sábado, 5 de abril de 2025

Estrategia espiritual: quiénes somos y quiénes estamos destinados a ser

En el contexto empresarial se afirma que “el plan no es la estrategia”. “Un plan es una hoja de ruta sobre cómo vas a conseguir tu objetivo, mientras que una estrategia es el planteamiento general para conseguirlo” (Supply Chain Today, 2025). En la vida muchas veces construimos múltiples planes para alcanzar aquello que queremos, pero poco recabamos en la estrategia, esa visualización de los grupos de interés que vamos a impactar, los recursos que requerimos para concretarlos y los cambios que se pueden sufrir cuando las condiciones del entorno cambian.

Cuanto más nos centramos en la operación, perdemos el sentido de lo que pasa a nuestro alrededor. Esto no quiere decir que el “hacer” no sea importante, sino que no debe distraernos de la dinámica del entorno donde ocurre, pues es allí donde las cosas van a pasar y por tanto, merece atención y seguimiento para lograrlo. En este contexto, nuestra vida la pasamos muchas veces distraídos en el “hacer”, sin recabar en las transformaciones que ocurren a nuestro alrededor, perdiendo la perspectiva del momento, descuidando la vida interior que soporta nuestra existencia, perdiendo capacidades y conocimiento por aquello que sabemos y logramos, y finalmente, perdernos en el ciclo infinito de la productividad para alcanzar resultados que muchas veces pueden no tener sentido para uno mismos o los demás.

Parar y tomar distancia de lo que ocurre, es trabajar en la estrategia, es establecer la visión de lo que queremos lograr, es identificar cómo apalancar y encontrar apoyos, es recabar en las ventajas y limitaciones que podemos tener, así como la fuerza interior y el convencimiento que tenemos para alcanzar lo que queremos. En la vida diaria, es necesario visualizar y potenciar la vida interior como fundamento de las transformaciones que queremos lograr. Esa estrategia espiritual que inicia en el reconocimiento de lo somos y podemos, en sentirnos necesitados e inacabados, como fuente permanente de oportunidades y retos propios de lo que somos por definición: “barro en manos del alfarero”.

Si nuestra estrategia espiritual no está alineada con la fuente de nuestra esencia transcendente, la dinámica del diario vivir se convierte en una experiencia de involución donde nada cambia y se vuelve paisaje, dejando pasar las oportunidades que a diario la vida nos presenta. Lo anterior implica, perder la capacidad de asombro, olvidar la esencia misma de la vida que es aprender, desaprender y reaprender, como ciclo virtuoso que permite mudar el “hombre viejo” en el “hombre nuevo”. Esto es romper, la vestidura remendada que articula paradigmas caducos, para abrirnos a pintar un lienzo nuevo que reescriba nuestra vida y nuestra historia.

El futuro no está predeterminado, ni se puede predecir, por tanto la estrategia espiritual es descubrir cómo reconectarnos con la fuente primaria que nos anima, para encontrar luz, sabiduría, fuerza e iluminación, como la base natural para avanzar en la conquista de nuestras propias limitaciones, no como una práctica sofisticada de meditación o experiencia religiosa, sino como un encuentro personal con la presencia sagrada y divina que vive en nosotros (cualquiera que sea su lectura) para recorrer un camino que nos lleva a confrontar quiénes somos, qué queremos y transformarnos en las nuevas versiones que estamos destinos a ser.

Si bien el “plan no es la estrategia”, la estrategia espiritual sin un plan concreto situado en la realidad de cada individuo, no tendrá los efectos esperados, ni los impactos que están destinos a materializarse, que sirvan a otros como punto de apoyo para encontrar su propio camino de “conversión”, ese que “muda” lo que no nos deja ser, y así experimentar como la bendición vibra fuerte y clara, cuando nos dejamos alcanzar por la fuerza de aquello que no muda, no cambia, es siempre nuevo y siempre actual, la “zarza que no se consume”, donde debemos “quitarnos” todo aquello que no rinde tributo a la presencia divina que nos interroga.

