse sano y activo, cultivar la sabiduría y la ciencia, es un ejemplo para los de su estirpe y sobre manera es un referente de perseverancia y virtud. El camino de la vigilancia es un camino pedregoso, traicionero, esquivo e incierto, pues te exige salir de lo conocido para explorar y detectar lo inesperado y lo ambiguo, la ruta que sólo los valientes en el espíritu, son capaces de transitar y superar; un acto de fe madura que configura la luz de su corazón según los deseos del “eterno”.

Ser vigilantes implica tener disciplina, dominio de si y sobremanera confianza en lo invisible, allí donde la gracia de lo eterno cosecha donde no siembra, demanda donde no ha invertido y exige donde no ha participado. Un estado de meditación interior que ofrece el “ciento por uno” para todos aquellos que superan la inestabilidad de la realidad exterior y logran conectarse con la esencia de la libertad de los hijos del infinito, esos que han recibido el bautismo de la fe y la doctrina del amor.

Vigilar es velar, es ser luz de forma permanente en cada acción de la vida; un cirio de esperanza donde solo hay desesperación, un faro en la distancia que anuncia un nuevo puerto de llegada, una melodía inédita que descubre nuevos sentimientos en el corazón, un oasis en medio del desierto de nuestras ausencias y cobardías. En pocas palabras, velar es la víspera del renacimiento interior que rompe con el pasado, renovando el presente, para anticipar el futuro.


El Editor.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Hombre maduro

Afirma el clérigo dominico Marco Antonio Peña Salina, O.P. (s.f. , p.18) que “la persona humana madura y se perfecciona no por normas impuestas desde fuera, sino por el desarrollo de actitudes y comportamientos que brotan desde su interioridad, más allá de las normas y preceptos externos”, un ejercicio de conocimiento interno permanente que permite conectar al ser humano con su vocación trascendente.


En este sentido, el hombre no busca solo conocer su realidad exterior y dominar las ciencias y las artes que le permiten “estar” en el mundo, que es el perfeccionamiento de la inteligencia, sino igualmente un descubrimiento de su realidad interior, esa conexión espiritual que lo vincula con el todo superior, que es el perfeccionamiento de su voluntad, para buscar los bienes superiores “con autonomía, libertad y rectitud moral” (Peña, s.f., p.20). En pocas palabras, un continuo de ciencia y sabiduría, que converge en la esencia del ser humano como una base de disciplina y virtud que lleva a una vida plena y sin límites.

Por tanto, el hombre en su ruta de aprendizaje perpetuo, no debe aprender de manera mecánica, repetitiva, como un autómata que recibe un conocimiento frío y sin contexto, sino que debe habilitar en su mente y espíritu con una vocación abierta y dispuesta al cambio, a la incertidumbre, de tal forma que “se enriquezca su ciencia, se aumente su comprensión y se libere en virtud” (ídem, p.27) para lanzarse a conquistar las aguas profundas, donde la orilla no se ve, allí donde empieza la aventura y se concreta el reto de transformarse en otro distinto.

Así las cosas, “el hombre sabio es el que posee el sentido común, que guía al prudente para decidir y actuar racionalmente, con una mirada universal, superior e integradora de sus actos” (ídem, p.65). Una exigencia para el hombre actual que debe “elevarse de lo visible a lo invisible y de lo material a lo espiritual” (ibídem) de tal forma, que sus saberes científicos sólo podrán tener la dimensión de su alcance, cuando sean moldeados desde la experiencia de lo trascendente, un camino que sólo es posible recorrerlo guiado por la luz de la verdad, más allá de su juicio académico y su vanidad en el conocer.

En este horizonte, la madurez del hombre pasa por la formación y perfeccionamiento de sus “hábitos operativos” o virtudes como los llama Tomás de Aquino, “que disponen al hombre a obrar, pronta, fácil y agradablemente en la búsqueda de la verdad y del bien” (Peña, s.f., p33), que en lectura moderna podríamos decir, en palabras de Covey (2005), poseer el conocimiento, la habilidad y la actitud para movilizar y transformar nuestro entorno, fieles a la vocación de vida que hemos recibido.

