sábado, 29 de junio de 2019

El yo "actual" y el YO "futuro"


Vivimos en un mundo inestable e incierto, que es fruto de tres niveles de desconexión, según afirma Scharmer & Käufer (2015). Existe una desconexión entre el yo y la naturaleza, que lleva a las brechas ecológicas que tenemos en la actualidad. Otra entre el yo y los demás, que genera la profunda brecha social donde existen unos que no tienen y otros que cada vez tienen más; y finalmente una entre el yo “actual” y el YO “futuro” que representa el potencial de desarrollo que tenemos y debemos alcanzar.

Particularmente la última desconexión llama la atención, pues ésta se basa en los retos que debemos asumir, para mantenernos fuera de la zona cómoda y así explorar, más allá de lo que conocemos y caminar por senderos que jamás hemos recorrido, y así encontrar las nuevos archipiélagos de certezas, necesarios para seguir navegando en medio del mar de incertidumbres que propone la dinámica social, económica, política, tecnológica, legal y ecológica del mundo.

En la medida que nos podamos interrogar sobre aquello que no podemos ver, es decir, reconocer las cegueras cognitivas que nuestros saberes previos nos imponen, así como la inercia de las verdades aprendidas, podemos iluminar nuevos caminos, para dejar de criticar y reiterar las quejas del pasado, y salir de ese círculo vicioso que crea una espiral descendente que nos ancla en la parálisis; para construir una realidad emergente, que nos abra al conocimiento ecosistémico, donde no se reacciona contra lo que ha ocurrido, sino que se visualiza y crea un lugar común en el futuro, donde surge una espiral de conocimiento ascendente que hace realidad una visión comunitaria.

Para lograr superar esa desconexión entre el yo “actual” y el YO “futuro”, se hace necesario suspender el ejercicio actual de nuestras reflexiones, con mirada fresca y corazón abierto; luego redirigir nuestra atención a esos lugares poco comunes donde ocurren las cosas, para dejar ir el pasado y sus consecuencias, y así presenciar con consciencia plena lo que ocurre en el hoy y en el ahora. Seguidamente, conectar este ejercicio con nuestra motivación y fuerza interior, y así inclinarnos hacia ese futuro que se advierte en el horizonte, y dejarlo venir, para cristalizarlo desde el ejercicio de prototipos, simulaciones y escenarios, donde existe un propósito superior, que nos convoca y crea condiciones de posibilidad para todos los que participamos (Scharmer & Käufer, 2015).  

Cuando conectamos el ser y la materia, es posible descubrir con mayor claridad la vocación particular a la que hemos sido llamados, esa moción interior que disfruta lo que hace, goza con lo que descubre y vibra con lo que logra. Cuando el ser y la materia, están unidos y la mediación de lo sagrado y trascendente se alinea con esa conexión, se transforma la vida del hombre, la calidad de sus relaciones, de su pensamiento y por tanto, la calidad de los resultado del mañana. Se abren nuevos linderos de crecimiento y oportunidad, que están reservados para aquellos que han superado el miedo a lo incierto, y se han reinventado desde los retos de las perturbaciones del pasado, para dar paso a el futuro que quiere empezar.

Superar la desconexión entre el yo “actual” y el YO “futuro” es un ejercicio que nos invita como el Crucificado a decidirnos por el evangelio, dejarlo todo y liberarnos de todo el equipaje no esencial, para que el YO, con y mayúscula sea nuestra mejor posibilidad para prestar atención a las “grietas”, que son las aperturas y cambios inesperados, y así enfrentar y crear el futuro con mente abierta, corazón dispuesto y voluntad a toda prueba.

El Editor

Referencia
Scharmer, O. & Käufer, K. (2015). Liderar desde el futuro emergente. De los egosistemas a los ecosistemas económicos. Barcelona, España: Editorial Eleftheria.

domingo, 16 de junio de 2019

El error en dos perspectivas: persona y sistema

El error como calificación adversa o contraria a lo que un tercero evalúa como correcto y válido, ha venido haciendo carrera en las diferentes disciplinas científicas y en la práctica profesional. Quiénes se abrogan la capacidad de evaluar o establecer un comportamiento como “adecuado” o “inseguro”, saben que no poseen “El” marco conceptual necesario para dar su dictamen, pues todas las respuestas a los interrogantes, la misma ciencia nos dice, son temporales y parciales, y dependen de las condiciones de tiempo, modo y lugar en el cual se adelantan las observaciones y análisis.