Referencias

Supply Chain Today (2025). A Plan Is Not a Strategy – Harvard Business Review https://www.supplychaintoday.com/a-plan-is-not-a-strategy-harvard-business-review/  


domingo, 9 de febrero de 2025

Remar mar adentro. El reto de pactar con el incierto

Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca” fue la indicación que recibió Simón Pedro de Jesús (Lc 5, 1-11), palabras que hoy resuenan en un mundo incierto, inestable, e incomprensible como el de hoy, donde las certezas escasean y las incertidumbres abundan. En el contexto del pasaje mencionado, Pedro le replica a Jesús: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada (…)”, una expresión del hombre trabajador y cansado que sabe que el día estuvo retador, y regresa para tomar un descanso y volver a intentar mañana. Sin embargo, la respuesta de Pedro continúa: “pero, por tu palabra, echaré las redes”, un acto de confianza y de fe, que cambia el resultado.

Remar mar adentro, es abandonar la orilla, la zona cómoda y conocida, donde nuestras escasas certezas nos dan una seguridad efímera, estática y limitada, para lanzarnos a poner a prueba lo que hemos aprendido, y explorar nuevas posibilidades y aprendizajes que nos preparan para el siguiente nivel. Navegar en medio del incierto, es aceptar que las cosas no van a salir como estaban planeadas, y dejarse interrogar por aquello que es novedoso e inesperado. Es trazar un camino donde no hay camino, es encontrar “el rastro del águila en el aire; el rastro de la serpiente en el empedrado; el rastro de un barco en el mar” (Proverbios 30:18-32), para afinar nuestros sentidos y ver desde dentro, lo que por fuera se manifiesta.

La incertidumbre no es un problema a resolver, sino una condición a gestionar” (Bammer & Smithson, 2008) tampoco “los riesgos son tus enemigos” (Charan, 2025), por tanto la preparación y la capacidad de respuesta (y no de reacción) es la que nos define para avanzar y concretar nuevas agendas en medio de las situaciones actuales. Estamos diseñados para evolucionar y mudar lo que somos, dejando atrás nuestros miedos, temores y sustos, para abrazar el incierto y pactar con aquello que no conocemos. Sólo declarando que “no sabemos”, que “queremos aprender” y que somos “obras inconclusas” podemos superar la ilusión del control, y abrirnos a la sabiduría del error.

Remar mar adentro es examinar los retos desde diferentes puntos de vista, equilibrar la experiencia propia con nuevas perspectivas de otros, explorar entornos novedosos y poco conocidos para dejarnos sorprender, es experimentar y probar propuestas y analizar sus resultados, es recalcular y afinar la ruta cuando sea necesario, es pocas palabras, “darse cuenta” (despertar de la rutina), “darse una oportunidad” (intentar nuevamente), “encontrar nuevas opciones” (buscar alternativas) y “reinventar lo aprendido” (hacerlo de forma distinta). Cuando se rema mar adentro, los retos que encuentras y superas, son el anticipo de recompensas inesperadas, lecciones necesarias y por demás, transformadoras del ser humano.

Cuando se rema mar adentro, con la preparación y convicción de aprender, desaprender y reaprender, la confianza en el resultado, es una propiedad emergente, un salto evolutivo. Esa realidad aumentada que surge de la combinación y fusión misteriosa de conocimientos humanos, experiencias adquiridas y conexión espiritual, que transforma y supera los linderos naturales y visibles del individuo, descubriendo la esencia sobrenatural que vive en su interior, y que lo lleva a límites y capacidades muchas veces inexplicables. Allí, al igual que Pedro, sólo la admiración y el agradecimiento son posibles, ante la revelación que se nos presenta, cuando somos dóciles al toque de la divinidad, que nos invita a vivir con los ojos en el cielo (sin dejarnos distraer), el corazón encendido (sin dejarnos abrazar por las pasiones desordenadas) y los pies en la tierra (conscientes de los que somos y podemos).