Cuando el hombre sólo se concentra en su realidad exterior y se deja cautivar por las luces y brillos del mundo, pierde su rumbo, pospone sus sueños y se paraliza en el desarrollo de sus capacidades. Por otra parte, cuando conjuga sus potencialidades humanas, motiva pensamientos superiores con vista trascendente, donde es posible conjugar “la contemplación del saber y el placer en la práctica de la virtud” el hombre pone la mirada en lo interior, como fundamento del estado que quiera alcanzar para desarrollar todas sus capacidades.

En consecuencia, la madurez humana es un proceso donde el hombre es perfectible a través del perfeccionamiento de la inteligencia y de su voluntad, “como semillas ordenadas a crecer y desarrollarse continuamente” (Peña, s.f., p.21).

El Editor

Referencias
Peña, M. (s.f.) Educar. La aventura de la perfección humana en el pensamiento del Maestro Tomás de Aquino. Provincia San Luis Beltrán de Colombia. Orden de Predicadores.
Covey, S. (2005) El octavo hábito. De la efectividad a la grandeza. Bogotá, Colombia: Editorial Planeta Colombiana S.A.

sábado, 29 de octubre de 2016

Cambiar: Dos preguntas claves

Cambiar por cambiar es un absurdo. “Cambiar, como cambian los paisajes cuando cambia la luz o las estaciones del año” (Soler y Conangla, 2014, p.121), es el ejercicio de reconocimiento del óleo interior que nos permite observar los matices inexplorados de nosotros mismos. Esos linderos desconocidos que con luces de diferentes colores se logran develar desde las profundidades del ser humano.

En este movimiento dos preguntas son claves para mantenernos en ruta y renovarnos: 

¿hasta qué punto podemos hacer cambios en nuestra vida sin dejar nuestra esencia en el camino?

y

¿hasta qué punto nuestra resistencia a hacer cambios puede acabar dañando la identidad que queríamos preservar? (ídem)

Para trata de dar respuesta a estos dos interrogantes, es necesario comprender y descubrir nuestra esencia, eso que nos hace distintos y únicos, la rúbrica divina que ha impreso el Creador en nuestra vida. Esa vocación que siempre está presente en todo lo que hacemos y deseamos, esa motivación e inclinación permanente para estar haciendo aquello que nos gusta y que disfrutamos; ese instante donde las horas no pasan y nuestros ser está conectado con el infinito y éste con nosotros.

En este contexto, se construye igualmente la identidad, esa lectura personal y emergente del ser humano que lo identifica y le da un puesto en el mundo. Nuestra identidad, es la revelación permanente del ejercicio de nuestra esencia, las características que se proyectan hacia el exterior de una realidad que vibra y se moviliza en el interior. La identidad es la respuesta a las exigencias del mundo, cuando te interroga sobre qué te hace una persona distinta, en una sociedad que quiere personas “estandarizadas”.

La esencia y la identidad, son los elementos que deben marcar las reflexiones sobre los cambios, sobre las transformaciones que se hacen en tu entorno. Si es en el contexto organizacional, debes advertir aquellos movimientos que atenten contra estos elementos, para comprenderlos en su intencionalidad, pero no compartirlos en su implementación. Todo aquello que quiera socavar o doblegar tu identidad o comprometer tu esencia, son signos de afrentas contra tus propios sueños, una campaña que quiere someterte a la inercia de lo que “todos dicen” y “que es lo mejor para ti”.

Si es en el contexto social, la vigilancia debe ser permanente, pues existen siempre corrientes sutiles que, como una fuga de gas propano en un recinto cerrado, te van envenenando a plazos, sin advertencias específicas y doblegando tus propias ideas y corrompiendo el fundamento de la esencia de los retos individuales que implica “ver de forma diferente” y tener la valentía, no de pensar “por fuera de la caja”, sino atreverse a construir una nueva.

Mantener la esencia de lo que somos y la identidad de aquello que hacemos, es un reto en una sociedad, que como la actual, quiere personas cómodas, que hacen lo requerido para mantener un sistema, que dan gusto a las doctrinas más aceptadas por todos y que construyen sus ideales sobre la inercia y extraña tranquilidad que se percibe al ser parte de una caja definida y confinada por intereses particulares, muchas veces desconocidos.