De acuerdo con Reason (2000) un error es un reto que se puede ver desde dos perspectivas: desde la persona y desde el sistema. La perspectiva del error desde la persona ha tenido una tradición dominante. Afirma el autor, profesor de psicología en la Universidad de Manchester, que “culpar a los individuos es emocionalmente más satisfactorio que acusar a las empresas”. En esta vista, las personas son definidas como agentes capaces de escoger entre un comportamiento seguro y otro inseguro. Por tanto, si algo no sale como estaba planeado, es claro que un individuo será el responsable.

Cuando se usa la vista del error desde la persona, se asume que es posible aislar los actos inseguros de un individuo del contexto donde ocurren. Esto significaría desbordar el concepto, como quiera que es viable que las “mejores personas” puedan generar los peores eventos y por otro lado, lejos de ser una temática aleatoria, los infortunios tienden a manifestarse en patrones recurrentes. Es decir, en un conjunto de circunstancias semejantes, se pueden provocar situaciones no previstas, sin importar el tipo de personas que participen (Reason, 2000).

Ahora bien, la perspectiva del error desde el sistema, asumen que las personas son falibles y el error, es algo que es previsible. En este sentido, el error se asume como consecuencia y no como causa, por lo cual las explicaciones de aquello que no ha resultado como se esperaba, no se restringe a la proclividad inherente a la naturaleza humana, sino a los aspectos que lo rodean, es decir la condiciones donde los individuos trabajan y operan. En consecuencia, el énfasis de este enfoque se da en el sistema de defensas y controles disponible en la organización. Por tanto, cuando algo sale diferente a lo establecido, lo importante no es buscar culpables, sino comprender cómo y porqué fallaron los sistemas defensivos.

Cuando se entiende el error desde el sistema, se busca aumentar la confiabilidad del mismo. Es decir, frente a la variabilidad humana, el sistema desarrolla compensaciones y adaptaciones a los eventos cambiantes, de tal forma que es capaz de amortiguar sus efectos, absorbiendo los condiciones emergentes o adaptándose a la ruptura ocasionada protegiendo su desempeño (Reason, 2000). En consecuencia, el error en esta vista, demanda a la organización anticipar los peores escenarios y prepararse para actuar de forma resiliente en todos los niveles de la empresa.

En consecuencia, una persona o empresa resiliente debe contar con las siguientes propiedades o características:
  • Capacidad de amortiguación: el tamaño o tipos de interrupciones que el sistema puede absorber o se adaptan sin rupturas fundamentales en el rendimiento;
  • Flexibilidad: la capacidad del sistema para reestructurarse en respuesta a cambios externos o presiones;
  • Umbrales de operación: la cercanía del funcionamiento actual del sistema en relación con sus márgenes de operación;
  • Tolerancia: el sistema se degrada con sutileza a medida que aumenta la tensión/presión, o colapsa rápidamente cuando la presión excede la capacidad de adaptación (Woods, Dekker, Cook, Johannesen, & Sarter, 2010, p.93);
  • Capacidad de pronóstico (*): desarrollo de un patrón de aprendizaje/desaprendizaje del sistema para anticipar situaciones adversas que puedan afectar su funcionamiento, fuera de los umbrales de operación.

Así las cosas, el error, como visualizador de puntos ciegos y ventanas de aprendizaje, permite tanto a organizaciones como seres humanos, reinventarse y repensarse, con el fin de adaptarse a los eventos inciertos, motivando la imaginación y el análisis de las lecciones aprendidas, para visualizar escenarios novedosos; en lugar de aislar las causas de las fallas asegurando las acciones locales, y más bien, comprender de forma sistémica lo que ha ocurrido y procurar acciones estructurales que aumenten la confiabilidad y resiliencia de la empresa y de su propia vida.

(*) Esta característica no está incluida en las reflexiones de Woods, Dekker, Cook, Johannesen & Sarter, 2010.