El Editor

Referencias

Bammer, G. & Smithson, M. (2008). Uncertainty and Risk. Multidisciplinary Perspectives. London, UK: Earthscan 

Charan, R. (2025). 2025: The Year of Risks and Opportunities. Linkedin. https://www.linkedin.com/pulse/2025-year-risks-opportunities-ram-charan-iwzhe/


domingo, 2 de febrero de 2025

Falacias: Verdades aparentes ¿Deseadas o involuntarias?

Las falacias son proposiciones con apariencia de verdad que involucran fallas en el proceso de argumentación y conducen al error” (Ordoñez-Matamoros, 2024, p.280). Muchas veces estas falacias se utilizan para convencer sobre una “verdad” que se dice tener, sin embargo esconden intereses o valores que benefician a personas o terceros; otras, se hacen sin tener conciencia de estar haciéndolo. 

En todo caso, es importante estar atentos a los diferentes tipos de falacias que se pueden generar en los discursos, para mantener una postura crítica y analítica cuando se escuchan argumentos frente a situaciones específicas. A continuación se detallan algunos de ellos: (Ordoñez-Matamoros, 2024, pp.280-281)

  • Falacia 1 – “Afirma lo siguiente a partir de una verdad precedente”. Por ejemplo, si Carlos sabe abrir cerrojos y un grupo de delincuentes abre cerrojos, entonces Carlos hace parte del grupo de delincuentes. Está suponiendo que como Carlos tiene la habilidad de abrir cerrojos, entonces es miembro del grupo de delincuentes.
  • Falacia 2 – “Negar el antecedente”. Ejemplo: si los analistas de seguridad son personal dedicado y Carlos no es un analista, entonces Carlos no es dedicado. En este punto el hecho de que Carlos no sea un analista, no implica que no sea dedicado.
  • Falacia 3 – “Falacia de la autoridad”. Ejemplo: “La pandemia estará totalmente controlada en los siguientes 3 años, si lo afirma Pfizer, algo debe razón tendrá”. Algunos lo van a creer pues lo está diciendo una empresa reconocida internacional.
  • Falacia 4 – “Dirigida a la persona”. Ejemplo: “El expresidente “X” no tiene autoridad moral para hablar de derechos humanos”. Cabe la pregunta ¿por qué el expresidente no tiene autoridad moral para hablar de derechos humanos?
  • Falacia 5 – “Dirigida al pueblo”. Ejemplo: “Todo el mundo sabe que la tierra no es cuadrada, como se creía siglos atrás”. Se apela a una creencia común u opinión mayoritaria para argumentar la veracidad del argumento.
  • Falacia 6 – “Se apela a la ignorancia”. Ejemplo: “Nuestra gestión de procesos es efectiva, pues no hemos recibido ninguna inconformidad”. Se recurre al desconocimiento de la verdad por parte del interlocutor para refutar el argumento.
  • Falacia 7 – “Se apela a la misericordia”. Ejemplo: “Luego de estas dos semanas intensas de trabajo, nos merecemos dos días de descanso remunerado”. Los días remunerados no son consecuencia directa de las semanas trabajadas. Son una decisión particular del empleador. Es sólo un querer.
  • Falacia 8 – “Basadas en estratagemas psicológicas”. Ejemplo: “Yo afirmo que la solución más adecuada es esta y se debe aceptar pues soy yo el que firma”. El supuesto es que un cargo de autoridad tiene más razón que la opinión de los miembros del equipo.
  • Falacia 9 – “Basada en estatus sociales, políticos o apego a principios de aglutinamiento”. Ejemplo: “La supremacía de los blancos es la norma que se debe aplicar en el mundo”. Un argumento, por demás racista, que busca exacerbar los ánimos y motivar acciones por una condición racial.

Bien afirma Ordoñez-Matamoros (2024, p.282): “No porque se digan varias verdades, las conclusiones también lo serán”. En este sentido, debemos mantener una postura atenta y centrada en los argumentos para establecer cómo muchas veces intentan manipular la opinión pública o situar mensajes en los imaginarios de las personas con “conclusiones lógicas” que recurren a algunas de las falacias mencionadas.