Cuando adviertas los cambios en tu vida, conecta tu esencia e identidad, con la renovación necesaria para asumirlos, dejando que fluyan como el agua, “que penetra el suelo, limpiándolo de la suciedad, regando plantas y dando vida a todos los seres que la habitan sin dejar de ser ella” (ídem).

El Editor.

Referencia

Soler, J. y Conangla, M. (2014) Las veinte perlas de la sabiduría. Hacernos sabios antes de envejecer. Barcelona, España: Lectio Ediciones

sábado, 22 de octubre de 2016

La inercia

En el camino de la ciencia y de la vida, generalmente todos aquellos que piensan distinto han sido y serán objeto de críticas, de contradictores y de burlas. En la medida que estas manifestaciones no afecten a la persona, su capacidad creadora será cada vez más afinada y generosa, como quiera que aquello que trata de aplacarlo o disminuirlo, lo único que hace es fortalecerlo.

Enfrentarse a la inercia de lo conocido, implica luchar contra la comodidad de aquellos que no quieren descubrir formas alternas de ver las cosas. Es confrontar la inmovilidad del que se niega a ser “otro distinto”, pues su posición actual le brinda la tranquilidad que necesita para sobrevivir y sobrellevar el statu quo que lo protege. Cualquier incursión que implique revelarse contra la doctrina actual, es una amenaza que debe ser contenida o destruida, pues estará atentando contra el sistema y sus reglas.

Muchas veces en las organizaciones y en las personas, se encuentran posturas semejantes creando individuos alienados y sometidos, que han sido comprados por las “bondades” de la estabilidad y los privilegios, los cuales crean la suficiente resistencia para que los sueños y los retos personales o empresariales terminen en el momento que intentan cruzar la barrera elaborada por la inercia de lo establecido.

El hombre y las organizaciones han sido diseñadas para estar en movimiento, para traspasar a diario la barrera de lo conocido. Por tanto, es necesario contar con ventanas de oportunidad para desarrollar ideas y propuestas que permitan cambiar la vista de la vida y de las reglas corporativas; no para volver a la postura de “tiempos y movimientos”, donde pensar es un riesgo, sino para abrirse a la dinámica de las ideas y los desafíos, que caminan en un incierto sobre su resultado, pero que transforman a todos aquellos que lo intentan.

La inercia empresarial y personal nos lleva a que los músculos más importantes de la imaginación que son nuestra mente, pensamientos y cerebro se atrofien, acelerando su proceso de envejecimiento. La inercia genera una paz exterior aparente, mientras en el interior, la palabra y declaración sembrada por la divinidad, permanece ardiendo e incomodando al ser humano para que se eleve a los niveles que el mundo necesita. No esperes a que el fuego divino que vive en ti se apague, pues DIOS (cualquiera sea la idea que tengas de él) no se equivoca al elegirte para ser sus manos en la construcción del mundo.

Quienes superan la tracción de la inercia, se ven como los contradictores del sistema, aquellos que quiebran el mensaje del imaginario de la realidad externa, donde todo es contrario y no es posible progreso. Recuerda que aún te encuentres en una zona de inercia personal o empresarial, es decisión de cada individuo mantenerla o superarla, como quiera que, si el entorno sigue cambiando y evolucionando, sólo cada persona asume el reto de anticiparse a la siguiente inestabilidad, para seguir creando capacidades antes inexistentes que son valoradas y deseadas en un ambiente agreste e incierto.

Tanto organizaciones como personas son responsables de asumir la inestabilidad y los inciertos del mundo actual. Por tanto, todo el tiempo se hace necesario entender las oportunidades que los cambios generan, bien para repensar sus propias prioridades, adaptarse a los mismos o crear condiciones que le permitan moldear su entorno y así posicionarse en lugares privilegiados.