Referencias
Reason, J. (2000) Human error: models and management. British Medical Journal. 320, 768-770.
Woods, D., Dekker, S., Cook, R., Johannesen, L. & Sarter, N. (2010) Behind human error. Second Edition. Farnham, Surrey. England: Ashgate Publishing Limited 

domingo, 9 de junio de 2019

Cinco (5) lecciones hacer la diferencia


Revisando un breve documento sobre las lecciones aprendidas de los graduando del MBA de la Universidad de Harvard en 2019, llama la atención algunas de ellas, que pueden darnos algunas ideas para continuar avanzando y desarrollando capacidades personales para concretar nuestros proyectos y retos en la vida.

Vulnerabilidad y entrega. Esta primera lección aprendida nos habla de lo que en otras ocasiones se ha conversado. Ser vulnerable no significa debilidad, sino capacidad de reconocimiento propio de las limitaciones, y las exigencias que tenemos para retarnos hacia adelante. La entrega, es dar todo nuestro esfuerzo y dedicación a todo aquello que se nos encomienda. Vulnerabilidad y entrega son los sellos de una persona que sabe que es un ser en permanente construcción y que sólo en el ejercicio del servicio a los otros puede hacer la diferencia.

Sentido de comunidad e impacto global. Estos dos elementos, plantean una reflexión asociada a crecer y construir en conjunto. Reconocer que no lo sabemos todo y que con otros es posible ver aspectos distintos de la realidad, es una enseñanza que potencia ideas y propuestas para lograr cambios que transformen vidas. El impacto global, viene como consecuencia de la construcción conjunta. Las tecnologías de información han habilitado un espacio de conversación y reconocimiento donde cualquiera puede ser parte de una iniciativa e iniciar una transformación desde cualquier parte del mundo.

Liderazgo desinteresado. Es una lección que invita a inspirar a otros. Es un ejercicio de coherencia personal, exigencia profesional y visión de futuro, que permite al individuo comprender en contexto cómo puede hacer la diferencia, y al mismo tiempo, servir de ejemplo para otros, para que salga de su zona cómoda y movilicen sus talentos para que transformen sus propias vidas. El liderazgo desinteresado, demanda una postura concreta y seria ante la vida, y al mismo tiempo, espacios para compartir y motivar a otros para luchen por sus propios ideales y le den sentido a la vocación con la que ha venido a servir.

Amor propio. Es una lección que invita a los nuevos graduandos a conocerse a sí mismos, valorar lo que son, y saber que son seres privilegiados que están al servicio de otros. El amor propio no es un amor narcisista, que se ve a sí mismo como referente, sino que es un ejercicio de reconocimiento del otro, que vive y se desarrolla junto a mí, y para quien yo no indiferente, ni él para mí. El amor propio, es la energía que fluye desde el interior del individuo para concretar su experiencia de vida, en el ejercicio de reconocer al otro, como verdadero otro, donde las diferencias suman y no dividen.

Seguir los sueños. Los sueños son uno de los motivadores más importantes de las personas. Una persona sin sueños, es un ser sin esperanzas. Mientras los sueños permanezcan en la vida de los seres humanos, siempre habrá posibilidades para transformar y cambiar. En lectura de la doctrina de la iglesia católica, los sueños son las mociones del espíritu divino que movilizan al hombre para concretar la obra del Creador en la Tierra. Esa fuerza que rompe con la inercia del hombre para salir de sí, anunciar la buena nueva al mundo y dar todo de sí para hacer que las cosas pasen.

Estas cinco lecciones de los graduandos de Harvard 2019, si bien no son ajenas a nuestra realidad particular, si nos recuerdan una vez más el compromiso que hemos asumido para hacer la diferencia, y sobremanera, la dinámica permanente de cambio que debemos asumir y aprovechar, para continuar retando nuestros saberes previos, reinventando la práctica de nuestra disciplina y renovando la caja de herramientas; desde donde podemos seguir descubriendo la realidad visible a los ojos humanos y experimentando aquella, que vive en el referente sagrado y trascendente que orienta nuestra vida.