Conociendo este tipo de falacias, recuerde ser cuidadoso en su argumentación debidamente soportada y documentada con el fin de evitar alguna de las “falsedades” mencionadas, que muchas veces pueden terminar bien sustentadas, generando una interpretación diferente o decisiones que afecten a terceros con consecuencias no deseadas (¿o deseadas?). Siempre busque argumentos o perspectivas que controviertan sus propias consideraciones, para que pueda reconocer cómo fortalecer su postura, más allá del resultado previsto, sólo para validar en sí mismo la fuerza o limitación de su argumento.

Un hombre que interroga, pregunta y cuestiona, es un hombre que madura, que reta las falacias de los enemigos, que busca proponer mejores preguntas para avanzar en profundidad en aquello que cree y le permite seguir caminando en la senda de lo espiritual y trascendente, que si bien es invisible a los ojos, es visible a las acciones concretas del ser humano que se transforma a sí mismo, sin afectar a los otros.

El Editor

Referencia

Ordónez-Matamoros, G. (Director) (2024). Manual de análisis y diseño de políticas públicas. Segunda Edición. Bogotá, Colombia: Universidad Externado de Colombia.


sábado, 25 de enero de 2025

El paradigma “Co”. Un marco de relaciones para reconocer al otro

Afirman los académicos Potts y Le Hunte (2024): ““Co” es una “palabra” extraordinariamente sistémica dentro de la lengua inglesa porque puede forjar todo tipo de relaciones con otros: otras personas, otras cosas, otros conceptos, otras prácticas. Por lo general, significa con; junto a; conjuntamente; en conjunto o combinado. Puede utilizarse para formar verbos, sustantivos y adjetivos; es un prefijo muy utilizado”, es una práctica que surge y se materializa en la conversación, en el encuentro con el otro.

La palabra “Co” implica reconocernos en un entorno ecosistémico donde debemos entender y comprender cómo nuestras acciones afectan a los demás y cómo los demás nos afectan a nosotros. Es mantener una postura vigilante y prospectiva del entorno donde nos movemos y existimos para anticipar los riesgos y entender cómo éstos se propagan. De esta forma, la esencia del “Co” implica “respuesta-abilidad”, esto es capacidad para responder frente al reto que se propone y habilidad o habilitación para corresponder con las acciones que se requieren para apalancar las propuestas o soluciones que se esperan y hacernos responsables de las consecuencias de dichas acciones (Fisher, 2006).

En el ejercicio de construir y aportar, la palabra “Co” establece el referente natural de la dinámica de una sociedad que busca construir consensos desde las diferencias, sumar desde las posturas antagónicas y sobremanera reconocer que todos pueden aportar sus visiones y reflexiones particulares. Si exploramos un poco más la palabra “Co” y la situamos en el escenario actual el llamado a todos los actores del ecosistema global estaría enmarcado en cinco palabras: co-laboración, co-operación, co-ordinación, co-municación y co-creación, para construir una sexta emergente denominada co-nfianza.

Co-laborar es permitir ver el mundo desde distintas perspectivas, momentos y posiciones para enriquecer el reto que se quiere superar. Co-operar es usar y sumar las capacidades y habilidades de los participantes alrededor de una propuesta en la cual se ha alcanzado un consenso. Co-ordinar es establecer un orden y claridad de responsabilidades y acciones que se deben tener para avanzar en la concreción de la propuesta, es el ejercicio de gobernanza de la materialización de la propuesta. Co-municar es la manera como encontramos formas de conectar los significados e ideas que nos permiten trabajar juntos y lograr los resultados. Co-crear es el resultado novedoso, distinto de cruzar dominios y perspectivas, para reconocer la necesidad de la interdisciplinariedad en la construcción del mundo.