Recuerde que la divinidad no es estática, ni aquellos que han sido visitados por su esencia. En este sentido, quien se sienta tentado por la inercia, sabrá que tiene el reto de ser portador del mensaje de aquel que ha dicho “en verdad os digo que he venido a traer guerra y división a la tierra”, una lectura de la realidad que nos invita a incomodarnos y mantenernos en movimiento, no para alcanzar los bienes y reconocimientos humanos, sino conquistarnos a nosotros mismos y aspirar a los bienes eternos.

El Editor.

sábado, 15 de octubre de 2016

La gran pintura

No estás viendo el bosque, sino los árboles” es una expresión que corresponde a lo que los norteamericanos denominan “Big picture”, ver la totalidad para comprender mejor donde estamos, qué podemos hacer y cómo hacer que las cosas pasen. Entender la integralidad del escenario donde estamos, de acuerdo con Kevin Cope (2012) implica:
  • Identificar los elementos claves que movilizan un negocio, sus relaciones entre ellos, para producir crecimiento rentable.
  • Comprender las comunicaciones y datos entre sus diferentes componentes, incluidos sus estados financieros.
  • Usar el conocimiento desarrollado para tomar buenas decisiones.
  • Comprender cómo las acciones y decisiones impactan los elementos claves de la empresa y los objetivos de liderazgo de las compañías.
  • Comunicar efectivamente las ideas a otros colaboradores, gerentes y ejecutivos.

Ver la “totalidad de la pintura” es un ejercicio para tomar distancia de nuestros propios modelos de realidad y explorar con visión periférica la dinámica de la empresa. Esto es, con una perspectiva social como fundamento de los significados que se comparte; luego con una lectura política como fuente de los flujos de intereses propios de los ejecutivos y la gerencia media; con vista económica como declaración de metas de crecimiento y optimización de recursos; como apuesta tecnológica como fuente de las nuevas formas de hacer las cosas en el contexto digital y como postura de aprendizaje, donde los retos y contradicciones de los procesos muestran nuevas oportunidades para repensar la esencia de la empresa.

Cuando se entiende la “dinámica del bosque” se descubren aquellas particularidades que permanecen ocultas, frente a una vista específica de un solo árbol. 

No son los costos los que mueven las empresas, ni el liderazgo de los ejecutivos basado en sus posiciones o cargos empresariales, ni los logros que ellas tienen en su sector de negocios, sino la “dinámica de cambio” que logra identificar en su contexto, en la “lectura amplia y concreta de su entorno”.

Si las empresas se esmeran en que, sólo sus ejecutivos tengan una vista de la “gran pintura”, y no que sus empleados logren un nivel de alcance semejante, muchas inestabilidades que pudieron ser identificadas previamente, terminan siendo parte de las discusiones ejecutivas, donde se buscan culpables y no fuentes de aprendizajes.

La fuente de conocimiento y aprendizaje vigente en las personas, recoge y moldea la complejidad reinante en el entorno, la cual muchas veces es ignorada por las estructuras organizacionales, creando “mercados aislados de conocimiento”, cuyas acciones no son valoradas por los grandes conglomerados, sino por los pequeños contribuyentes que saben lo que valen sus aportes.

Privilegiar la vista de la totalidad, permite compartir visiones de la realidad, que revelan como fluyen las relaciones entre los componentes claves de la organización. Esto es, entender como liberar y canalizar la energía de los participantes de la empresa, abandonar las posiciones conquistadas del pasado para privilegiar nuevas reflexiones en el futuro.

Tener una vista de “la gran pintura” es “mantener en el horizonte el objetivo y el reto a superar, des-viarse, reconducirse, entender y cuestionar los límites del cauce de sus acciones, no como restricciones, sino como oportunidad para mantener el fluir de su energía y tender puentes entre sus orillas”.

En pocas palabras “ver el todo” “significa ser reflejo de la dinámica de la organización, concentrarse en las posibilidades y no en las limitaciones; es serenar la mente del estratega, para tener el valor de perder la vista de la orilla y así surcar nuevos horizontes que están esperando ser descubiertos”.