El Editor

Referencia:
Harvard Business School- HBS (2019) 9 lessons from the class of 2019. Recuperado de: https://www.hbs.edu/mba/blog/post/9-lessons-from-the-class-of-2019

domingo, 2 de junio de 2019

Riesgos sistémicos

Estamos en un momento de cambios e inestabilidades, de expectativas y grandes inciertos sobre la dinámica del mundo. Pareciera que todo lo que sabemos sobre la forma de comprender la realidad, se debilita y no tenemos las respuestas que necesitamos para tener la tranquilidad de saber qué puede pasar. Nuestra capacidad de ver lo que viene, de pronosticar, no ha sido entrenada, ni desarrollada pues los supuestos sobre los cuales fundamos la realidad los creíamos estables y duraderos.

Hoy la realidad nos interroga y nos demanda una comprensión más elaborada, menos lineal y más relacional. Aquellos que insisten en dar respuesta a las situaciones complejas del mundo desde su vista particular, corren el riesgo de ser sorprendidos por variables o conexiones antes ignoradas y que, particularmente determinan el comportamiento del sistema que tratan de modelar o explicar. Superar la vista disciplinar, se convierte en un reto por construir interfases con otros saberes para encontrar experiencias diferentes y ausentes en las reflexiones actuales.

Explicar el cambio climático, la pobreza, la corrupción, las desaceleraciones económicas, los juegos de poder, los ciberriesgos, entre otros temas, implica comprender el mundo desde una vista ecosistémica, donde la dinámica de los participantes y su entorno, define aspectos concretos de la realidad, así como la explicación de eventos emergentes que no tienen explicación concreta en un elemento particular (Capra & Luisi, 2014). Esto es, si entendemos que estamos interconectados entre todos y con todo, los riesgos que se asumen no tienen otra característica sino de riesgos sistémicos.

Un riesgo sistémico tiene que ver con los efectos en cadena de eventos en un ecosistema producto de la interdependencia entre los diferentes participantes, que puede desencadenar efectos no previstos a su interior o en su entorno, o que  puede terminar con la suspensión de la dinámica conocida de la realidad y habilitar acciones emergentes no contempladas en su patrón de respuesta. Es en últimas, una interacción no anticipada, de los componentes del sistema y sus unidades individuales, que pueden cambiar su comportamiento y que generan “efectos de borde” desconocidos y no explicados hasta el momento (Rosa, Renn & McCright, 2014).

Considerando lo anterior, si queremos entender la dinámica del mundo actual, se hace necesario actualizar nuestra caja de herramientas e incluir referentes sistémicos, ecosistémicos y holísticos, de tal forma que se puedan desarrollar habilidades, para conectar y desconectar la realidad, y de esta forma, simular y probar relaciones no documentadas y anticipar posibles eventos que aún no ocurren en la realidad.

Recientes eventos en la banca, en la industria aeronáutica, en el mercado de valores, en la ciberseguridad, dan cuenta de la necesidad de una comprensión distinta de la realidad, que no se concentra solamente en la aplicación de buenas prácticas, sino en el desarrollo de capacidades, las cuales demandan generar ventanas de aprendizaje/desaprendizaje que permitan cuestionar la zona cómoda de los estándares y llevar a las personas y organizaciones, a sitios desconocidos, para desde allí, construir nuevos lugares comunes.

En consecuencia, comprender y gobernar los riesgos sistémicos, requiere una comprensión ecosistémica y relacional del entorno, que reconozca amenazas conocidas, latentes y emergentes, en un ambiente volátil, incierto, complejo y ambiguo, que prepare al individuo o a una organización para la inevitabilidad de la falla, y así, desarrolle su capacidad de resiliencia para mantener su integridad y confiabilidad, a pesar de que un evento no deseado se haya materializado.

Por tanto, ignorar que somos una raza eminentemente relacional, que acoplamos e interconectamos personas y objetos del mundo para entenderlo de formas distintas, equivale a desarrollar conocimiento para un mundo estático y estable, donde las respuestas son conocidas y el poder de la novedad, es incapaz de superar la inercia de lo vigente.

El Editor.

Referencias
Rosa, E., Renn, O. & McCright, A. (2014). The risk society revisited. Social theory and governance. Philadelphia, Pennsylvania. USA: Temple University Press
Capra, F. & Luisi, P. L. (2014). The systems view of life. A unifying vision. Cambridge, UK.: Cambridge University Press.