Si cada una de las palabras anteriores funciona en una red de sinergias donde fluye información, conocimiento y aprendizajes, el resultado termina en una propiedad emergente del ecosistema que es la confianza. Esto es, ser fideicomiso y custodio de aquello que les permite conectar y construir juntos. La confianza es un proceso sistémico que depende de las acciones y confiabilidad de cada uno de los nodos participantes en el sistema, que permite establecer acuerdos concretos para saber qué se debe hacer cuando las cosas no ocurren como están planeada. Esta propiedad se desarrolla y nutre con las interacciones constantes del ecosistema para mantener un equilibrio dinámico que mantenga en foco todo el tiempo la supervivencia del mismo.

La palabra “Co” confirma el flujo de energía, información y conocimiento que permite a cualquier grupo humano o a la naturaleza aprender, desaprender y reaprender de las dinámicas del entorno, para construir y fortalecer su capacidad resiliente, esto es, sobrevivir en largo plazo a pesar de los retos, eventos inesperados o repentinos que siempre pueden y van ocurrir cuando menos se esperen. 


Referencias

Potts, M., & Le Hunte, B. (2024). Reframing resilience as a systemic issue: Meta‐competencies that transform individuals and learning ecologies. Systems Research and Behavioral Science, 41(5), 750–760. https://doi.org/10.1002/sres.3052  

Fisher, F. (2006). Response ability: environment, health and everyday transcendence. Melbourne, Australia: Vista Publications.


miércoles, 1 de enero de 2025

Iniciar: zona de investigación y descubrimiento

Iniciar un nuevo periodo de tiempo que en general etiquetamos como “año” (que viene de la raíz latina ann y su variante enn) implica abrir nuevas oportunidades en medio de las tendencias y retos que se abren en el horizonte. Todo lo que hemos aprendido hasta ahora es un insumo fundamental para reconocer patrones en el entorno, y no los saberes y competencias que necesitamos para lo que viene. Es un ejercicio de retarnos para usar lo que aprendemos en el camino y aplicarlo en tiempo real, para descubrir aquello que aún tenemos que analizar y comprender.

Iniciar un año, no es algo normal o natural que pasa en la vida, es la apuesta concreta y real que hacemos para escribir en una hoja en blanco el futuro que queremos crear. Es el desafío de enfrentarnos a un lienzo nuevo para comenzar a delinear pinceladas  de aquello que tenemos en mente. Habrá momentos de mucho avance, otros desérticos y con tensiones, aquellos que nos invitarán a la reflexión y tomar distancia, y esos que nos llevarán por caminos inesperados con resultados no previstos.

Arrancar un periodo de tiempo, cualquiera que este sea, siempre es una oportunidad de volver a la línea de partida (con nuevos aprendizajes), observar diferentes rutas, descubrir diferentes caminos, plantear distintas estrategias, pero sobremanera, emprender un viaje con expectativas y esperanzas novedosas que poco a poco se van concretando o renovando de acuerdo con las condiciones y escenarios que se vayan presentando. Tener un plan rígido no es la respuesta para un mundo dinámico e incierto. El plan, implica planear, aprovechar los diferentes vientos y turbulencias en el aire para construir la mejor experiencia posible, sabiendo que los resultados siempre serán aprendizaje sobre aquello que vamos descubriendo.

El año que inicia es un “parteaguas”, un momento que da cuenta del primer cuarto de siglo del segundo milenio, un punto en la historia para mirar hacia atrás de lo que dejamos y abandonamos que no nos ayuda a seguir avanzando, de aquello que hemos incorporado como humanidad y el reto de hacernos mejores seres humanos en convergencia con los avances tecnológicos y las novedades que se advierten en el mediano y largo plazo. Este momento es para revisarnos y plantearnos las metas que nos llevarán a nuevas fronteras del desarrollo humano y científico en medio de la individualidad, la inseguridad, la inestabilidad, los inciertos e impactos que se otean en el horizonte de este nuevo periodo de la tierra alrededor del sol.