El Editor

Referencia

Cope, K. (2012) Seeing the Big picture. Business acumen to build your credibility, career, and Company. Austin, TX. USA: Greenleaf Books. 

domingo, 9 de octubre de 2016

Camaleones organizacionales

Se escucha con alguna frecuencia se habla de personas acomodadas. Esas personas que tienen la habilidad de moverse a zonas tranquilas en medio de las tormentas y situaciones agrestes. Son individuos con una capacidad de adaptación que les permite asumir posturas poco frecuentes en ellas, con el propósito de superar los escollos que se presentan y preservar su supervivencia en el medio.

Estas personas podrían catalogarse camaleones organizacionales, como quiera que conocen bien la dinámica de la organización y lograr mutar rápidamente frente a las circunstancias, de tal forma que, o se esconden en la vorágine de la estructura organizacional o se presentan delante de ella como “guías” naturales para aquellos que no conocen los movimientos de la empresa durante sus transformaciones.

Los profesionales acomodados, mantienen su nivel de competencia y aporte en la organización basado en los contactos que tienen, de tal forma que balancean una cadena de favores, donde la reciprocidad es la constante que permite un flujo de acciones, que benefician a cada parte, bien porque ha podido movilizar un tema en otra área, o porque se ha reconocido el aporte de la persona para lograr una actividad clave en la organización.

Las mutaciones de estos camaleones, sugieren una capacidad natural de los individuos para focalizarse en sobrevivir y mantener las posiciones privilegiadas que ha adquirido a lo largo del tiempo. Cuando no es posible conectar con el cambio o la transformación, entran una zona de incomodidad, de actuaciones erráticas, buscando apoyo en el entorno transformado para lograr ajustarse y situarse de forma privilegiada, mientras pasa la tempestad y volver a salir para reconocer el escenario con su red de contactos.

Las personas acomodadas suelen con facilidad llevar a límites insospechados sus actuaciones con el fin de proteger sus intereses. Su vista no es otra que la personal y la de sus contactos, aunque ante situaciones donde su red no lo puede defender, sólo tendrá ojos para defenderse a sí mismo, dando la espalda a aquellos que en otro momento lo defendieron. Es un costo político muy alto que está dispuesto a asumir por su supervivencia.

Quienes viven cómodos en la organización movilizan su red de contactos, para motivar acciones que le permitan mantener su nivel de competitividad y así beneficiarse mutuamente de los logros que se tengan. Esto es, “yo te ayudo, tú me ayudas”, una frase que se escucha frecuentemente en las empresas, que da cuenta de la necesidad de ser validados frente al referente organizacional y los indicadores de gestión que aprietan la exigencia de desempeño.

Si se hiciera un ejercicio de caso de negocio para estos personajes podríamos decir que saben priorizar sus intervenciones, obtienen el apoyo requerido para sus actividades, modifican la oferta existente de la empresa, saben con quién conversar y con quien no, y saben vender su producto o servicio. Son estrategas que usan su habilidad para sobrevivir y comunicar que son enlaces válidos en medio de los inciertos organizacionales.

Los camaleones organizacionales deben renovar cada cierto tiempo su portafolio de productos y servicios para encontrar anclas en la organización que les permita seguir sobreviviendo, de no hacerlo, serán alcanzados por la luz de los resultados concretos, los cuales dejarán al descubierto su camuflaje y por tanto, su mejor herramienta de supervivencia, acabando con los privilegios alcanzados y marchitando su credibilidad, lo que implica la extinción de la especie, sin ningún tipo de recuerdo empresarial, ni reconocimiento de logros previos.

Si bien un camaleón organizacional exhibe una serie de características interesantes como estratega y maestro de las tácticas de supervivencia, es una persona que se encuentra instalada en lo que sabe, que se cubre con los contactos que tiene y que no tiene interés en que las cosas cambien. Es una especie que no busca desarrollarse a sí misma o a otros, se nutre de la fuerza vital de los demás, para mantenerse sobre las olas de los resultados organizacionales, dejando en entre dicho sus propios sueños y expectativas, los cuales se marchitan con el pasar del tiempo.

Si alguien aspira a ser un camaleón organizacional, que lo piense muy bien, pues los efectos de mediano y largo plazo, de mantenerse en esa posición, comprometerán sus capacidades de crecimiento y logro, pues la zona cómoda irá poco a poco consumiendo la ilusión de los sueños y la energía de los logros, hasta que no pueda moverse y allí será el momento donde no habrá forma de cubrir o mantener la vida como la conoce, ni de remediar aquello que el mismo construyó y decidió al acomodarse en la empresa.


El Editor.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Información y conocimiento

Se dice que estamos entrando en la Cuarta Revolución Industrial, aunque algunos académicos indiquen que no sea el mejor término para denominar esta nueva etapa de la humanidad, donde la información y el conocimiento se constituyen en la moneda real del valor y conquista de las nuevas fronteras económicas y empresariales del mundo.

La información un elemento configurado alrededor de intereses particulares, que busca establecer una lectura específica de la realidad, para tomar decisiones que permitan alcanzar una ventaja en el escenario global, y el conocimiento, la movilidad permanente de la información, como categoría emergente, resultante de resolver preguntas alrededor del “cómo” se hacen la cosas; son dos hechos que movilizan el entender y el saber de la humanidad hacia linderos antes desconocidos.



La educación actual, si bien se encuentra en transición de la escolaridad hacia una movilidad, donde la incertidumbre y la inestabilidad se constituyen como la fuente del currículo real, está preocupada por construir referentes de información y respuestas a preguntas conocidas, impactando la capacidad de innovación y creatividad de sus clientes. En este sentido, se hace necesario acelerar las posturas novedosas de los que se arriesgan a crear el incierto y la ambigüedad en sus aulas de clase, para movilizar el pensamiento hacia la construcción de escenarios y realidades inéditas e inexploradas.

El conocimiento no puede ser sólo la experiencia que se concreta en un aula de clase, sino el fluir permanente de la mente humana sobre las olas de aprendizaje a las cuales se encuentra expuesto, esa condición natural de construcción de mundos emergentes que provocan desencuentros con las prácticas conocidas, para deconstruir lo que hemos aprendido y reconocer las nuevas oportunidades para crear ganancias teóricas que hacen mover la línea del saber.

Si bien como anota el profesor Calvo (2016, p.160), “la incertidumbre y contradicciones nos confunden en la escuela, pero nos orientan fuera de ella”, es necesario pasar la página de los eventos y problemas conocidos, para asumir una educación fuera de las aulas, como una oportunidad complementaria de la formación humana. Una apuesta que nos saque del dominio de la causalidad, de las explicaciones definidas y de la inercia de las respuestas pedagógicas tradicionales.

El conocimiento como fundamento de las relaciones de la sociedad del siglo XXI, debe conjugar la teoría y la práctica, establecer una ruta convergente que enlace las formalidades de los académicos, con las posibilidades de los empresarios, de tal forma que la empresa se convierta en un escenario privilegiado de aprendizaje permanente y la academia un habilitador de nuevos negocios en la práctica de los empresarios. Esta doble realidad conecta la inestabilidad del entorno de negocios y de los conceptos aprendidos, como fundamento para romper el aislamiento y prevención tanto de la academia para la empresa y viceversa.

Así las cosas, información y conocimiento como posibilidades de conquista plena del ser humano, al servicio de su comunidad, establece una fuente real de oportunidades, no solamente de “saber hacer”, sino de “saber ser”. En este sentido, esta nueva revolución empresarial basada en un mundo digitalmente modificado, no deber ser óbice para enriquecer y desarrollar el potencial humano, ese que supera el cumplimiento de tareas empresariales y es capaz de cruzar el umbral del confort social, para concretar aprendizajes que modifiquen sus actitudes actuales y potencien nuevas capacidades futuras.

El Editor

Referencias

Calvo, C. (2016) Del mapa escolar al territorio educativo. Disoñando la escuela desde la educación. La Serena, Chile: Editorial Universidad de la Serena.

domingo, 18 de septiembre de 2016

¿Qué significa cambiar?

Una de las palabras más utilizadas en el mundo actual es “cambio”. Una palabra que está en boca de ejecutivos, profesionales, motivadores, coaches, personas del común, con la que tratan de significar el proceso de transformación que están viviendo los individuos o la situación que saben que pronto van a emprender o provocar en sus vidas.