No podemos ser inferiores al reto que implica recorrer un año, conquistar los desafíos y sorpresas que se nos van a proponer para prepararnos para el siguiente nivel de evolución que necesitamos. Nada más natural en el hombre que mudar de “piel”, de liberarse de sus lastres, para ganar velocidad y foco en la búsqueda y logro de sus propios sueños. Un nuevo año es, como dice Machado, “hacer camino al andar”, es plantear una carta de navegación en medio de aquello que aún no conocemos, sortear diferentes zonas climáticas y vientos inesperados, para recalcular y avanzar hacia el destino que nos hemos planteado, e igualmente estar abiertos a resultados no previstos de los cuales podemos aprender y disfrutar.

Que este nuevo escenario de tiempo sea una experiencia de crecimiento personal, profesional y espiritual. Que la luz que hemos recibido, sea la que nos guíe en momentos de oscuridad, nos soporte en situaciones de desierto, nos acompañe en tiempos de sequía y nos renueve en situaciones de contradicción. Que entendamos que el año que empieza es una zona de investigación y descubrimiento donde podemos plantear diferentes hipótesis y planes, pero solo con paso de los horas, días y meses, se irá revelando aquello que debemos aprender, las cosas que debemos renovar y las transformaciones que debemos hacer para hacernos otros distintos y salir al encuentro de nuestro futuro: descubrir nuestra vocación.

El Editor

lunes, 30 de diciembre de 2024

Finalizar: mirar hacia atrás, mirar hacia adelante

Fin de año, fechas de reflexión para hacer síntesis de lo que ocurrió en el año. Cada vez que se hace muchas cosas aparecen: aquellas que no se hicieron, otras que se enredaron con los días, esas que queríamos y los afanes no las permitieron, y por supuesto las que se hicieron bien y llenaron nuestras expectativas. Terminar un año es hacer una evaluación de lo que nos propusimos y logramos, de lo que se planeó y se logró, de lo que se deseó desde el inicio y se alcanzó. Igualmente, una revisión de aquello que quedó pendiente y que posiblemente pase para el siguiente año.

Este tiempo es para detenernos, mirar hacia atrás, ver el camino recorrido y los retos superados, así como para mirar hacia adelante, para expandir los que hemos alcanzado y encontrar nuevas formas de mantenernos fuera de la zona cómoda. Mirar al futuro es una apuesta en el incierto, es lanzarnos a conquistar nuestros temores sobre lo que vendrá y abrirnos a la aventura de construir ese momento que queremos disfrutar más adelante. Explorar en el incierto implica pasar por la zona incómoda del “no saber” y el desafío que implica desconectar y desinstalar lo que hemos aprendido.

Reconocernos en este punto y hora del año, es saber que hemos aprendido, desaprendido y reaprendido muchas cosas, que no somos los mismos que iniciamos en enero de este año, que hemos mudado muchas veces de piel y transformado nuestras propias realidades, y posiblemente la de muchos otros. Llegar al final del año, es dar gracias a tu referente sagrado por la vida, por el entusiasmo, por el amor, por la fe y la esperanza que se mantuvo firme a pesar de los momentos de turbulencia y las debilidades naturales de nosotros los humanos.

Las últimas horas del año que termina, son la cuota inicial del que comienza, la agonía de aquellos instantes que nos hace recordar los logros y los momentos especiales que se vivieron, e igualmente los encuentros y desencuentros que se materializaron a lo largo de estos 366 días. Un año bisiesto lleno de tensiones e inestabilidades que nos enseñaron a reconocer mejor las señales del entorno, a explorar posibilidades donde otros ven solo probabilidades, a creer más en lo que podemos hacer que en saber que probabilidades tenemos para lograrlo. Un año de apertura para creer, crecer y saber que aún tenemos mucho que aprender.

Terminar un año no es sólo una fecha más, es el escenario donde podemos ver la impronta de lo que hicimos en el mundo, de divisar las vidas que impactamos, los momentos que logramos, las experiencias que vivimos y los temores que superamos. Es tiempo de ver, que aquello que antes era imposible, ahora es posible. Es ver caminos nuevos en medio del mar de los inciertos, es calcular nuevas rutas y destinos que dejan la orilla de las certezas para navegar y alcanzar nuevas profundidades, nuevos horizontes y rutas que nos lleven a superar lo que hemos alcanzado y forjar las nuevas competencias que necesitamos.