Cambiar implica muchos movimientos tanto al interior (que son los más importantes), como al exterior de las personas. Es una opción, un compromiso personal que implica salir de la estabilidad construida y afianzada para crear una nueva ruta de crecimiento y conquista propia. Mucho se ha escrito sobre el cambio, sobre cómo cambiar, pero poco realmente se practica y se concreta para que la palabra se materialice.

Siguiendo algunas ideas de Horacio Andrade, en su libro “Cambio o fuera”, cinco son los elementos comunes cuando de enfrentar, desarrollar, provocar o concretar un cambio se requiere.


1. Desprender las propias creencias, los paradigmas, de lo que hemos dado por hecho prácticamente sin cuestionamiento alguno a lo largo de la vida. Este primer elemento, es un movimiento interior profundo, una confrontación interna que lleva a cuestionar nuestras propias seguridades, para habilitar nuevas posibilidades de ver la vida y potenciar nuestras habilidades o desarrollar nuevas para llevarnos al siguiente nivel de evolución que espera para mostrarnos todo lo que podemos alcanzar.

2. Asumir los riesgos inherentes al cambio. No es posible concretar un cambio sin motivar una zona de incertidumbre, una zona de inestabilidad tanto interna como externa. Un riesgo es un movimiento incierto que atenta contra aquellos elementos establecidos por el paradigma vigente, una forma alterna de pensamiento que motiva repensar lo conocido e incomodar la práctica actual.

Es importante distinguir entre ser arriesgado y ser temerario. Mientras el primero es una persona que valora y precisa los retos que implica moverse de un lugar a otro, el segundo es un individuo que se lanza a lograr cosas sin reflexión ni valoración, un ser dispuesto a todo, un egoísta que confunde los fines y los medios para alcanzar sus metas.

3. Desarrollar el pensamiento lateral. Debono (2006) anota que el pensamiento lateral es un pensamiento contraintuitivo, donde es necesario cambia el patrón habitual de pensamiento para ver distinciones antes inexploradas. Lo anterior, supone romper la tradición sobre la cual está construido el ejercicio del cambio, para plantear caminos ingeniosos y posibilidades inadvertidas que permitan una vista refrescante de la realidad, que sólo es posible cuando desconectamos aquello conocido, incorporamos aspectos novedosos o inesperados y volvemos a reconstruir bajo nuevos supuestos.

4. Aprender a cambiar uno mismo, lo que demanda de una buena dosis de autocrítica y, sobre todo, de humildad. Un elemento que busca conectar la estrategia de cambio con las motivaciones internas, los valores y creencias propias con el fin de traducirse así mismo en el cambio que se quiere proyectar. Comprender en detalle los seres que somos, nuestras capacidades, limitaciones y retos, nos habilitar para soñar con la mente en el cielo y la ejecución con los pies en la tierra. Nadie puede reemplazarnos en el camino de hacernos mejores versiones de nosotros mismos.

5. Motivar transformaciones en los otros. Este último elemento tiene dos connotaciones muy importantes: a) las personas tienen derechos y b) cada uno tenemos obligaciones y responsabilidades. Transformar a otros, implica respetar quienes son, cómo conciben la vida y entender las motivaciones que los movilizan, y de igual forma, comprender nuestro papel en la sociedad, que implica hacernos conscientes de lo que se espera de nosotros, nuestras obligaciones y responsabilidades para hacer que las cosas pasen.

Si entendemos que el cambio nace en una condición interna de los hombres y que el entorno, anticipa o genera aspectos que lo aceleran o lo inhiben, es importante entender que en un mundo donde las certezas han desaparecido, como afirma Andrade (2011, p.128), “hay que estar siempre abierto y hay que ser todo lo flexible que se necesite, porque aprender consiste, precisamente, en acceder a otras formas de ver la realidad”.

El Editor

Referencias
De Bono, Edward (2006) El Pensamiento Lateral. Madrid, España: Editorial Paidós Ibérica S.A.
Andrade, H. (2011) Cambio o fuera. Dirigir en el siglo XXI. Estados Unidos de América: Palibrio.