Concluir ese viaje de la tierra alrededor del sol, es iniciar una nueva transformación personal que nos lleve a hacernos otros distintos, que dejando atrás los reconocimientos, logros y premios, nos concentremos en renovar nuestras fuerzas, la caja de herramientas y afilar la sierra para hacer de los próximos 365 días una experiencia siempre nueva, siempre viva, siempre renovada, donde cada día sea una razón para superarnos a nosotros mismos.

El Editor

sábado, 14 de septiembre de 2024

El reto de forjar el carácter y alcanzar nuestro potencial

La mentalidad cortoplacista muchas veces nos lleva a ver el mundo con visión de túnel, a perdernos de la dinámica del entorno y por tanto de sus oportunidades. El avance o progreso de las personas no se mide en tiempos cortos, sino en trayectorias que permitan ver la evolución de un reto o de un propósito. Si mantenemos constantemente nuestra vista en los resultados inmediatos, estaremos viviendo y sufriendo cuando no logramos aquello que queremos (Grant, 2023).

Los planes en la vida toman tiempo, dedicación y foco. Es importante mantener la vista en lo que queremos lograr e ir corrigiendo el rumbo a lo largo de las rutas invisibles que hay disponibles para alcanzar nuestras metas, nuestros sueños. Cuando un barco zarpa y avanza en la mitad del mar perdiendo de vista la orilla ha empezado a abrazar un sueño y a pactar con el incierto. Es momento de la determinación y la valentía para asumir el reto que implica alcanzar una nueva orilla.

En medio de la travesía y de la carta de navegación inicial comienzan a aparecer los ajustes a mano alzada, las posibilidades que se pueden lograr y las evaluaciones de las alternativas en medio de altamar. Con cada día de navegación se consigue mayor experiencia, se reconocen nuevos escenarios y sobremanera se advierten nuevas oportunidades y nuevos desafíos. Los experimentos diarios en medio de la ruta, establecen apuestas que reconocen “aquello que no ha salido como se esperaba” como un nuevo insumo para alimentar el cúmulo de aprendizajes del capitán de la embarcación.

Mantenerse en ruta de aquello que queremos alcanzar, es un viaje de pasión por un resultado, de abrirse a la crítica constructiva, a escuchar voces contrarias y retar lo que hemos aprendido durante el viaje. La ruta siempre trae eventos que nos sorprenden, situaciones que nos llevan a pensar distinto y sobremanera a descubrir maneras alternativas para continuar avanzando hacia nuestro propósito. Algunas veces es importante mirar hacia atrás para afinar lo que viene hacia adelante, disfrutar el camino y abrirse a la aventura de ser uno mismo frente al desafío incierto del mar y sus misterios.

Recuerda que en medio de la ruta, hay momentos que hay que tomar un descanso, para recomponer las fuerzas y reconfigurar la estrategia. Tomar distancia de lo que hemos aprendido es necesario para continuar descubriendo el camino, es mantenernos fuera de la zona cómoda, indagando sobre aquello que es necesario aprender para avanzar y lograr algunos archipiélagos de certezas. Ten mucho cuidado pues en el mar de los inciertos y la noche del océano pueden aparecer cantos de sirenas para distraerte y alejarte de tu propósito, nada más atractivo que dejarse llevar por voces que resuenan y posiblemente nos engañan.

Es tu carácter forjado en la esencia de tus retos, el andamiaje que construimos con nuestra red de contactos y la dinámica de los sistemas que cooperan y colaboran alrededor de nuestros propósitos (Grant, 2023), establecen el marco de trabajo donde es posible superarnos a nosotros mismos e inspirar a otros para lograr sus sueños. Por tanto, no pierdas de vista el camino, ajusta tus estrategias, mejora tus herramientas y aprende todo lo que puedas, pues así podrás encontrarte a ti mismo y ayudar a otros a hacer que las cosas pasen.

El Editor

Referencias

Grant, A. (2023). Hidden potential. The science of achieving greater things. New York, NY. USA: Viking.